Columna

España en román paladino

Todo esto ya no es un descampado urbano o rural, pendiente de recalificación y pasta de por medio, con buena parte del vecindario haciendo avioncitos de papel con el voto o jugándoselo, como garbanzos, a la brisca, sino una pasarela de alta traición, de ediles purulentos o de lance y colmillo retorcido, de gentes estafadas por una panda de miserables electos y especuladores inmobiliarios, y de algunos parlamentarios arbóreos, que trepan aún con el seso estampado en los sobacos de Darwin. Qué peste. Por fortuna, también cuenta el júbilo de les fogueres de Sant Joan, a un tiro de piedra y...

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Todo esto ya no es un descampado urbano o rural, pendiente de recalificación y pasta de por medio, con buena parte del vecindario haciendo avioncitos de papel con el voto o jugándoselo, como garbanzos, a la brisca, sino una pasarela de alta traición, de ediles purulentos o de lance y colmillo retorcido, de gentes estafadas por una panda de miserables electos y especuladores inmobiliarios, y de algunos parlamentarios arbóreos, que trepan aún con el seso estampado en los sobacos de Darwin. Qué peste. Por fortuna, también cuenta el júbilo de les fogueres de Sant Joan, a un tiro de piedra ya, y la piedra que le han metido en el entrecejo a las Corts, en la fiesta grande de su nueva legislatura. Alicante celebra así el fuego y la presidencia de la cámara autonómica en la figura de quien ha dejado la Diputación hecha un cromo. Al cronista le parecen desmesuradas e ingenuas las rabietas y acusaciones de Joan Ribó y las rancias pretensiones de Acció Cultural del País Valencià. Pero, ¿qué esperaban?, ¿acaso un remoto guiño de Jaume I?, ¿o un erudito en las Costums y en los Furs de tan antiguo Reino? Julio de España no será la historia, pero tampoco es la política, ni la polémica, ni siquiera el imperio: Julio de España es, eso sí, buen vasallo de un hábil señor, que haberlo haylo y se sabe dónde y hasta su maruja, una maruja de nuevo y por la dinámica de las fechorías de Madrid, madre de todas las vilezas. Pero, ¿Julito, o sea, Julio de España y hasta de las Españas?, un alma de cántaro que va con demasiada frecuencia a la fuente, y si no roto, algo fané ya se le escampa. Y nada de exigirle proezas lingüísticas: el hombre jura como puede que no es poco y lo hace en román de tebeo. Pues eso, ya ven, hasta donde alcanza, ¿y qué más quieren?, ¿malvarlo con una fonética de martillo y Martorell, proscrita además por la Nueva Planta y por los mosqueteros del franquismo?

Por dónde, tres mosqueteros saltaron a la arena del hemiciclo a defender esa actitud caprichosa del recién investido presidente de peluche, del acoso de Ribó. Cuánta intolerancia la del parlamentario de l'Entesa. Pero si el Reglamento, señoría, está para incumplirlo, como la Constitución, como el Estatuto, como cuanto se embista contra las mayorías. Se entiende en Zaplana, pero no en Camps, aunque ciertamente había patrón y el grumete no se arriesgó a ser bocado de tiburón. El cronista piensa que el ejercicio de la política ya no se aprende en una tabla de gimnasia sueca, sino en la rebotica de las finanzas, y son muchos los candidatos que se han graduado de maletín. De forma que la negativa de Julio de España a jurar su cargo en valenciano, no es más que el primer aviso de cómo van a rodar los silencios y las sospechas en materia lingüística y económica. Por Madrid, dos bandoleros criados en mamas socialistas y quién sabe con qué cuadrilla y de dónde, agusanan la democracia. En Valencia, un tipo difícil de circunvalar, se cisca en las Corts, en su Reglamento y en quien lo parió. En la Mancha, el pijo Suárez abandona porque no le dan el mando. O se corrige a tiempo o todo se nos va al garete, porque poco es lo verdaderamente consolidado. El cronista anda desganado, pero si hay que romper una lanza y hasta un palo por Julio de España, lo rompe. Pero en su melondra.

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