Columna

Canción protesta

Eran otros tiempos. Entonces, los jóvenes nos llenábamos la boca con canciones que tenían la pretensión ancha y literal de defender la dignidad bajo todas sus formas, y de cambiar el mundo. Canciones, como himnos, llenas de repartos de tierras, manos mestizas, denuncia de las opresiones, condena de los tiranos, desprecio de los fusiles. "No saben los cantores de agachadas -decía una de aquellas canciones de protesta- no callarán jamás ya frente al crimen". "Sólo le pido a Dios -decía otra- que el dolor no me sea indiferente". Y recuerdo sobre todo esta, por sus versos puros, trágicamente exact...

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Eran otros tiempos. Entonces, los jóvenes nos llenábamos la boca con canciones que tenían la pretensión ancha y literal de defender la dignidad bajo todas sus formas, y de cambiar el mundo. Canciones, como himnos, llenas de repartos de tierras, manos mestizas, denuncia de las opresiones, condena de los tiranos, desprecio de los fusiles. "No saben los cantores de agachadas -decía una de aquellas canciones de protesta- no callarán jamás ya frente al crimen". "Sólo le pido a Dios -decía otra- que el dolor no me sea indiferente". Y recuerdo sobre todo esta, por sus versos puros, trágicamente exactos, de Víctor Jara, a quien el golpe de Pinochet cortó primero las manos y luego asesinó en el estadio de Santiago de Chile, el 11 de septiembre de 1973: "Que el canto tiene sentido cuando corre por las venas de quien morirá cantando las verdades verdaderas".

Otros tiempos. En estos días, lo que ha levantado la polémica, o por lo menos el revuelo, ha sido la suspensión de un concierto que iba a celebrarse en un estadio dedicado a la memoria de un concejal popular asesinado por ETA y en el que estaba previsto que participara Fermín Muguruza, que además de cantante es miembro y candidato de Batasuna. Al respecto lo primero que me gustaría decir es que los artistas visibilizan cada vez más su filiación, su simpatía o su talante políticos, apoyando explícitamente causas o campañas, y que es perfectamente natural que esa vinculación tenga una influencia en el público. Natural y además saludable, como indicador de un consumo cultural activo y crítico.

Lo segundo, es que entiendo que si Fermín Muguruza pertenece a Batasuna es porque mantiene, en lo personal, una actitud frente al dolor, las opresiones y los fusiles -por seguir los argumentos de la canción protesta- que dista mucho de ser la mía; que no es santo de mi devoción ni tampoco de mi afición. Pero el asunto de la suspensión de algunos de sus conciertos con Manu Chao plantea otras cuestiones menos particulares, más rigurosamente políticas. Como la necesidad de evitar la confusión entre censura y boicot, por ejemplo. O la del papel de las instituciones públicas en la programación cultural.

Yo me opongo por principio a la censura, esto es, al veto y al recorte que el poder impone a la libertad de expresión. Soy en cambio una activa partidaria del boicot, que entiendo como esa acción, no del poder sino de los propios los ciudadanos que descartan, con más o menos publicidad y contagio, todo lo que -en forma de programa o de producto- atenta contra su sensibilidad o su ideología. El boicot me parece en ese sentido no sólo legítimo sino una de las expresiones más defendibles de la libertad de cada cual.

Lo que traducido al caso Muguruza, me hace preferir la opción que consiste en ceder -con todo, incluida la carga simbólica- el escenario para que actúe, informar a la gente de lo que hay, y dejar que ésta decida por su cuenta si acudir o no a concierto. Un estadio cerrado puede ser un signo de autoritarismo. Un estadio vacío o vaciándose mientras alguien actúa es una expresión de libertad, un canto de protesta.

En cuanto a la acción cultural de las instituciones, entiendo que es obligación de lo público compensar, no reforzar, las discriminaciones del mercado. No pasa mucho. Lo normal es que las instituciones programen, sobre seguro de llenazo, a los artistas del gran público. Lo que no tengo claro es si lo que hacen con los otros, con los "minoritarios" cae dentro de la tipología de la censura o del boicot. Lo dejo como tema para otro día.

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Hoy quiero acabar con dos canciones. La primera es esa, tan bonita, de Manu Chao que dice: "Me gusta viajar, me gusta la mañana, me gusta el viento, soñar, volver; me gustas tú". Seguro que a José María Martín Carpena y a todas las víctima de ETA también les gustaban esas cosas. Conviene recordarlo. La segunda no es de Fermín Muguruza sino, otra vez, de Víctor Jara. También es preciosa. Es una canción protesta contra "los que quieren ocultar la infamia", contra "los que hablan de libertad y tienen las manos negras". Un detalle.

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