Crítica:

Guerras humanitarias e imperialismo moral

Competente académico y brillante periodista, ese desdoblamiento profesional y vocacional de Michael Ignatieff, lejos de constituir el síntoma de una personalidad dividida, potencia al máximo su sensibilidad para la percepción y su capacidad para el análisis de los problemas del mundo contemporáneo. Aunque sus dos últimos libros -publicados recientemente de forma casi simultánea por el mismo sello editorial- tengan la autonomía de contenidos propia de sus temarios específicos, un hilo conductor común de esas reflexiones son los dilemas morales y políticos que suele plantear la utilización de la...

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Competente académico y brillante periodista, ese desdoblamiento profesional y vocacional de Michael Ignatieff, lejos de constituir el síntoma de una personalidad dividida, potencia al máximo su sensibilidad para la percepción y su capacidad para el análisis de los problemas del mundo contemporáneo. Aunque sus dos últimos libros -publicados recientemente de forma casi simultánea por el mismo sello editorial- tengan la autonomía de contenidos propia de sus temarios específicos, un hilo conductor común de esas reflexiones son los dilemas morales y políticos que suele plantear la utilización de la fuerza militar -por la ONU, por la OTAN o por coaliciones situadas al margen de la legalidad internacional- para intervenir contra Estados cuyos gobiernos violan los derechos humanos de sus propios ciudadanos.

GUERRA VIRTUAL. MÁS ALLÁ DE KOSOVO/ LOS DERECHOS HUMANOS COMO POLÍTICA E IDOLATRÍA

Michael Ignatieff

Traducciones de Francisco Beltrán Adell

Paidós. Barcelona, 2003

195 y 191 páginas. 13,30 y

12 euros, respectivamente

Guerra virtual. Más allá de Kosovo reúne varios trabajos escritos entre diciembre de 1998 y finales de 1999 sobre la preparación, el desencadenamiento y la conclusión de las operaciones bélicas puestas en marcha por la Alianza Atlántica contra la antigua Yugoslavia para detener la limpieza étnica llevada a cabo dentro de Kosovo y para obligar a las fuerzas del régimen de Milosevic a retirarse de ese territorio conservando formalmente la soberanía. El imprevisible estilo diplomático -más cercano al jazz que al ajedrez- del embajador estadounidense Richard Holbrooke, los crímenes de la guerrilla del ELK y de la represión serbia, el fracaso de las conversaciones de Rambouillet, el comienzo de los bombardeos sobre Belgrado, la huida de sus hogares de cientos de miles de albanokosovares y la vida cotidiana en los campos de refugiados de la vecina Macedonia brindan a Michael Ignatieff la oportunidad de mostrar su talento como reportero y como cronista. En el ámbito teórico, la caracterización del conflicto de Kosovo como la primera guerra posmoderna de la historia, librada sin una sola baja por las fuerzas de la Alianza Atlántica gracias a su aplastante superioridad aérea y tecnológica, resulta particularmente perspicaz y brillante.

Los derechos humanos co

m

o política e idolatría recoge dos ensayos presentados al Ciclo de Conferencias Tanner sobre Valores Humanos organizado por la Universidad de Princeton, así como las observaciones de otros cuatro participantes en las reuniones (K. Anthony Appiah, David A. Hollinger, Thomas W. Laqueur y Diane F. Orentlicher). Según Ignatieff, por tentadora que resulte la idea, no es necesario recurrir a la dignidad natural o innata de las personas ni a las concepciones religiosas de la creación divina para poder conferir a los derechos humanos -tal y como han sido codificados desde 1948 en acuerdos internacionales- fuerza inspiradora sobre las legislaciones positivas: "No hay nada sagrado en las personas, nada que merezca la idolatría o un respeto trascendental". Basta con una justificación prudencial e histórica de la existencia de los derechos humanos, imprescindibles para proteger a los individuos frente a la opresión y la violencia de los Estados, la Iglesia, las organizaciones sociales y la presión de las costumbres. Esa teoría minimalista ni siquiera busca la validación de una idea concreta de bien. Su punto de partida tampoco es una visión idealizada de la condición humana, sino una aceptación realista de sus pulsiones destructivas: construye sobre el testimonio del miedo en vez de sobre los ensueños de la esperanza. Nada más peligroso, por lo demás, que situar dentro de ese ámbito de protección de los individuos las pretensiones colectivas, por legítimas que parezcan: llamar derecho a una demanda política equivale a condenarla a la innegociabilidad.

Autor de una excelente biografía de Isaiah Berlin (Taurus, 1999), Michael Ignatieff comparte con su admirado maestro una idea central: la necesidad de tener que optar entre valores si una elección conflictiva hace imposible su conciliación. La justificación de las guerras en nombre de la protección de los derechos humanos suscita disyuntivas dramáticas en las personas conscientes de que existen argumentos tanto en contra como a favor de la violación, en tales circunstancias, de un supuesto tan básico del derecho internacional como es la soberanía de los Estados. Así ocurrió durante la guerra de Kosovo: el cruce de cartas entre Michael Ignatieff -abierto partidario de las operaciones bélicas de la OTAN- y Robert Skidelsky -el biógrafo de Keynes se oponía resueltamente a esa decisión-, incluido en el primero de los libros citados, ilustra ese tipo de polémicas.

Dado que los derechos humanos son conculcados en muchas partes del mundo pero la operatividad de las intervenciones bélicas humanitarias resulta limitada en la práctica, ¿cuáles son los criterios para llevar a cabo la selección de objetivos? Michael Ignatieff añade a tres condiciones generalmente aceptadas (violaciones evidentes, sistemáticas y continuadas de los derechos humanos; amenazas a la seguridad de una región; probabibilidad de que la intervención emprendida sea eficaz) un nuevo requisito: la región afectada debe ser de interés vital para algunas de las grandes potencias.

Pese a su apuesta a favor de

los bombardeos sobre la antigua Yugoslavia, Michael Ignatieff era conciente del "poder de irracionalidad arrogante" que puede esconderse tras las grandes abstracciones morales, capaces de servir de coartada a la consecución de otros objetivos de muy diferente naturaleza. La invocación a los derechos humanos puede servir de hipócrita legitimación a la barbarie: su lenguaje se presta fácilmente a la hipócrita "invención de un universo moral virtual poblado por enemigos malvados y Estados canallas que se enfrentan a aliados virtuosos y nobles ejércitos". Cuatro años después de la guerra virtual de Kosovo, la ocupación militar de Irak trae a la memoria el temor avanzado por Michael Ignatieff en la segunda de las obras citadas: la posibilidad de que la apelación a los derechos humanos resulte ser "un discurso de imperialismo moral tan cruel y engañoso como la arrogancia colonial de antaño".

Michael Ignatieff (Toronto, Canadá, 1947).MIGUEL GENER

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