I. GARCÍA MARCOS | CRISIS EN EL AYUNTAMIENTO DE MARBELLA

Una inmensa obsesión

Cuando llegó al hospital comarcal desde Salamanca, Isabel García Marcos llegó también al PSOE de Marbella. Llegó en 1991 al mismo tiempo que su némesis, Jesús Gil, a quién, en puridad, le debe quien es ahora. Llegó, sin experiencia política, para perder las elecciones ya que ni las encuestas de los mejores amigos predecían un futuro que no pasara por la mayoría aplastante del partido-negocio GIL. Pero odia perder. No pega con su imagen y, por que no, atractivo, de mujer profesional e implacable.

Su relación con Gil ha sido enfermiza. Cada uno de los antagonistas se batieron con sus arma...

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Cuando llegó al hospital comarcal desde Salamanca, Isabel García Marcos llegó también al PSOE de Marbella. Llegó en 1991 al mismo tiempo que su némesis, Jesús Gil, a quién, en puridad, le debe quien es ahora. Llegó, sin experiencia política, para perder las elecciones ya que ni las encuestas de los mejores amigos predecían un futuro que no pasara por la mayoría aplastante del partido-negocio GIL. Pero odia perder. No pega con su imagen y, por que no, atractivo, de mujer profesional e implacable.

Su relación con Gil ha sido enfermiza. Cada uno de los antagonistas se batieron con sus armas preferidas en las mil y una escaramuzas que han protagonizado. Gil le insultaba de manera zafia (ha pasado del machismo cavernario de llamarle La Rubia y hasta zorra a referirse a ella como la señora García Marcos) y ella jugaba inteligentemente el arma de la Justicia. Le denunció centenares de veces (y no es una forma de hablar), e incluso llegó a conseguir su inhabilitación por 28 años y forzar su entrada en prisión, de la que le sacó un juez pacato por una dolencia coronaria. El reo se carcajeó de la Justicia al acudir días después a un partido del Atlético de Madrid en el Vicente Calderón. Con lo que se sufre ahí.

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Pero aunque la forma es más que correcta y García Marcos se dejó la piel trabajando, muchos de su propio partido se preguntan ahora si decenas de esas denuncias fueron estrictamente necesarias. Parece que fueron algo peor: fueron obsesiones.

Las innumerables querellas le sirvieron para que su atractivo de mujer enjuta y quijotesca se extendiera por toda España. Este ego sobredimensionado pasó de ser un instrumento útil a sí y al partido para ser el arma que acabó con la García Marcos de antes y el PSOE de Marbella de ahora.

Utilizó su popularidad legítimamente obtenida para hacer cosas bastante menos defendibles. Así se cargó políticamente a Francisco Zori, que le ganó las primarias de 1998, y a la agrupación del partido que no le votó. Calumnió, amenazó con irse a otro partido y llegó a decir que sus compañeros del PSOE amenazaban de muerte (posteriormente lo dijo de Gil y Julián Muñoz) a ella y a sus afines.

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En la actual crisis motivada por su adhesión (o impulso) de la moción de Jesús Gil contra el que fuera su recadero político, Julián Muñoz, también hay algo de eso. De la sensación de seguridad en sí misma y de respaldo popular ha pasado a la creencia de su invulnerabilidad, de estar por encima de todos y todo.

No se corta un pelo y asegura que la Corporación nacida de la moción de ayer la controlará ella. Le trae al fresco lo que piense el partido, ya que asegura que los que se equivocan son ellos, que por fin ha acabado con el GIL. Miente a sus compañeros de partido y a los medios una parte estrella, claro está. Así engañó a Diego Lara y Silvestre Puertas a los que les dijo que contaba con el apoyo de la Ejecutiva provincial (aún no lo tenía pero no dudaba ni un solo instante que lo iba a obtener por aclamación) y les citó a firmar la moción en una notaría de madrugada. Dijo que los compañeros que aún son afines no daban la cara porque tenían familiares "muy enfermos". Uno de ellos, José Jaén, dice que le recomendaron que se fuera "de vacaciones".

Algunas de las teorías físicas más reputadas hablan de que a cada átomo de materia corresponde otro de antimateria y que si casualmente en la inmensidad del espacio coinciden desaparecerían ambos. García Marcos y Gil, Gil y García Marcos, parecen tener su futuro escrito.

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