Reportaje:¿DEBE ESTE HOMBRE PRESIDIR EUROPA?

Un empresario de fortuna incierta

En 1979, Silvio Berlusconi era un empresario de la construcción que a sus 43 años empezaba a probar suerte en el negocio televisivo, con una primera emisora milanesa, y acababa de entrar en el mundillo editorial comprando una participación en un periódico dirigido por el periodista Indro Montanelli. Pero cuando un amigo común le presentó a la antigua propietaria del Corriere della Sera, Giulia Maria Crespi, La Zarina, como era conocida en Milán, se limitó a dirigirle una mirada furtiva. Una reacción que ilustra el desprecio que despertaba entonces el joven empresario en el ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En 1979, Silvio Berlusconi era un empresario de la construcción que a sus 43 años empezaba a probar suerte en el negocio televisivo, con una primera emisora milanesa, y acababa de entrar en el mundillo editorial comprando una participación en un periódico dirigido por el periodista Indro Montanelli. Pero cuando un amigo común le presentó a la antigua propietaria del Corriere della Sera, Giulia Maria Crespi, La Zarina, como era conocida en Milán, se limitó a dirigirle una mirada furtiva. Una reacción que ilustra el desprecio que despertaba entonces el joven empresario en el establishment económico y social italiano. Veinticuatro años después, el palazzinaro [constructor de pisos] dirige por segunda vez el Gobierno del país, y para complacerle, los actuales propietarios del Corriere -la élite económica italiana- no han tenido inconveniente en sacrificar al director del diario, Ferruccio de Bortoli, detestado por Il Cavaliere.

El éxito de Berlusconi se debe, en parte, al hábil uso de las encuestas. Il Cavaliere vive rodeado de abogados y de expertos en sondeos
El nuevo presidente de turno europeo es, además de un político de éxito en Italia, el ciudadano más rico del país y uno de los más ricos del mundo
Desde que se lanzó a la política, en 1994, su vida y obras han hecho correr ríos de tinta en Italia. Su biografía es bien conocida, pero hay en ella 'zonas de sombra'
Más información

Bajo la dirección de De Bortoli, el Corriere, conservador e institucional, había seguido atentamente los procesos judiciales de Berlusconi, despertando una antipatía mortal en el principal protagonista. La justicia, y los magistrados de Milán en particular, han sido siempre la obsesión de Il Cavaliere -implicado en una docena de casos en el último decenio-, que ha dedicado los dos primeros años de Gobierno a arrinconarles con oportunas leyes aprobadas a golpes de mayoría parlamentaria. La última jugada maestra ha sido la ley de inmunidad, que le evitará nuevos procesos hasta 2006, cuando finaliza su mandato. Una ley escandalosa sobre todo por la celeridad con la que fue aprobada, el 18 de junio, y con la que entró en vigor, tras la firma del presidente de la República, apenas una semana antes de que Berlusconi asuma la presidencia europea.

Europa es palabra sagrada en Italia, y ni siquiera la oposición ha resultado convincente en sus críticas a la ley "salva-Berlusconi", pensada, se dice, "para evitarle humillaciones al país". Se desvanece así su última pesadilla, la de hacer una brutta figura (quedar mal) ante los 300 millones de europeos que a partir de ahora le mirarán escrutadores. Los centros de poder de Bruselas aparecen ahora en el horizonte como una nueva dimensión política, un espacio de ensayo en el que Il Cavaliere podrá aplicar sus "recetas italianas", consistentes en grandes dosis de optimismo, sonrisas de anuncio, palmadas en las espaldas de los restantes líderes, bromas y chistes para superar la tensión de los Consejos europeos.

Clientes del primer ministro

Queda, sin embargo, otra pequeña anomalía pendiente. El nuevo presidente de turno europeo es, además de un político de éxito en Italia, el ciudadano más rico del país y uno de los más ricos del mundo. El imperio familiar, Fininvest, valorado en casi 12.000 millones de euros, da empleo a 20.000 personas y está presente en un abanico tan amplio de sectores, que en Italia se hacen chistes sobre la imposibilidad de consumir cualquier cosa sin convertirse en cliente del primer ministro. Il Cavaliere es dueño de la principal editorial del país, Mondadori; su nombre está ligado al grupo de servicios financieros Mediolanum, dirigido por un viejo amigo y socio, Ennio Doris; posee una productora y distribuidora de cine, Medusa, y, sobre todo, controla el principal grupo de televisión privada de Italia, Mediaset.

Cuando, el pasado 28 de mayo, Berlusconi tomó asiento en la tribuna de personalidades en el estadio Old Trafford para presenciar la final de la Copa de Campeones, lo hacía en su triple condición de primer ministro italiano (los dos equipos finalistas lo eran), presidente del Milan y gran patrón de la televisión, porque fue una de las emisoras de su propiedad, Canale 5, la que transmitió en directo el encuentro. Mediaset no es sólo una máquina de hacer dinero; gracias a la publicidad que recibe (y contrata a través de otra empresa de la casa, Publitalia), es, sobre todo, un estupendo escaparate donde mostrar la filosofía de su dueño, que considera la Coca-Cola un símbolo universal de libertad.

Por más que un grupo de intelectuales y políticos de oposición se empeñe en airear periódicamente el fantasma del conflicto de intereses, Il Cavaliere maneja el argumento con la maestría de un guionista de culebrón, que reserva una sorpresa en cada episodio. En vísperas de las elecciones de 2001, cuando la prensa internacional le vapuleaba de forma virulenta, Il Cavaliere llegó a anunciar durante una visita a Bilbao su voluntad de deshacerse de sus televisiones. El magnate australiano Rupert Murdoch desembarcó en Italia y hubo intensos rumores sobre una posible venta de Mediaset. Dos años después, nadie habla ya de esa venta, y la ley que regulará el conflicto de intereses aprobada por el Gobierno (y en espera de la luz verde del Parlamento) se limitará a obligarle a renunciar a la presidencia del Milan. Pero nada de esto parece escandalizar a sus compatriotas, hechizados por su poderío.

El éxito de Berlusconi se debe, en parte, al hábil uso de las encuestas. Il Cavaliere vive rodeado de abogados y de expertos en sondeos. Alessandro Amadori, psicólogo experimental, explicaba recientemente al diario La Repubblica que los institutos de sondeo a las órdenes del primer ministro han creado una especie de "gran oreja" para averiguar los temas que interesan a la gente. "Todo el programa político de la Casa de las Libertades [la coalición que gobierna Italia] está construido así", dice Amadori. "Berlusconi ha aplicado a la política la técnica de empresa y vende sus productos políticos igual que si fueran bollos o máquinas".

Gracias a esta "gran oreja" y a su olfato natural, Il Cavaliere ha conseguido conectar con amplias masas de compatriotas. Puede que el Ejecutivo que preside no haya logrado estimular el crecimiento económico, y que el balance de dos años de gestión sea en muchos aspectos decepcionante, pero en sus intervenciones televisivas ha repartido hábilmente las culpas entre la crisis internacional, el 11-S y la oposición "destructiva", convenciendo a sus votantes de que, en el fondo, no le dejan trabajar. Su estilo es efusivo, arrollador, siempre optimista, con una falsa apariencia de espontaneidad. Un estilo que busca siempre seducir, caer bien, aunque a veces obtenga el efecto contrario, como cuando, poco después del 11-S, causó un incidente diplomático al defender la superioridad de Occidente frente al islam. O como cuando, al término de una reunión de ministros de Exteriores de la UE celebrada en Cáceres, posó para los fotógrafos poniéndole los cuernos al representante español, Josep Piqué, escandalizando a los socios europeos.

Las 'travesuras' de Berlusconi

Con todas estas travesuras, Il Cavaliere pretende únicamente quitarle seriedad a la política. Desdramatizarla y hacerla asequible a las masas. Por eso celebró un Consejo de Ministros de broma, al principio de su mandato, con un grupo de escolares que visitaba la sede del Gobierno. Otro elemento clave en el estilo Berlusconi es la exhibición de su poderío económico. Desde el principio tomó las riendas del Gobierno sin renunciar a su perfil de empresario. Por eso utiliza a veces los aviones de Fininvest en algunos viajes, y sus colaboradores políticos más estrechos -Marcello dell'Utri, Cesare Previti o Enrico Letta- son antiguos empleados suyos.

En lugar de instalarse en la sede oficial, Palazzo Chigi, gobierna desde su despacho de Palazzo Grazioli, un imponente edificio en el centro de Roma que era ya la sede de su partido Forza Italia. En los salones decorados con frescos trabaja, dicen los suyos, hasta altas horas de la madrugada. Y aprovecha las breves escapadas a cualquiera de sus residencias para reunir a los principales líderes de la coalición cuando es necesario leerles la cartilla. Mansiones no le faltan. Tiene seis villas en Costa Esmeralda (Cerdeña) -"Tengo cinco hijos. Como todo buen padre, quiero evitar peleas...", declaró un día al periodista amigo Bruno Vespa-, una espléndida mansión (alquilada por un largo plazo) en Portofino (Liguria), una residencia en las Bermudas (pegada a la del multimillonario americano Ross Perot), una casa de campo cerca de Milán, en Macherio (donde reside su segunda esposa, Verónica Lario, con sus tres hijos), y, sobre todo, un palacio principesco donde vive solo con la servidumbre: la fabulosa Villa San Martino de Arcore, a las afueras de la capital lombarda, el Buckingham palace berlusconiano, comprado a la heredera de los marqueses Casati Stampa de Sondrio, en 1974, por la modesta cifra de 500 millones de liras (unos 45 millones de pesetas).

Compras y tragedias

Una compra ensombrecida por una tragedia: el marqués asesinó a su esposa y al amante de ésta en 1970, y la jovencísima heredera se encontró en una posición lo bastante desorientada como para plegarse a las condiciones ofrecidas por el que era su abogado, Cesare Previti, y al mismo tiempo asesor legal de Il Cavaliere. La operación ha sido narrada en sus detalles más turbios por el periodista Giovanni Ruggeri en su libro Berlusconi. Los negocios del presidente. Pese a las amenazas iniciales, contra el libro no llegaron a presentarse querellas.

No es el primer sapo que ha tenido que tragarse Berlusconi. Desde que se lanzó a la política, en enero de 1994, su vida y obras han hecho correr ríos de tinta en Italia. Su biografía es bien conocida, pero hay en ella zonas de sombra impenetrables. Nadie ha conseguido aclarar todavía los verdaderos motivos de la presencia en su villa de Arcore, a mediados de los años setenta, de un famoso mafioso, Vittorio Mangano. Oficialmente, Mangano estaba al cuidado de los establos, contratado para ello por Dell'Utri, palermitano como él. Pero la mayor incógnita sigue siendo el origen de la fortuna de Il Cavaliere, que muchos consideran de procedencia mafiosa.

Indro Montanelli, decano de los periodistas italianos, gran conocedor del personaje, que salvó a su periódico -Il Giornale- de los acreedores en 1977, consideraba infundada esta "leyenda". "La historia de su colaboración con la Mafia no la creo", declaraba al diario Le Monde poco antes de morir, en julio de 2001. "Sí me parece probable, en cambio, que haya reciclado dinero sucio. Quizá ni siquiera sabía que era dinero de la Mafia, pero los orígenes de su fortuna no se explican de otro modo". Confalonieri, viejo amigo del primer ministro, da otra explicación: "Berlusconi era un joven de increíble talento que empezó en los negocios invirtiendo la indemnización cobrada por su padre (unos 14.000 dólares) en la construcción de casas. Así empezó todo".

Pero la historia no es tan sencilla. Es cierto que Silvio Berlusconi, el mayor de los tres hijos de Luigi Berlusconi, empleado en la Banca Rasini de Milán, y Rosa Bossi, nacido el 29 de septiembre de 1936, dio enseguida muestras de un extraordinario talento comercial. Los tiempos que le tocó vivir eran duros. Tras la huida del padre a Suiza en 1943, para evitar, como otros miles de italianos, ser enrolado a la fuerza por Mussolini en el ejército alemán, Berlusconi estudiará interno parte del bachillerato, bajo un régimen espartano, en un instituto de los Salesianos. Un compañero de clase declarará años después: "Hacía los deberes deprisa y se dedicaba luego a ayudar a otros chicos a cambio de caramelos, cualquier objeto o, sobre todo, alguna moneda de 20 o de 50 liras". Con innumerables sacrificios, y ayudándose con trabajos esporádicos, el futuro Cavaliere estudia derecho en Milán. Es la época "canora", cuando Berlusconi, acompañado al piano por Confalonieri, anima los cruceros Costa que navegan por el Mediterráneo, cantando clásicos franceses o canciones de Frank Sinatra. Años después añadirá episodios inventados a este periodo para amenizar las reuniones de los vendedores de Publitalia, la empresa que habría de ser también la matriz de su partido, Forza Italia.

El futuro empresario-político termina la carrera de derecho con excelentes notas y se lanza a los negocios. Son los años sesenta, época del boom, que ha generado ya una pequeña burguesía en busca de estatus. No es casual que Berlusconi opte por la construcción. Con dinero del padre y con fondos prestados de la Banca Rasini, en la que trabajaba éste (años después implicada en redes mafiosas), el joven empresario comenzará su andadura, no demasiado exitosa. La siguiente operación importante, la construcción de una ciudad-dormitorio con servicios, Milán Dos, pensando en los profesionales acomodados, resultará más rentable.

Se trata de un proyecto ambicioso. ¿Cómo financiarlo? Y aquí empiezan los misterios, porque el dinero le llegará al joven constructor de una financiera suiza absolutamente impenetrable. Las mil y una investigaciones llevadas a cabo por la Guardia de Finanzas, y por avezados periodistas ansiosos de apuntarse una exclusiva, han sido inútiles. El sistema bancario suizo es completamente opaco, y el interesado parece poco dispuesto a descubrir quién le prestó el dinero. Berlusconi construye Milán Dos después de una batalla gigantesca para desviar las rutas de los aviones que despegan del vecino aeropuerto de Linate. Batalla ganada gracias a importantes ayudas políticas. La ciudad tiene servicios de todo tipo. Junto a los bloques de apartamentos hay hotel, ambulatorio, guarderías y escuelas, polideportivo, sauna y piscina, e incluso una televisión para la barriada. De ese embrión surgirá primero Telemilano, y en 1980, Canale 5, origen del imperio Mediaset (al que se agregarán después Italia 1 y Retequattro, compradas por Il Cavaliere a dos empresarios editoriales hartos de afrontar pérdidas).

Cavaliere del Lavoro

Los años previos a la fundación de Canale 5 son sumamente intensos para Berlusconi, nombrado en 1977 Cavaliere del Lavoro, un título que ostentan centenares de empresarios italianos, pero que, por alguna razón, él ha colonizado hasta convertirse en Il Cavaliere por excelencia. El empresario milanés, surgido de la nada, hecho a sí mismo, es un cuarentón peinado con media melena, tras la que se oculta una incipiente calvicie. Vive volcado en la contratación de publicidad para la nueva televisión comercial que prepara, y es capaz de almorzar tres veces al día con otros tantos hipotéticos clientes para agilizar el proceso. Casado desde marzo de 1965 con Carla Elvira dall'Oglio, hija de un pequeño empresario genovés, la pareja tiene dos hijos: María Elvira (Marina), nacida el 10 de agosto de 1966, y Pier Silvio, nacido el 28 de abril de 1969.

Once años más tarde conocerá a su segunda esposa, Verónica Lario, nombre artístico de la actriz Miriam Bartolini, con la que mantendrá una larga relación semisecreta, alojándola en la sede oficial de Fininvest, Villa Borletti, en Milán. Hasta 1990, Il Cavaliere no formaliza la unión con la que más de una vez ha definido como la "mujer de su vida" y "la más bella del mundo". Al discreto matrimonio civil -para entonces la pareja tiene ya tres hijos: Bárbara, Eleonora y Luigi- asiste su gran amigo y valedor, Bettino Craxi. El líder socialista, al frente del partido desde finales de los años setenta, será decisivo en la carrera televisiva de Berlusconi. Cuando, en 1983, asume la jefatura del Gobierno, Craxi se preocupa de dictar leyes que permitan a Il Cavaliere consolidar una red nacional de emisoras, algo prohibido por ley hasta entonces. La batalla concluirá en 1990, cuando el Gobierno del CAF (Craxi, Andreotti y Forlani) apruebe una ley de televisión bautizada con el nombre de su artífice, el ministro Oscar Mammí, que consolida la posición de Berlusconi al permitirle poseer tres emisoras nacionales, que recaudan una cifra fabulosa en publicidad.

El empresario obtiene amplias líneas de crédito en dos institutos: el Monte dei Paschi di Siena y la Banca Nazionale del Lavoro. Según Giuseppe Fiori, autor de una biografía de Berlusconi -El vendedor-, detrás de tanta generosidad están los lazos secretos de amistad que se anudan en torno a la logia masónica Propaganda-2, de Licio Gelli, en la que el magnate televisivo se inscribió en 1978. "A la P-2 no le he pedido nunca ningún favor, ni he recibido nada de ella", declarará después ante la comisión de investigación parlamentaria sobre la logia.

El escándalo 'Tangentopoli'

El asunto de la P-2 no llegará a rozarle, pero sí el terremoto Tangentopoli. La armonía político-empresarial entre el Gobierno del CAF y Berlusconi termina abruptamente en 1992, cuando los jueces del movimiento Manos Limpias destapan el gigantesco escándalo de corrupción que implica a políticos y empresarios de todo el país. Centenares de parlamentarios, la mayor parte democristianos y socialistas, reciben citaciones judiciales. Craxi y Andreotti terminan ante los tribunales también. El primero opta por el exilio en Túnez, donde morirá en 2000. El segundo aguanta el temporal y se somete a la justicia. El gran partido católico resultará barrido del mapa en pocos meses, igual que el PSI.

Sin amigos ni protectores, consciente de que la izquierda está destinada a gobernar y de que su imperio (lastrado entonces por una deuda de más de 22 millones de euros) no sobrevivirá a la experiencia, Berlusconi intenta poner en pie una coalición moderada. Todo inútil. Finalmente, opta por ponerse él mismo al frente de un complejo entramado en el que hay un partido fascista, otro separatista y restos de la democracia cristiana. Y encarga a un profesor de ciencias políticas, Giuliano Urbani, que le organice el programa. Las razones de Il Cavaliere para entrar en la batalla electoral eran claras. Según el periodista Bruno Vespa, autor de varios libros políticos, el propio Urbani le explicó una vez: "Al principio encontré en Berlusconi un cóctel de sentimientos en el que la alarma individual era la componente dominante". Endeudado, mal visto por la izquierda, y con los fiscales de Milán pisándole los talones, Il Cavaliere, que ha despreciado siempre a los políticos, se lanza a la arena en 1994. Obtiene un triunfo inesperado, pero su Gobierno dura sólo siete meses. En 1996 repite el intento y fracasa. En 2001 ha conquistado de nuevo el poder, y se dispone a convertirse en el primer jefe de Gobierno italiano que agota una legislatura. Si todo marcha bien, Berlusconi acaricia la idea de ser elegido después presidente de la República. Un camino ascendente del que la presidencia europea puede ser la fase crucial.

Berlusconi muestra el 'Contrato con los italianos' en un programa de televisión.AP

Archivado En