Carmen Amoraga reúne a los pioneros del porno en 'La larga noche'

La autora novela la Barcelona de los años 20 y la historia de los hermanos Baños

La escritora valenciana Carmen Amoraga ha cambiado de registro en su tercera novela. El realismo mágico ha dado paso a la narración a veces descarnada de unos infelices que protagonizaron los inicios del porno español a partir de un misterioso encargo. Es la historia de una prostituta, un dandy homosexual y de un cámara, bajo las órdenes de los hermanos Baños, pioneros del cine en la Barcelona de los años 20.

Después de la buena acogida de público de Para que nada se pierda (Premio Ateneo Joven) y Todas las caricias, Amoraga se ha sumergido en esta su tercera novela...

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La escritora valenciana Carmen Amoraga ha cambiado de registro en su tercera novela. El realismo mágico ha dado paso a la narración a veces descarnada de unos infelices que protagonizaron los inicios del porno español a partir de un misterioso encargo. Es la historia de una prostituta, un dandy homosexual y de un cámara, bajo las órdenes de los hermanos Baños, pioneros del cine en la Barcelona de los años 20.

Después de la buena acogida de público de Para que nada se pierda (Premio Ateneo Joven) y Todas las caricias, Amoraga se ha sumergido en esta su tercera novela, La larga noche (publicada por Algaida), en un tiempo y en unos personajes que basculan entre la ternura, el erotismo, la miseria, la opulencia, la pornografía, la infelicidad y la culpa, a partir de la aventura de los hermanos Tavares (trasunto de los Baños), que reciben el encargo de un misterioso caballero madrileño de rodar películas porno.

La historia dice que este caballero fue el conde de Romanones, que recibía órdenes del rey Alfonso XII. El caso es que tres películas porno que el director del Instituto Valenciano de Cinematografía, José Luis Radó, ha depositado en la propia Filmoteca, han desatado la imaginación de Amoraga, que se impregnó del olor de las librerías de viejo de Barcelona para documentarse con profusión de los usos y costumbres de la época. "De los felices años veinte", apunta la escritora y periodista del Levante en tono irónico, instantes antes de recordar el uso legal y extendido de la cocaína y otras drogas.

La ambientación y algunos acontecimientos, por tanto, son reales y trabajados, así como algunos personajes. Los protagonistas, por el contrario, son pura ficción, fruto de la imaginación de la autora de una novela que, significadamente, ha llevado a su portada un cuadro de Egon Schiele.

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