Columna

La última oportunidad de evitar un disparate

Cada vez que toca debatir sobre el corredor mediterráneo, al Sur del Ebro, sea en Madrid o en Bruselas, tengo que tragar bilis ante una cuestión de imposible respuesta técnica: ¿Cómo es posible que se gaste dinero con aeropuertos en Castellón y Murcia, estando a menos de una hora de Manises y El Altet respectivamente? No hay respuesta presentable ante ello. Como consecuencia todas las peticiones importantes: ferrocarril en el arco mediterráneo, conexiones intermodales de los puertos valencianos implicaciones del peaje en Europa para nuestros camiones, etc., quedan inmediatamente alteradas, ant...

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Cada vez que toca debatir sobre el corredor mediterráneo, al Sur del Ebro, sea en Madrid o en Bruselas, tengo que tragar bilis ante una cuestión de imposible respuesta técnica: ¿Cómo es posible que se gaste dinero con aeropuertos en Castellón y Murcia, estando a menos de una hora de Manises y El Altet respectivamente? No hay respuesta presentable ante ello. Como consecuencia todas las peticiones importantes: ferrocarril en el arco mediterráneo, conexiones intermodales de los puertos valencianos implicaciones del peaje en Europa para nuestros camiones, etc., quedan inmediatamente alteradas, ante la sensación de falta de coherencia que se detecta del Cenia para abajo.

Por ello, es muy importante el scope de María Fabra (EL PAÍS 28-IX-2003) sobre los recursos, de los actuales propietarios de los terrenos destinados al aeropuerto castellonense, destapados por la Unió de Llauradors que, públicamente, pide un nuevo justiprecio tras considerarse "engañados" por la Administración. Con estos recursos sobre el tapete la Generalitat de Francisco Camps tiene una ocasión única, ya en tiempo de descuento, de volver a plantearse este proyecto apadrinado por el presidente de la Diputación castellonense a la que el anterior gobierno autonómico se vio arrastrado, vaya a saber uno por qué razones.

Los proyectos de Castellón y Murcia no se sostienen, ni desde el punto de vista de política económica ni de transportes. Que el gobierno murciano reclame aeropuerto y ferrocarril simultáneamente, no justifica que los castellonenses sigan este mismo camino. En La Plana se esta gestando un proyecto que es objeto casi de rechifla, cuando no de escándalo. Fíjense que la única UTE (la castellonense Lubasa, 50%, FCC 40%, y una consultora local, 10%), que opta a la obra y gestión del futuro aeropuerto, sólo ha aceptado después de discutir el dinero que la Administración les pagará si no se alcanza el número de viajeros previstos (si el aeropuerto no llega en su primer año a los 200.000 viajeros, la sociedad pública Aeropuerto de Castellón, SL, pagará 5 euros por cada uno de menos, lo mismo que por cada uno que no llegue a los 600.000 en 2007).

Con la misma decisión que se dijo no a la cubierta del IVAM, mientras faltasen aulas en los colegios, hay que decir no, a un aeropuerto a un tiro de piedra de Manises, de rentabilidad más que dudosa, mientras la exportación de la inmensa mayoría de la producción industrial y agrícola y de su turismo, de esta gran provincias que es Castellón, siga dependiendo única y exclusivamente de la carretera.

Los recursos de los agricultores sobre las expropiaciones son una ocasión única y casi en el límite temporal, para que el presidente Camps dé una prueba de racionalidad y sentido común, pues si nadie lo remedia en Octubre veremos cómo Carlos Fabra empieza a hacer adjudicaciones.

Entonces ya me contarán con qué cara vamos a pedir ayuda económica, tanto europea como estatal, para que el corredor mediterráneo sea una realidad. Seguramente nos dirán que utilicemos los 5 euros por pasajero, que increíble y absurdamente, en Castellón se están comprometiendo a pagar.

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Gregorio Martín Quetglas es catedrático de Ciencias de la Computación y director del Instituto de Robótica de la Universidad de Valencia. (en representación del Laboratorio Integrado de Sistemas y Tecnología en Tráfico del Instituto de Robótica de Valencia).

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