Editorial:

La Suiza irredenta

La Confederación Helvética es un Estado europeo atípico, compuesto por 26 cantones con una característica identitaria que los une: la voluntad, casi un celo obsesivo, de ser distintos a los demás en Europa. Con su centenaria neutralidad radical como norma, rechazan categóricamente su ingreso en la Unión Europea, en cuyo corazón territorial forman una isla que a muchos parecerá absurda. Hasta hace dos años se negaron incluso a ingresar en las Naciones Unidas.

Los resultados de las elecciones legislativas del pasado domingo son un indicio de que les va a ser muy difícil evitar los males q...

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La Confederación Helvética es un Estado europeo atípico, compuesto por 26 cantones con una característica identitaria que los une: la voluntad, casi un celo obsesivo, de ser distintos a los demás en Europa. Con su centenaria neutralidad radical como norma, rechazan categóricamente su ingreso en la Unión Europea, en cuyo corazón territorial forman una isla que a muchos parecerá absurda. Hasta hace dos años se negaron incluso a ingresar en las Naciones Unidas.

Los resultados de las elecciones legislativas del pasado domingo son un indicio de que les va a ser muy difícil evitar los males que surgen en su entorno en este siglo XXI con tanto éxito como evitaron los sufridos por el resto de Europa en el anterior. La victoria electoral del millonario Cristoph Blocher y de su Partido Popular Suizo (SVP), de claro mensaje populista y xenófobo, se parece tanto a los triunfos de Haider en Austria o Fortuyn en Holanda que pone en serias dudas la jaleada singularidad de los suizos. Con su mensaje en contra de Bruselas (sin estar en la UE) y de los inmigrantes -una quinta parte de la población-, a los que achaca la criminalidad por completo, Blocher hace lo mismo que los demagogos del resto de Europa. Ni siquiera un exiguo desempleo del 4% y una renta per cápita de las más altas inmunizan a los suizos del miedo a los nuevos tiempos.

Esta elecciones han supuesto el hundimiento de los dos partidos tradicionales de la derecha liberal y democristiana. Los socialistas logran caer sólo al segundo puesto y los Verdes aumentan algo, beneficiados por el miedo a Blocher. En el Gobierno estarán todos, como es tradicional desde hace décadas, y la política se hará por consenso en este sistema peculiar que cede el papel de la oposición a la población y a su sistema de referendos. Pero el giro hacia menos garantismo, leyes hostiles a inmigrantes y minorías, menos gasto en integración, menos calidad democrática en suma, ya se ha producido en esta isla de bienaventurados reales o imaginarios.

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