Análisis:ANÁLISIS | NACIONAL

Tamborrada del PP

LOS DISCURSOS PRONUNCIADOS por Francisco Hernando, presidente del Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), y Jesús Cardenal, fiscal general del Estado, durante la solemne sesión de apertura -presidida por el Rey- del Año Judicial estuvieron dedicados a elogiar la política legislativa y ejecutiva del Gobierno; un acto institucional de Estado degeneró, así, en un festival de agitación y propaganda del PP. Ese mismo día, José Luis Rodriguez Zapatero planteaba a los parlamentarios del PSOE la eventual ruptura del Pacto de Estado por la Justicia firmado hace dos años con los popular...

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LOS DISCURSOS PRONUNCIADOS por Francisco Hernando, presidente del Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), y Jesús Cardenal, fiscal general del Estado, durante la solemne sesión de apertura -presidida por el Rey- del Año Judicial estuvieron dedicados a elogiar la política legislativa y ejecutiva del Gobierno; un acto institucional de Estado degeneró, así, en un festival de agitación y propaganda del PP. Ese mismo día, José Luis Rodriguez Zapatero planteaba a los parlamentarios del PSOE la eventual ruptura del Pacto de Estado por la Justicia firmado hace dos años con los populares ; los incumplimientos del acuerdo por el Gobierno, que ha abusado de la ingenuidad de unos socialistas reducidos a la condición de testigos falsos de un contrato, hacían inevitable ese desenlace.

Los discursos del presidente del Tribunal Supremo y del fiscal general del Estado convirtieron un solemne acto de Estado presidido por el Rey en un mitin político de apoyo al Gobierno

La tamborrada en honor del PP comenzó con un redoble del Fiscal del Estado, que piropeó la técnicamente deficiente ley de partidos como "un hito en la evolución de nuestro constitucionalismo" y justificó la reciente purga del ministerio público (de la que fueron víctimas los fiscales Jimenez Villarejo y Fernández Bermejo) con engañosos argumentos. Para contrarrestar los resultados de una reciente encuesta del CGPJ, según la cual el 41% de los usuarios cree que la Administración de la Justicia funciona "mal o muy mal" y otro 76% que "sigue igual o ha empeorado" durante los últimos tres años, Hernando pintó un embellecido paisaje de "la reforma y modernización" de la Justicia tras "un año duro en nuestro servicio a España" (aunque tal vez no a los españoles)

El presidente del CGPJ -"con las alforjas llenas de ilusiones" - trazó un balance "sin ambages laudatorio" de la Constitución, tanto mas meritorio cuanto que el amparo a los derechos y libertades de los ciudadanos frente al poder, garantizado política y judicialmente por "ese instrumento de convivencia", no había ocupado en el pasado un lugar preferente de su escala de valores. Según contó el diputado del PNV Anasagasti -nadie le ha desmentido- durante el último debate del estado de la nación, Hernando dijo públicamente en una audiencia de cortesía a los portavoces del Congreso que "el general Franco tenía una gran sensibilidad para la justicia".

El presidente del CGPJ llamó a la defensa de la intangilidad de la Constitución: no sólo frente a los terroristas, que pretenden derribarla por la fuerza, o a los nacionalistas, que practican la estrategia de los hechos consumados, sino también frente a fuerzas democráticas que proponen reformas funcionales mediante procedimientos previstos por la propia norma o a partidos "mas decididamente favorables al orden constitucional" que sostienen "representaciones de nuestra sociedad aparentemente bastantes para separar a unos de otros". Ese listado de violadores potenciales de la virginidad constitucional, ideado para incluir en la confusa amalgama a los socialistas, prueba que Hernando no habló en la apertura del Año Judicial con voz institucional propia sino como un simple terminal del PP. En su "franca devoción" a la Constitución, descrita como un paraguas -el desgraciado símil es suyo- para la convivencia, resuena la música de las Azores: esa norma protectora de las inclemencias del tiempo habría permitido que "nuestra patria ocupe un lugar verdaderamente destacado entre las naciones del mundo" y disponga de un tejido económico capaz de afrontar las crisis mejor que otros países "a los que hace bien pocos años observábamos con indisimulada admiración".

El presidente del CGPJ arengó a los responsables públicos "aun los judiciales" a que no se muestren "impasibles" ni se comporten como "meros espectadores" ante los intentos de sustituir "el orden jurídico" legalmente establecido por "el puro poder de hecho", aunque tales pretensiones "formalmente pudieran revestirse con el ropaje de propuestas de apariencia democrática". El confuso acertijo no resulta fácil de descifrar: o bien es una inútil perogrullada (la obligación de los jueces es hacer cumplir las leyes sancionando a quienes las conculcan), o bien se propone transmitir una oscura consigna militante ajena al Estado de derecho.

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