Entrevista:Javier Pérez

"Mi experiencia en la Bienal de Venecia me perjudicó bastante"

Un té con menta?

"Sí, gracias".

A menos que uno lo interprete desde una perspectiva ocultista, la casa de Javier Pérez (Bilbao, 1968), en Barcelona, es una réplica de esos espacios en blanco de la poesía inglesa y norteamericana, desde Milton hasta Stevens y, cómo no, Dickinson. Una estancia de vacío y abstinencia, de duelo y de dificultad, que una vez acomodados, se recompensa con sutiles metáforas para el arte. El té, terriblemente azucarado, rompe la aliviante asepsia de la estancia. La obra del artista vasco es una suerte de elipsis más o menos lograda, pero en la que nunca s...

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Un té con menta?

"Sí, gracias".

A menos que uno lo interprete desde una perspectiva ocultista, la casa de Javier Pérez (Bilbao, 1968), en Barcelona, es una réplica de esos espacios en blanco de la poesía inglesa y norteamericana, desde Milton hasta Stevens y, cómo no, Dickinson. Una estancia de vacío y abstinencia, de duelo y de dificultad, que una vez acomodados, se recompensa con sutiles metáforas para el arte. El té, terriblemente azucarado, rompe la aliviante asepsia de la estancia. La obra del artista vasco es una suerte de elipsis más o menos lograda, pero en la que nunca se omite lo que podría perturbar nuestra existencia. El Artium de Vitoria le dedica una retrospectiva que viaja desde el Museo de Arte Contemporáneo de Nimes.

"A veces, la persona menos indicada en el momento menos indicado puede hacer que el trabajo de un artista pierda su significado"

PREGUNTA. ¿No es usted demasiado joven para tener una retrospectiva? ¿Y no cree que la práctica de hacer retrospectivas por parte de los museos es un acto irresponsable, en el sentido de que cada vez hay menos mecanismos capaces de exigir responsabilidad a los dominadores del mercado?

RESPUESTA. Es cierto que hoy el camino de la galería al museo es demasiado corto. Hay un abuso del término retrospectiva. La muestra del Artium no se plantea así. Para empezar, no hay comisario, yo mismo he ideado el itinerario y las piezas, he querido hacer una agrupación de las obras más importantes de los últimos ocho años sin seguir una línea cronológica, concentrar mi esfuerzo en mostrar mis creaciones audiovisuales.

P. ¿Así que no hay comisario? Una subversión en unos tiempos en los que la figura del comisario se ha vuelto omnipresente.

R. En un principio iba a ser Juan Guardiola, pero él abandonó el Artium para venir al Macba. La dirección del centro prefirió que no siguiera en el proyecto por lo que tuve que hacerme cargo de él. No quiero decir que trabajar sin comisario sea mejor, pero evidentemente te da una libertad absoluta. La parte más fastidiosa es que he tenido que hacer una labor añadida en todo lo que se refiere a las gestiones con el museo.

P. Usted participó en la pasada Bienal de Venecia con Ana Laura Aláez, en el pabellón español. ¿Qué réditos le ha dejado esa experiencia, a pesar de que la mayoría de la crítica opinó que el tándem con la artista bilbaína no había funcionado?

R. Aquel fue un proyecto forzado. Y éste es un tema del que no se habló en su día. Si me lo propusieran hoy no lo haría. Además hubo unos temores de última hora que hicieron que mi obra quedara totalmente desvirtuada porque se limitó el mecanismo del movimiento de la obra. El arquitecto encargado del proyecto adujo cuestiones de seguridad. Aquella cúpula invertida -una pieza que hoy forma parte de la colección permanente del Artium- no era un objeto de contemplación, había una tensión con el espectador. Fue un gran error aceptar esa condición. A eso hay que añadir que había una mezcla de sonidos (de la obra de Ana Laura) que no tenían nada que ver con mi trabajo. A veces, la persona menos indicada en el momento menos indicado puede hacer que el trabajo de un artista pierda su significado.

P. ¿Pero eso no es labor del comisario?

R. En efecto, creo que parte de culpa, definitivamente, fue de Estrella de Diego. En ningún momento pensé que mi obra iba a tener que compartir espacio con la de Ana Laura. Para mí fue una sorpresa. Mi obra necesitaba un aislamiento. No lo tuvo y la lectura se emborronó bastante. Yo fui el que salí más perjudicado. Aquella experiencia no fue de lo más interesante que me ha ocurrido, lo considero más bien una prueba que me han puesto y me he puesto.

P. Tiene la impresión de que forma parte de los top ten de artistas protegidos por el stablishment. Su nombre siempre aparece en las colectivas representativas del joven arte español... Big Sur, en Berlín; Plural, en el Senado; Trasvases, en México; Monocanal, en el Reina Sofía...

R. Es difícil sentirse representativo de nada. El que uno forme parte de esa especie de élite tiene más que ver con cosas accidentales, en concreto la pieza de Big Sur se incluyó porque el Reina Sofía la había comprado hacía poco. Llevo diez años trabajando y, simplemente, creo que se me está empezando a tener en cuenta. Volviendo a su pregunta, pienso que es un tema delicado. Se puede caer en el riesgo de promocionar siempre a los mismos artistas y olvidar a otros. En España siempre se ha apoyado muy poco el arte contemporáneo, ahora se está empezando un poco y la realidad es que es difícil acceder al mercado internacional si el Gobierno no te apoya. Pero entre esta situación y que no haya nada, prefiero esto.

P. ¿No cree que en España hay unos pocos galeristas con mucho poder, capaces de "colocar" a sus artistas en bienales?

R. Desde mi "ingenuidad" creo que algo debe de existir. Cuando me propusieron para la bienal alguien me hizo un comentario sobre Estrella de Diego, decía que ella me había elegido "a pesar" de Soledad Lorenzo, esto es, con toda libertad. Mi galerista, Salvador Díaz, no es de los que más influencia tiene en el ministerio.

P. ¿Dónde se sitúa en relación a la generación de artistas vascos que han tomado el relevo de Oteiza y Chillida?

R. Me considero ajeno a esa nueva generación de Pello Irazu o Txomin Badiola. Ni siquiera los conozco personalmente. Soy un atípico artista vasco. Empecé a ver arte fuera del País Vasco y no he sentido directamente la influencia de los "padres" del arte vasco, ni tampoco he sufrido su estigma. No saco una ikurriña en mis fotos, pero no por ello dejo de estar interesado en lo que ocurre. No quiero dar la imagen de artista encerrado en mi mundo. Porque tengo una opinión. Durante estos últimos años, la lucha armada estaba perdiendo su justificación, pero con la actitud del Gobierno español, cuando se cierran periódicos y se censuran las listas de los independentistas, se está legitimando que vuelva la violencia. Así no se aparta a una organización terrorista de la violencia. Si hay opresión e imposibilidad del individuo para ejercer su derecho de pensar libremente se vuelve al radicalismo. Creo que va a haber una vuelta atrás, se está provocando un movimiento de radicalización y eso me preocupa.

Javier Pérez. Vídeo, escultura, instalaciones. Artium. Calle de Francia. Vitoria. Hasta el 14 de septiembre.

Javier Pérez (Bilbao, 1968).CONSUELO BAUTISTA

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