Columna

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Déjenme que les cuente una historia feroz. Francesco Cenci era un noble romano de finales del siglo XVI. Aunque la Roma de aquella época era extremadamente inhumana y violenta, Cenci había conseguido hacerse famoso por su crueldad, lo cual puede darnos una idea de su catadura. Estaba casado con Lucrecia Petroni, con la que tuvo siete hijos; echó de casa a los varones y secuestró a la hija pequeña, Beatriz, de catorce años, a la que torturaba y violaba delante de Lucrecia. Hasta que un día madre e hija contrataron a unos mercenarios y mataron a Cenci. Pero las dos mujeres acabaron siendo descub...

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Déjenme que les cuente una historia feroz. Francesco Cenci era un noble romano de finales del siglo XVI. Aunque la Roma de aquella época era extremadamente inhumana y violenta, Cenci había conseguido hacerse famoso por su crueldad, lo cual puede darnos una idea de su catadura. Estaba casado con Lucrecia Petroni, con la que tuvo siete hijos; echó de casa a los varones y secuestró a la hija pequeña, Beatriz, de catorce años, a la que torturaba y violaba delante de Lucrecia. Hasta que un día madre e hija contrataron a unos mercenarios y mataron a Cenci. Pero las dos mujeres acabaron siendo descubiertas y fueron juzgadas por el papa Clemente VII, quien, con poquísima caridad cristiana y evidente complicidad con el sádico Cenci, las condenó a morir atadas a la cola de un caballo salvaje (lo cuenta Enrique Redel en una nota del libro El clavel verde, de próxima aparición en Odisea Editorial).

Y ahora déjenme que les hable de otra historia atroz; mejor dicho, de un montón de historias sucedidas en España. La Federación de Mujeres Progresistas ha sacado un informe que recoge 95 sentencias de los últimos doce meses, todas ellas benévolas con los maltratadores de mujeres. En muchos casos se les rebajó la pena porque estaban borrachos, ya que la embriaguez se considera atenuante. Lo cual es una aberración, porque en la mayoría de los actos violentos contra las mujeres hay alcohol por medio; y además, no entiendo por qué si conduces con dos copas de más se te cae el pelo, pero, si le rompes el hígado a patadas a tu mujer y estás bebido, la ley te disculpa amablemente. Pero entre las asombrosas sentencias del informe hay cosas peores. Como lo de ese hombre que había violado a su hijita de cuatro años: el juez consideró como atenuante el hecho de que "la víctima ha quedado normal". ¿Pero qué es quedar normal? ¿Tenemos que agradecerle al padre que no la haya destripado además de violarla? ¿Cómo puede quedar "normal" psíquica y emocionalmente una niña violada a los cuatro años por su padre? Es un uso tan anormal de la palabra normal que no puedo evitar la angustiosa sospecha de que a ese juez lo de la violación le parece más bien una fruslería. La judicatura está llena de inclementes papas Clemente.

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