La bobería por bandera
La visión de películas como Últimas vacaciones o esta titulada El
raíd, paradigmas de lo que en otro tiempo se solía conocer como el cine comercial europeo, arroja la sospecha de que algo no precisamente agradable está pasando con nuestra común cultura cinematográfica. No es que se nos ocurra compararlas, qué más quisieran, con los humildes productos construidos otrora para el lucimiento de viejos iconos de masas, de Louis de Funes a Paco Martínez Soria, de Fernandel a Peppino di Filippo o el gran Totó, por poner algunos ejemplos.
Pero, además de buenos dine...
La visión de películas como Últimas vacaciones o esta titulada El
raíd, paradigmas de lo que en otro tiempo se solía conocer como el cine comercial europeo, arroja la sospecha de que algo no precisamente agradable está pasando con nuestra común cultura cinematográfica. No es que se nos ocurra compararlas, qué más quisieran, con los humildes productos construidos otrora para el lucimiento de viejos iconos de masas, de Louis de Funes a Paco Martínez Soria, de Fernandel a Peppino di Filippo o el gran Totó, por poner algunos ejemplos.
Pero, además de buenos dineros invertidos en su realización -aquí no faltan ni helicópteros, ni especialistas, ni, es de suponer, abundantes semanas de rodaje-, ¿de qué imaginario dan cuenta estas inanidades? ¿Qué son y qué intención tienen, a fin de cuentas, estas naderías?
EL RAÍD
Director: Djamel Bensalah.
Intérpretes: Hélène de Fougerolles, Roschdy Zem, Atmen Kelif, Lorant Deutsch, Josiane Balasko, Gérard Jugnot.
Género: comedia de aventuras, Francia, 2002.
Duración: 94 minutos.
El
raíd, sin ir más lejos, intenta la difícil conjunción entre el cine de acción y la comedia. Pero lo hace con chistes de tercera mano, con situaciones que no osaría poner en un guión ni el peor de los estudiantes de cine de hoy mismo, y con unos actores (¡¿qué hace aquí Hélène de Fougerolles, por el amor de Dios?!) que parecen tener prisa en acabar con sus vacuos parlamentos para dedicarse a otra cosa. Se trata de una golosina visual, un chicle para la mirada. Películas como ésta ni son frescas, ni divertidas, ni ocurrentes: son pura y simplemente olvidables tonterías en las que no conviene perder ni un minuto de nuestro tiempo.