LA PRECAMPAÑA ELECTORAL

El candidato inaprensible

Toda la trama de la novela de Chesterton El hombre que fue jueves se resume en el interrogante acerca de una organización terrorista cuyos dirigentes reciben el nombre de los días de la semana y tan infiltrada por la policía que llega a ignorarse quién la dirige, si subversivos o policías. Pero si una situación como ésa no es tan descabellada, más lo parece la incertidumbre acerca de un candidato de cara a unas elecciones generales. En las recientes semanas el PSOE, tras su desastrosa gestión de la crisis madrileña, parece haber enderezado algo su rumbo. Ha aprendido, además, a desgrana...

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Toda la trama de la novela de Chesterton El hombre que fue jueves se resume en el interrogante acerca de una organización terrorista cuyos dirigentes reciben el nombre de los días de la semana y tan infiltrada por la policía que llega a ignorarse quién la dirige, si subversivos o policías. Pero si una situación como ésa no es tan descabellada, más lo parece la incertidumbre acerca de un candidato de cara a unas elecciones generales. En las recientes semanas el PSOE, tras su desastrosa gestión de la crisis madrileña, parece haber enderezado algo su rumbo. Ha aprendido, además, a desgranar su oferta, como hizo el PP en otras elecciones, y a realinear a independientes y a la generación que hizo la transición. En cambio, el candidato popular resulta hasta cierto punto inaprensible. No ha cometido errores de bulto, resulta más aceptable para el ciudadano que Aznar y da la sensación de más "presidenciable" que Zapatero. Pero parece agazapado tras su divisa preferida -"las elecciones no se ganan, se pierden"- a la espera de que la mayoría absoluta (o, en su defecto, la suficiente) le caiga de un árbol. Pero la primera sólo se ha producido en España por suicidio de los adversarios (1982) o por el descreimiento generalizado de que pueda tener lugar (en 2000). Y para la segunda es necesario definir un perfil. De Rajoy no acabamos de saber en qué consiste. Hasta los exégetas de la derecha -incluidos los del ramo del chantajismo- parecen ignorarlo.

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Lo único previsible en la campaña del PP es la omnipresencia de Aznar, objeto de próximo homenaje. Extraño líder el que se va, capaz de concitar con asiduidad el odio en media España o de inducir al aprecio de otra media por el simple hecho de ese previo repudio que despierta. De cualquier modo, ahora -y bien haría la izquierda en recordarlo- ya ha empezado a pertenecer a la arqueología. Es improbable que el "método Aznar" de ganar las elecciones a través de la tensión valga a estas alturas, y menos aun trasladado a un tercero.

Buena parte de la derecha trata de autoconvencerse de la desatinada convicción de que no sólo está en peligro la unidad de España sino que Boabdil asoma al otro lado de la esquina. Por mucho que se enarbole esta bandera, dos veces denigrativa para los socialistas, porque presupone una infinita capacidad receptiva ante las ideas de otros y una esterilidad absoluta para producir las propias, su efecto parece limitado. Si resultara que los deseos de convivencia y acuerdo se limitaran a un solo partido, nuestra sociedad pasaría por una crisis gravísima que nadie percibe en el horizonte. Los meteorólogos, habitualmente procedentes de la izquierda, que prevén estas tormentas recuerdan aquello de Borges acerca del seudopatriotismo argentino que venía a ser "una pobre cosa despavorida" a merced de cualquier chiste que se hiciera en Montevideo contra el vecino. Maragall no es el heredero de Dencàs, ni siquiera de Companys; más parece el de su homónimo y pariente, el poeta. Una crítica consistente hacia lo que defiende se debiera fijar más en las incógnitas de aplicación que en lo horripilante de su propuesta misma.

Pero Rajoy no acaba de perfilarse en este sentido. Una posición conservadora utilizaría más esa pasada ironía, esa capacidad para la precisión y la concreción y, en definitiva, esa apertura a la posibilidad de un diálogo que parecía el principal bagaje de su biografía. El peligro es que, al final, presenciemos el advenimiento de un ser fabuloso como ese mixto de humano y bestias varias que poblaban las mitologías de religiones ancestrales. Ya que se ha comenzado citando a Chesterton no hay que olvidar que Shaw, polemista asiduo con él y con Belloc, hablaba del Chesterbelloc como un "monstruo cuadrúpedo y vanidoso que suele causar muchas desgracias". ¿Existirá un Aznarajoy, compuesto de tantas desabridas experiencias de ocho años y de esperanzas recientes disipadas? Mala cosa sería, sin duda para todos pero también para el propio candidato del PP. Convengamos, de momento, que una carrera de verdad disputada nos está ofreciendo de momento alicientes a los ciudadanos.

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