ANÁLISIS | ELECCIONES 25M | Comicios municipales en Cataluña

Al final, la guerra

Por mucho que se intente ocultarla, la realidad siempre encuentra alguna manera por la que colarse. A pesar de que José María Aznar no pudo reprimirse y se hizo una foto con George W. Bush en pleno barullo electoral, el PP ha hecho grandes esfuerzos para que, a medida que la campaña avanzaba, el recuerdo de la guerra se alejara. Pero en su exceso de celo ha encontrado la penitencia. Desde Valencia preguntaron a la Junta Electoral Central sobre los carteles y pegatinas del No a la guerra con la intención de que ésta los prohibiera, y les ha salido mal. La Junta se ha hecho un lío y la gu...

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Por mucho que se intente ocultarla, la realidad siempre encuentra alguna manera por la que colarse. A pesar de que José María Aznar no pudo reprimirse y se hizo una foto con George W. Bush en pleno barullo electoral, el PP ha hecho grandes esfuerzos para que, a medida que la campaña avanzaba, el recuerdo de la guerra se alejara. Pero en su exceso de celo ha encontrado la penitencia. Desde Valencia preguntaron a la Junta Electoral Central sobre los carteles y pegatinas del No a la guerra con la intención de que ésta los prohibiera, y les ha salido mal. La Junta se ha hecho un lío y la guerra ha vuelto a instalarse en el centro de la campaña.

Por lo visto, el PP asusta. De otro modo, no se entiende el patinazo de la Junta Electoral Central que, para evitar una respuesta concreta a una pregunta que le venía del área progubernamental, se sacó de la manga un rancio argumento, propio de los tiempos de la democracia orgánica en que la política era pecado. Queda prohibido todo lo que tenga "connotaciones políticas", dijeron los señores magistrados. Y cundió el pánico. La mañana del domingo electoral prometía barullo. Uno podía imaginarse brigadas municipales arrancando en las escuelas que fueron colegio electoral los trabajos infantiles sobre la guerra y eternas discusiones entre interventores de los distintos partidos. Al final se ha impuesto el sentido común. Y sólo queda prohibido lo obvio: la propaganda directa de partidos en los colegios electorales.

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Pero la guerra ya ha vuelto a la campaña. No podía ser de otra manera. Fue demasiado importante para que se impusiera la amnesia. Algunas últimas acciones militantes recordarán lo que pasó hace tan sólo un mes para que nadie pueda alegar desmemoria al ir a votar. Después veremos los resultados, entre el plebiscito en que Aznar ha tratado de convertir las elecciones, el carisma y los méritos de los alcaldes, y el No a la guerra, y sabremos qué ha quedado de todo ello, una vez pasado por la batidora de los urnas. Ciertamente, no sería fácil de entender que la guerra careciera de influencia sobre el resultado. Pero esto queda para el domingo por la noche.

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