En torno a una teoría básica del pulpo
Aunque residente en Madrid y procedente de la vieja Castilla, el domingo 26 de octubre no pude menos que recordar aquella teoría de arte gastronómico que un querido gallego me transmitió hace años, y que he venido practicando con éxito en los fogones, a saber, la Teoría Básica del Pulpo. Este teorema explica la razón por la que, para que un pulpo quede blando y sea fácilmente digerible, hay que sumergirlo y sacarlo tres veces en agua hirviendo.
El principio científico es sencillo y rotundamente eficaz. El pulpo es un animal combativo, acostumbrado a defender su territorio, resistente a ...
Aunque residente en Madrid y procedente de la vieja Castilla, el domingo 26 de octubre no pude menos que recordar aquella teoría de arte gastronómico que un querido gallego me transmitió hace años, y que he venido practicando con éxito en los fogones, a saber, la Teoría Básica del Pulpo. Este teorema explica la razón por la que, para que un pulpo quede blando y sea fácilmente digerible, hay que sumergirlo y sacarlo tres veces en agua hirviendo.
El principio científico es sencillo y rotundamente eficaz. El pulpo es un animal combativo, acostumbrado a defender su territorio, resistente a las bajas temperaturas y a los terrenos rocosos. Por lo tanto, tiene una carne musculada, resistente, compacta, a la vez que sabrosa, nutritiva y apreciada.
Por ello, si sumergimos directamente el animal en agua hirviendo, sus tejidos tenderán a contraerse, un último acto de resistencia tal vez, convirtiendo en imposible sacar partido alimenticio de la pieza.
Ahora bien, si al poderoso octópodo, le hacemos por varias veces contraer y relajar los músculos acabaremos venciendo su resistencia, fisurando su fortaleza, impidiendo su recuperación y podremos paladear sus nutritivos y sabrosos elementos.
Algo parecido hizo el Gobierno en funciones de Madrid, con Ruiz Gallardón y Carlos Mayor Oreja de cocineros, el 26 de octubre de 2003, jornada electoral madrileña.
No sólo se habían cobrado a la izquierda madrileña como pieza con el preciso arpón de Tamayo como instrumento, sino que durante toda la noche electoral hicieron pasar a los votantes progresistas madrileños de la euforia a la desilusión, del goce del éxito al amargor del fracaso, con una sádica utilización de los resultados electorales. Las encuestas mal, los primeros resultados bien, los segundos mejor, los terceros peor, a los cuartos recuperamos, casi, casi... canapés por si acaso -mientras en Génova debían estar ya rebosando, probablemente de risa- y justo en la línea de meta... Una pedorreta.
¡Es que os lo creéis todo, anda que no sois inocentes! Y así, con el cuerpo y la moral exhaustos, doblados como el pulpo por tanta contracción os esperamos en la próxima.
Qué pena de gobernantes, qué pena de servidores públicos infieles a su deber y qué pena por la izquierda. A esté paso, en marzo volverá a estar en la cazuela.