Sobriedad y emoción

Madrileña de 1962, hija del productor Elías Querejeta y de la diseñadora de vestuario Maiki Marín, Gracia Querejeta se interesó en su infancia por la danza clásica, más tarde por la filosofía, licenciándose finalmente en Historia Antigua.

Tras intervenir como figurante en Las secretas intenciones, de Eceiza y Las palabras de Max, de Martínez Lázaro, y como auxiliar de dirección en Dulces horas (1981), de Saura, optó por el cine.

En 1989 dirigió su primer corto, Tres en la marca, que formaba parte de la película colectiva ...

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Madrileña de 1962, hija del productor Elías Querejeta y de la diseñadora de vestuario Maiki Marín, Gracia Querejeta se interesó en su infancia por la danza clásica, más tarde por la filosofía, licenciándose finalmente en Historia Antigua.

Tras intervenir como figurante en Las secretas intenciones, de Eceiza y Las palabras de Max, de Martínez Lázaro, y como auxiliar de dirección en Dulces horas (1981), de Saura, optó por el cine.

En 1989 dirigió su primer corto, Tres en la marca, que formaba parte de la película colectiva Siete huellas, que sigue inédita. Después realizó dos documentales, El viaje del agua, con Jesús Ruiz y Nacho Pérez de la Paz, que recibió el Goya de su especialidad en 1990, y, ya en solitario, el capítulo de La adolescencia de la serie El hombre y la industria. Su primer largo, Una estación de paso (1992), obtuvo el Premio Ópera Prima de la Semana de Cine de Valladolid. Su segundo largo, rodado en Inglaterra, El último viaje de Robert Rylands, se inspiraba en la novela Todas las almas, de Javier Marías, y originó una fuerte polémica con el autor. Tras Cuando vuelvas a mi lado (1999), premiada en San Sebastián, ha filmado Héctor, aún inacabada, drama que gira en torno a las relaciones familiares.

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Las películas de Gracia Querejeta "se asoman a los misterios de la figura paterna, hablan de amores difíciles o frustrados y cuentan historias de iniciación y descubrimientos vitales", dice el historiador cinematográfico Carlos F. Heredero.

Por su parte, la realizadora reconoce que, "entre la sobriedad y el exceso", opta siempre por lo primero, y que le interesan "las películas que hablan de personas y de relaciones entre personas, y que por ello es natural acabar contando historias que tocan temas familiares, porque el género humano vive en familias, necesita vivir en comunidad. No hay en mí una obsesión programada por ahondar en esos temas, sino que surgen de forma natural".

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