Reportaje:

Un Estado de gran bienestar y muy competitivo

Finlandia ofrece amplias prestaciones sociales compatibles con un 3,7% de excedente fiscal y altas dosis de eficiencia

Paula Lehtomaki tiene sólo 30 años, pero ya es ministra en Finlandia. Fue elegida para el puesto por Anneli Jäättennmäki, jefa de Gobierno desde el año pasado y que lleva las riendas del país nórdico junto a Jarja Halonen, la presidenta. Las mujeres mandan en Finlandia. Su ascenso al poder es en parte fruto de una política de protección social ambiciosa que ha facilitado, entre otras cosas, que las mujeres combinen su vida laboral y familiar. Finlandia disfruta de un fuerte Estado del bienestar que no ha impedido que el país tenga uno de los excedentes más robustos de la Unión Europea (UE) y s...

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Paula Lehtomaki tiene sólo 30 años, pero ya es ministra en Finlandia. Fue elegida para el puesto por Anneli Jäättennmäki, jefa de Gobierno desde el año pasado y que lleva las riendas del país nórdico junto a Jarja Halonen, la presidenta. Las mujeres mandan en Finlandia. Su ascenso al poder es en parte fruto de una política de protección social ambiciosa que ha facilitado, entre otras cosas, que las mujeres combinen su vida laboral y familiar. Finlandia disfruta de un fuerte Estado del bienestar que no ha impedido que el país tenga uno de los excedentes más robustos de la Unión Europea (UE) y se haya convertido en la segunda economía más competitiva del mundo, según el Foro Económico Mundial.

"La mitad de mis ingresos son para Hacienda, pero es que yo gano mucho", admite Vappu Taipale, directora general de Stakes, un instituto publico de investigación social con sede en Helsinki. Como a ella, a la mayoría de los finlandeses no parece importarles que su país sea, tras Suecia y Dinamarca, el que soporta una mayor presión fiscal de la UE: los ingresos por impuestos representan un 46,3% del producto interior bruto (PIB), frente al 35% de España. Y tanto el IVA como los impuestos especiales se sitúan entre los más elevados de la UE.

Prioridad al sector público

Taipale está de acuerdo con el hecho de que los impuestos se coman un 48% de su salario (las rentas mas altas pagan un 63%) porque, a cambio, el Estado destina un 42% del gasto público a protección social. Mientras tanto, el 13% va para educación y la sanidad absorbe otro 12%. La escuela primaria y secundaria son gratuitas (y la universidad, casi) y los alumnos reciben una comida gratis diaria. Tampoco hay que pagar la sanidad y, aunque existen quejas por las listas de espera, casi todos prefieren lo público al negocio privado, que tiene una presencia escasa.

"El efecto de estas políticas mejora la vida de los ciudadanos", concluye Taipale. La baja por maternidad alcanza los 11 meses y la mujer llega a cobrar un 75% del salario. En el caso de los hombres, el periodo puede llegar a las siete semanas. Cuando el niño nace, el Estado regala a los padres una cesta con todo lo necesario para cuidar al bebé durante las primeras semanas de vida. La familia recibe al menos 100 euros al mes por cada hijo hasta que cumple 17 años. Hay miles de guarderías municipales gratuitas para niños de hasta siete años y las plazas están garantizadas.

"Estas ayudas han allanado el camino para que las mujeres puedan trabajar y tener hijos", cuenta Taipale. En Finlandia, el 70% de los parlamentarios son mujeres. En el nuevo Gobierno, hay ocho ministras y otros tantos ministros. Casi la mitad de la fuerza laboral (2,5 millones de trabajadores en total en un país de cinco millones de habitantes) es femenina. Además, el Ejecutivo contempla ahora la posibilidad de crear un baja remunerada para que los hijos cuiden de sus padres ancianos.

"Nuestro Estado de bienestar ha sido posible gracias a una política económica razonable, el crecimiento del PIB y de algunos sectores clave, como el tecnológico", afirma Erkki Hellsten, de la TT, la patronal finlandesa. La bonanza económica ha sido determinante en los últimos cuatro años. El PIB ha crecido a un 3,8% anual desde 1998, mientras la inflación se mantiene controlada en el 1,7%.

Cuando se pregunta a los finlandeses por su boom económico, lo primero que suelen decir es Nokia. El mayor fabricante de teléfonos móviles del mundo representa un 3% del PIB finlandés y el 20% de las exportaciones. Sobre todo, Nokia simboliza la transformación de una economía basada tradicionalmente en la industria maderera a otra centrada en la alta tecnología.

"El principal problema que tenemos es el paro", advierte Marku Jääskeläinen, del sindicato SAK, único del país. "Sufrimos una dura crisis en la primera mitad de los noventa y la tasa de desempleo se disparó del 2% al 18%", explica. Ahora se encuentra en el 9%, una de las más altas de la UE, que se reparte casi por igual entre hombres y mujeres. La mayor parte de los parados son personas de mediana edad y escasa formación que se vieron engullidos por la revolución tecnológica. Aun así, un desempleado en Finlandia tiene asegurada una paga diaria de 23 euros hasta que encuentra empleo.

Inversión en I+D

El fuerte Estado del bienestar no ha estado reñido con la competitividad y el equilibrio presupuestario. El superávit público ronda el 3,7% del PIB. En 1993, el país nórdico ocupaba el puesto 25 en el ranking mundial de los más competitivos. El Foro Económico Mundial sitúa a Finlandia en el número dos. "Creemos que se está sobreestimando nuestra competitividad real, pero es cierto que es alta, gracias al esfuerzo en una educación de calidad, la liberalización de sectores como las telecomunicaciones y la electricidad, y especialmente la inversión en Investigación y Desarrollo", puntualiza Hellsten. El gasto en I+D representa un 3,5% del PIB (dos tercios de las inversiones son privadas), frente al casi 2% de media europea.

La economía finlandesa tampoco ha escapado de la desaceleración económica que padece Europa y el crecimiento se limitó al 2% el año pasado. El Gobierno ultima un paquete de medidas contra la crisis que contempla una ligera bajada de los impuestos que pagan las empresas y los ciudadanos, con el objetivo de reducir la presión fiscal al 43,5%. Mientras tanto, los ciudadanos no parecen sentirse amenazados por el hecho de que la reforma se pueda traducir en un deterioro del Estado del bienestar. Existe consenso entre Gobierno y agentes sociales de que éste se debe mantener. "Hay margen para bajar los impuestos que gravan la renta de los contribuyentes", señala Jääskeläinen en su oficina del SAK en la capital finlandesa, "pero nuestra filosofía es que no se reduzcan demasiado para que se pueda mantener el sistema". La mayoría de los finlandeses están de acuerdo, al menos de momento, con esa filosofía.

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