Análisis:DESDE MI SILLÓN | TOUR 2003 | Novena etapa

Adiós con el corazón

¡Qué pena! Cuando todavía no hemos tenido tiempo de digerir por completo el alcance de la gesta de Mayo, se hace difícil tener que asumir que Beloki ya no está el el Tour. Es duro admitir que con todo lo que atacó en Alpe d'Huez, y que con todo lo que aún le faltaba por atacar, ya no lo va a poder hacer más. Y lo más duro en su caso son los meses y meses de trabajo que se vienen al traste el tan solo un instante. Cuando un corredor hipoteca toda su temporada con fines a rendir en un punto concreto del calendario, sabe el riesgo que corre y lo asume.

Puedes fracasar deportivamente, puede...

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¡Qué pena! Cuando todavía no hemos tenido tiempo de digerir por completo el alcance de la gesta de Mayo, se hace difícil tener que asumir que Beloki ya no está el el Tour. Es duro admitir que con todo lo que atacó en Alpe d'Huez, y que con todo lo que aún le faltaba por atacar, ya no lo va a poder hacer más. Y lo más duro en su caso son los meses y meses de trabajo que se vienen al traste el tan solo un instante. Cuando un corredor hipoteca toda su temporada con fines a rendir en un punto concreto del calendario, sabe el riesgo que corre y lo asume.

Puedes fracasar deportivamente, puedes tener una enfermedad o una caída. Poder, puedes, pero nunca crees que de verdad te va a pasar; aunque sepas que a veces pasa. Le pasó al mismo Galdeano o a Sevilla, que ni siquiera llegaron a pisar Francia; le pasó a Leipheimer; le ha pasado a Hamilton, aunque se niege a desistir, y ahora le pasa a Joseba. Un Beloki que empezó a preparar este Tour en cuanto se bajó del podio de París el año pasado; un Beloki que se sentía más rival que nunca del americano.

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Pero como dice el tópico, el Tour se gana día a día, pero se pierde en un suspiro. Y vaya si es cierto. Vaya si tienen mérito las cinco victorias de Indurain. No es solo cuestión de ir muy rápido sobre una bicicleta, ya podría ser solo eso. Es cuestión de evitar catarros por beber frío, de que no caiga un huevo mal conservado en la ensalada, de que ese bache traicionero no se interponga en mitad de la trazada, de que no se infecte en exceso esa rozadura que te produce el culotte, de que la montonera no se produzca justo delante tuyo, de que no coincida esa piedra en la carretera con el momento ciego en el que pasas del sol a la sombra...

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