Reportaje:POSTAL DESDE LONDRES

Sobre tiburones y otros animales

Acontecimientos como el de la concesión del premio Turner al mejor autor británico de la temporada se plantean hoy como un paseo al borde del abismo mediático y mercantil de la cultura europea que tropieza con una malhumorada nostalgia del orden artístico. Henry Tate, fundador de la Tate Gallery, consiguió reunir, gracias al comercio del azúcar, una colección que hoy es un emblema del destino de tantos mausoleos del arte que concentran en sus puertas interminables colas de visitantes. Quién se lo iba a decir. Hasta un barco turístico decorado por Damien Hirst se encarga de pasear, Támesis arri...

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Acontecimientos como el de la concesión del premio Turner al mejor autor británico de la temporada se plantean hoy como un paseo al borde del abismo mediático y mercantil de la cultura europea que tropieza con una malhumorada nostalgia del orden artístico. Henry Tate, fundador de la Tate Gallery, consiguió reunir, gracias al comercio del azúcar, una colección que hoy es un emblema del destino de tantos mausoleos del arte que concentran en sus puertas interminables colas de visitantes. Quién se lo iba a decir. Hasta un barco turístico decorado por Damien Hirst se encarga de pasear, Támesis arriba Támesis abajo, a los peregrinos del arte londinense, desde la Tate Britain, en Millbank, hasta la Tate Modern, en la antigua Bankside Power Station. Admirado más que nunca por sus detractores, el director del emporio Tate, Nicholas Serota, no es precisamente un subversivo de la cultura, pero conoce perfectamente el efecto de la rápida negligencia de ciertas prácticas artísticas en la masa social.

Mañana se clausura la expo-

sición de los Turner Prize de 2003. De los cuatro finalistas, el jurado destacó el trabajo de Grayson Perry, un artista que decora jarrones con imágenes sobre la corrupción de la infancia. Perry también se hace fotografiar travestido de mujer en situaciones que recuerdan las visitas antropológicas a los poblados indígenas. Las vasijas de Perry son frenéticas y espantosas, tanto por su contenido abyecto como por su formalización. El rostro del artista, con sus largos rizos dorados, recuerda al de Kenneth Branagh en el papel del Dr. Frankenstein, como un hombre capaz de recomponer los fragmentos perdidos de su terrible infancia. Fantasmas sanguinolentos, niñas que empuñan hirientes falos, crímenes, escándalos sexuales... Existe un gran mercado para litografías de marilyns, vedutte venecianas, fotografías de pingüinos y osos polares, ¿por qué no para los pedófilos?

Tan cínicos como crueles, los hermanos Chapman se apropian de la serie goyesca Los desastres de la guerra para dibujar sobre los rostros del terror caretas de calaveras y monstruos. Los Chapman critican las miserias humanas, incluidas las que produce el mercantilismo, en unas esculturas ofrecidas de la forma más escandalosa posible, como la de los dos muñecos hinchables realizados en bronce que practican el sexo sobre una colchoneta de playa. Goya triturado por la batidora de Jeff Koons. Al lado de Grayson Perry y los Chapman, las propuestas de Anya Gallaccio y Willie Doherty parecían las más coherentes; la primera ofrecía unas vanitas hechas con material orgánico -flores, chocolate, azúcar, manzanas-, mientras Doherty narraba el conflicto irlandés entre protestantes y católicos en un vídeo (Re-run) que ilustra la huida hacia adelante de los sísifos contemporáneos.

Los Turner se han convertido en una caricatura de sí mismos. Tanto como la colección de Charles Saatchi, que desde que se ubicó, en octubre pasado, en el antiguo edificio del Ayuntamiento de Londres, aguarda cada día la visita de cientos de familias con niños atraídos por el sensacionalismo aerodinámico de un escualo conservado en formol. Hace unas semanas se supo que el predilecto Damien Hirst no se hablaba con el publicista, y que incluso le había pedido que le devolviera toda su obra, que además ha tenido que recomprar. Parece que este autor bisagra, que marcó un antes y un después en la larguísima historia del arte contemporáneo, se encontraba como un tiburón en una pecera, por eso ha puesto en traspaso su restaurante Pharmacy, el más cool de Notting Hill, para emprender nuevos proyectos, que no sabemos si serán la recompensa o el castigo a su audacia.

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