OPINIÓN DEL LECTOR

Premodernidad episcopal

Que las primeras reacciones a la obispada hayan traslucido sobre todo indignación y enojo es humano y comprensible, no era para menos. Pero pasado ese primer momento de ira tendríamos que procurar que la cosa no se quedara en escándalo pasajero. Deberíamos empezar a pensar cómo damos solución a este problema, porque, por si no fuera suficiente con la propia violencia masculina contra las mujeres, parece claro que hay otro asunto que necesita solución: las cada vez mayores injerencias de las religiones en las cuestiones públicas.

No voy a extenderme sobre cuán generosamente han co...

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Que las primeras reacciones a la obispada hayan traslucido sobre todo indignación y enojo es humano y comprensible, no era para menos. Pero pasado ese primer momento de ira tendríamos que procurar que la cosa no se quedara en escándalo pasajero. Deberíamos empezar a pensar cómo damos solución a este problema, porque, por si no fuera suficiente con la propia violencia masculina contra las mujeres, parece claro que hay otro asunto que necesita solución: las cada vez mayores injerencias de las religiones en las cuestiones públicas.

No voy a extenderme sobre cuán generosamente han contribuido las religiones en general y la católica en particular a establecer la subordinación de las mujeres y a que el sexismo persista. Pero sí quiero llamar la atención sobre lo pernicioso que puede llegar a ser la injerencia sistemática de las nociones religiosas en asuntos públicos, especialmente en casos tan sangrantes como la violencia sexista, pero también en otros no menos graves como la educación.

Los valores democráticos son la base de la convivencia al margen de creencias, opiniones, costumbres, cultura, sexo u orientación sexual. El pitorreo con que la inefable Conferencia Episcopal se toma esto está llegando a cotas muy preocupantes. Y es muy oportuno recordar todas estas cosas a raíz de afirmaciones que niegan y vulneran los derechos de las mujeres por parte de un imam musulmán, porque esos derechos no pueden ser objeto discusión. Pero no podemos olvidar que los obispos hacen ruedas de prensa para difundir su doctrina, que además financiamos entre toda la ciudadanía con la enseñanaza pública de la asignatura de religión. Ante una asunto de tamaña gravedad, ¿no deberíamos aparcar por un momento nuestras diferencias políticas para defender sin concesiones una sociedad laica y plural, respetuosa con las creencias religiosas siempre y cuando su práctica no vulnere derechos fundamentales y no interfiera en lo público?

Quién iba a sospechar que después de la postmodernidad volvería la premodernidad.

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