Columna

Interpretación complicada

La interpretación de los resultados electorales es una operación importantísima. En algunas ocasiones, como ocurrió con prácticamente todas las convocatorias electorales de los años ochenta o con las elecciones municipales y autonómicas de 1995 o con las últimas elecciones generales de 2000, la interpretación es muy fácil, porque los resultados eran de una claridad meridiana. Nadie podía discutir que el PSOE había sido el ganador de los comicios de los ochenta de la misma manera que nadie podía discutir el triunfo del PP en 1995 y en 2000. La coincidencia entre los resultados y la percepción q...

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La interpretación de los resultados electorales es una operación importantísima. En algunas ocasiones, como ocurrió con prácticamente todas las convocatorias electorales de los años ochenta o con las elecciones municipales y autonómicas de 1995 o con las últimas elecciones generales de 2000, la interpretación es muy fácil, porque los resultados eran de una claridad meridiana. Nadie podía discutir que el PSOE había sido el ganador de los comicios de los ochenta de la misma manera que nadie podía discutir el triunfo del PP en 1995 y en 2000. La coincidencia entre los resultados y la percepción que los ciudadanos tenían de los mismos era completa. En estos casos, el trabajo de interpretación se reduce de manera significativa. Desde cualquier ángulo que se analicen los resultados se llega a la misma conclusión.

Entramos en un periodo político muy movido e incierto, en el que casi todo está por decidir

No es verdad, en consecuencia, que todos los partidos políticos digan que han ganado en la noche electoral. No creo que a los lectores se les haya olvidado la imagen de Joaquín Almunia la noche de las últimas elecciones generales presentando su dimisión como secretario general del PSOE tras conocerse el resultado de las mismas. O la dimisión de Pepe Núñez no la misma noche de las elecciones, pero sí al día siguiente. Hay resultados que hablan por sí mismos y cuyas consecuencias son inocultables.

Pero no es infrecuente que no sea así. Y es en estos casos en los que el trabajo de interpretación adquiere mayor importancia. Es lo que ha ocurrido en estas últimas elecciones, cuyos resultados pueden ser analizados desde muy diversos ángulos, pudiéndose llegar a conclusiones distintas desde cada uno de ellos. ¿Puede alguien decir con seguridad que la decisión de trasvasar a Alberto Ruiz Gallardón de la presidencia de la comunidad autónoma al Ayuntamiento de Madrid fue una buena decisión política que ha sido avalada por los resultados de las elecciones? En la noche electoral se vivió así, aunque interviniera en ello en no poca medida el juego sucio de la retención de los resultados relativos a la comunidad. Pero ¿se tiene la misma percepción unos días después? Tengo para mí que ni la dirección del PP está convencida de ello. ¿Han sido buenos o malos los resultados generales para el PSOE en general y para su secretario general Rodríguez Zapatero en particular o, por el contrario, han sido un fracaso, como afirmó el presidente del Gobierno el 26 de mayo y vienen repitiendo desde entonces de manera machacona todos los dirigentes del PP? La noche de las elecciones se vivió en cierta medida así, como una persona tan poco sospechosa como Rafael Escuredo ha venido diciendo desde entonces. Y sin embargo, José Luis Rodríguez Zapatero es el primer dirigente nacional desde la entrada en vigor de la Constitución que alcanza una victoria en todo el territorio del Estado en las primeras elecciones en las que dirige a su partido. Felipe González perdió en 1977 y por partida doble en 1979, ya que UCD ganó también las elecciones municipales, aunque la alianza PSOE-PCE diera al primero el gobierno de la mayor parte de las capitales de provincia y diputaciones. José María Aznar perdió en 1989, 1991 y 1993, antes de ganar por primera vez en las elecciones europeas de 1994. Únicamente Zapatero ha excepcionado la vigencia de esta regla y viniendo de una derrota electoral tan intensa y traumática como la de las últimas elecciones generales. Vistos con frialdad los resultados electorales, ¿se puede mantener la tesis del fracaso? Rafael Escuredo la seguía manteniendo ayer en su columna en El Mundo. Después de haber examinado los resultados de todas las elecciones desde 1977, no comparto esa opinión. Creo que se irá viendo cada vez más así a medida que pasen los días.

Y ¿en Andalucía? ¿Se apunta algún cambio de tendencia de cara a las próximas elecciones autonómicas y generales? ¿Puede ser determinante el triunfo del PP en las capitales de provincia? ¿Se aproxima el final de la hegemonía socialista?

A tenor de algunas de las interpretaciones que se han hecho en estos últimos días, algunas de ellas en este mismo periódico, Félix Bayón el jueves o Eugenio Suárez Palomares ayer, esto es lo que parece estar ocurriendo.

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Y sin embargo, si se analizan los resultados desde la perspectiva de la distancia en votos entre el PSOE y el PP la conclusión que se alcanza es diversa. Si se los analiza incluso desde la evolución del voto socialista y popular en las capitales de provincia, a pesar de la pérdida de poder municipal que suponen los casos de Granada y Almería, tampoco está nada claro que se pueda alcanzar esta conclusión. Más bien lo contrario.

Los resultados de estas elecciones tienen que ser mirados con lupa. Especialmente en Andalucía donde tenemos elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina. Afortunadamente, el PP parece haber parado la tendencia a la baja que todos los sondeos de opinión le venían pronosticando en nuestra comunidad. Es un elemento importante de revitalización del sistema político andaluz, que, como todos, exige que la competición política no sea solamente nominal, sino que sea real y efectiva. La forma en que el PP ha resistido en estas elecciones con el añadido del potencial empujón hacia arriba de sus resultados electorales como consecuencia de la crisis del PA, permiten vislumbrar un horizonte de competitividad electoral en Andalucía superior al que se contemplaba en los últimos meses.

Claro que ahora hay que hacer política y que en el día a día se puede aumentar el capital político ganado la noche electoral o tirarlo por la borda. En todo caso, de lo que no cabe duda es de que entramos en un periodo político muy movido e incierto, en el que casi todo está por decidir. Cuanto más se miren los resultados electorales, más se verá así. En España y en Andalucía.

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