MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL

De crucero por el Mediterráneo

Embarcamos en Barcelona el 7 de julio de 2003 en el Bolero, crucero de tara media (16.000 toneladas), con una capacidad para 950 pasajeros, distribuidos en 397 camarotes, y con una tripulación de 350 personas.

Botado en Bremenhaven (Alemania) hace 40 años, y, a pesar de su edad, en perfecto estado de navegación. Su velocidad máxima, 18 nudos (37 kilómetros por hora), su eslora (largo) 162 metros, su manga (ancho) 23 metros y su calado (parte sumergida) 7,5 metros. En fin, un barco perfecto para navegar por las tranquilas aguas del Mediterráneo.

Nada más zarpar, y siguiendo...

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Embarcamos en Barcelona el 7 de julio de 2003 en el Bolero, crucero de tara media (16.000 toneladas), con una capacidad para 950 pasajeros, distribuidos en 397 camarotes, y con una tripulación de 350 personas.

Botado en Bremenhaven (Alemania) hace 40 años, y, a pesar de su edad, en perfecto estado de navegación. Su velocidad máxima, 18 nudos (37 kilómetros por hora), su eslora (largo) 162 metros, su manga (ancho) 23 metros y su calado (parte sumergida) 7,5 metros. En fin, un barco perfecto para navegar por las tranquilas aguas del Mediterráneo.

Nada más zarpar, y siguiendo las normas internacionales de navegación marítima, realizamos la maniobra simulada de abandono del buque, lo que representa más de mil personas, cada una con su chaleco salvavidas puesto y amarrado, corriendo ordenadamente por los pasillos de las cubiertas inferiores, dirigiéndose cada una a su punto de evacuación previamente asignado. ¡Lo que debió de ser en el Titanic!

A los 740 pasajeros que viajábamos en esta ocasión nos dividen en dos turnos para las cenas y demás actividades grupales que se realizarán a bordo. Y ya que hablamos de comida: ¡aquí se viene a comer! Hay seis avituallamientos diarios, lo que representa de tres a cinco kilogramos más, cuando desembarcas, siete días después, al finalizar el viaje.

Los puertos a los que arribamos fueron: Cagliari, en Cerdeña; Bizerta, en Túnez; La Valetta, en Malta; Nápoles y Civitavecchia (Roma), en Italia, y Niza, en Francia. Destacaría sobre los demás La Valetta y Roma, una por bucanera y medieval y la otra por imperial y arquitectónica.

En el viaje todo está perfectamente cronometrado: llegadas a puerto, excursiones, visitas, comidas, espectáculos, zarpadas y algún que otro súper madrugón (a las seis de la mañana) por exigencias del guión horario, ya que en siete días visitas siete puertos y cinco países.

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Especialmente espectacular resulta la travesía del estrecho de Mesina, entre Sicilia y la punta de la bota italiana. La isla de Capri, junto a Nápoles. La Valetta, capital de Malta. Y, cómo no, Roma, la ciudad eterna.

Recomendado para cualquier edad, con niños o sin ellos, e incluso si se padece alguna incapacidad, pues la tripulación te ayudará en todo momento para que recuerdes siempre con agrado tu crucero por el Mediterráneo.

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