Crónica:LA CRÓNICA

Que no inventen ni ellos

- ¿De quién son las cosas que no huelen? Los amigotes desplazados a lo de Kuwait y a lo de Irak me cuentan que, cuando lo de Kuwait e Irak, desapareció el servicio GPS en la zona. Dejó de ser un bien general, y la señal GPS se emitía en codificado, de manera que sólo tenías servicio GPS si eras amigo del dueño del GPS. Es decir, amigo del Estado norteamericano. O amigo de los amigos que conforman el Estado norteamericano -últimamente estoy llegando a la conclusión de que el Estado posmoderno es un grupo de amigos que se conocen desde el pupitre; ahora que lo pienso, tras la era de Acuario el ...

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- ¿De quién son las cosas que no huelen? Los amigotes desplazados a lo de Kuwait y a lo de Irak me cuentan que, cuando lo de Kuwait e Irak, desapareció el servicio GPS en la zona. Dejó de ser un bien general, y la señal GPS se emitía en codificado, de manera que sólo tenías servicio GPS si eras amigo del dueño del GPS. Es decir, amigo del Estado norteamericano. O amigo de los amigos que conforman el Estado norteamericano -últimamente estoy llegando a la conclusión de que el Estado posmoderno es un grupo de amigos que se conocen desde el pupitre; ahora que lo pienso, tras la era de Acuario el Estado igual es, snif, amistad, amor y recalificación, hermano-. Bueno. La historia del GPS que no pita / que sólo pita para los amigotes es una metáfora de la ciencia y la tecnología, esa cosa que no es de todo el mundo. Un metáfora que ilustra el hecho de que, en fin, los GPS no son de quien los trabaja. Como casi todo, OK. La pregunta es, ¿de quién son los GPS que aún no existen?

El último invento del argentino Gerardo Adrián Natalucci es un "polvo descontaminador de agua"

- Un invento contra las cosas que apestan. Gerardo Adrián Natalucci (Buenos Aires, 1959) es, como su nombre indica, a) mecánico de motos, b) inventor. Ha inventado un adaptador para convertir sillas de ruedas ad hoc en sillas eléctricas -de ruedas, quiero decir-, una jeringa autodesechable y un aparato para que los bebés no se líen con las puertas. Su último invento es "un polvo descontaminador de aguas (sic)". Es decir, un polvo que, debidamente utilizado, como sucede comúnmente con todo lo que empieza con la alocución polvo, ofrece una serie de prestaciones sorprendentes. De hecho, Gerardo Adrián Natalucci ha venido hoy a la redacción de EL PAÍS para hacernos una prueba de su invento. La hace. En un cacharro echa agua. Luego echa petróleo crudo. Lo agita. Se produce en el cacharro el pequeño chapapote de la señorita Pepis. El cacharro huele a rayos. Echa los polvos. Los polvos convierten el petróleo en una pelotita. Filtra el agua con un colador. El agua se separa de la masa de petróleo. Huelo el agua. Huele a agua. De Barcelona. Pero agua. "Se podría beber". Y el petróleo que ha agrupado los polvos "se podría utilizar". "Mi idea es poner este polvo en bolsas biodegradables y arrojarlas al mar en caso de vertido (...). También se puede echar sobre los vertidos en mangueras, mezclado con agua de mar (...). Funciona muy bien en filtros para agua, con los que he empezado a investigar". Le pregunto a cuánto sale el polvo. "No sé. Nada. Pon que a un euro el kilo". Gerardo Adrián Natalucci, un hombre sencillo que inventa cosas sencillas -una rosa, un ombligo, un polvo que recoge petróleo son cosas sencillas, aunque incomprensibles-, me explica la historia de su invento.

- Detrás de todo gran hombre hay un cuñado. A mediados de los noventa Gerardo reparaba motos. Se le ponían las manos perdidas. La arruga de su cerebro encargada de fabricar inventos había empezado a pensar en ese tema cuando, de pronto, su cuñado se presentó en casa a pasar la tarde con dos películas, a saber: La mano que mece la cuna e Historia del Exon Valdés. "Vi el desastre de Alaska y hablamos del tema. Al día siguiente empecé a pensar cómo solucionar el problema de Alaska". Empezó a buscar algo que no solucionaran los dispersantes -"bajan el petróleo derramado en el agua al fondo del mar. Lo esconden, no solucionan nada"- o una bacteria rusa que devora el petróleo -"sólo funciona en determinadas condiciones climáticas"-. Gerardo hizo varios experimentos con varias técnicas; pero, pasado el calentón del momento, lo dejó todo en un rincón. Volvió a ese rincón cuando, un día, vivió en sus propias carnes el problema de un vertido petrolífero. "Se me cayó aceite de la moto en la piscina de goma de mi hija. Hice entonces unas mezclas con las que había experimentado en su momento y las tiré a la piscina. Funcionó un poco. Fui perfeccionando la mezcla hasta conseguir el producto definitivo". Me echa un poco de esos polvos en la mano. Huelen a algo vagamente familiar, que no ubico. "La base del producto es una materia natural y un producto industrial reciclable e inagotable".

- Los desintereses creados. A finales de los noventa hubo un vertido de Shell al sur de Buenos Aires. "Fuimos allá a hacer pruebas. La cosa funcionó, pero había tantos intereses creados que no se hizo nada. El municipio afectado no dejó limpiar nada hasta que se celebrara un juicio y se dieran indemnizaciones" -por lo visto, en un vertido de petróleo acostumbra a producirse el efecto Muxía: no sólo es rentable prolongar la recogida del vertido, sino incluso votar al partido que la prolonga-. "También hicimos pruebas en Repsol-YPG, Argentina. Funcionaron en laboratorio. Para aplicar el invento a gran escala teníamos que licitar una empresa. Y eso es mucho dinero". El invento, ¿podría funcionar en Galicia? "Aquello no es petróleo, es alquitrán. Supongo que sí. Aunque no lo sé, sinceramente. Habría que probarlo. No obstante, he probado los polvos con animales y sobre rocas, y funciona". Ahora somos varios compis en el despacho de redacción en el que Gerardo explica su historia. Vuelve a realizar otra demostración. Vuelve a funcionar. Nos volvemos a quedar de piedra. Uno, de hecho, se queda de piedra cuando ve un GPS que funciona. Si quieren contactar con el inventor -que, por cierto, necesita un inversor-: angel@movi.com.ar

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