Análisis:LAS 'PRIMARIAS' DEL PP

El tiro por la culata

Aznar, Rajoy y Rato creen haber sumergido el 'decretazo', la gestión del 'Prestige' y la guerra de Irak

Toda la fuerza del aparato del Gobierno se ha volcado hora tras hora, día tras día, para materializar una consigna: sumergir los puntos débiles de la acción gubernamental, reconstruir la imagen del Partido Popular, atacar a los socialistas y comunistas.

El pasado miércoles 14 de mayo, el vicepresidente primero, Mariano Rajoy, presentó el libro Periodismo en campaña, que recoge el debate promovido por la Asociación de Periodistas Europeos entre hombres de prensa y responsables de campañas electorales de varios partidos políticos. Al hablar sobre las elecciones del 25 de mayo, Rajo...

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Toda la fuerza del aparato del Gobierno se ha volcado hora tras hora, día tras día, para materializar una consigna: sumergir los puntos débiles de la acción gubernamental, reconstruir la imagen del Partido Popular, atacar a los socialistas y comunistas.

El pasado miércoles 14 de mayo, el vicepresidente primero, Mariano Rajoy, presentó el libro Periodismo en campaña, que recoge el debate promovido por la Asociación de Periodistas Europeos entre hombres de prensa y responsables de campañas electorales de varios partidos políticos. Al hablar sobre las elecciones del 25 de mayo, Rajoy dijo:

- Como consecuencia de determinadas actuaciones de la oposición se ha producido una movilización del voto del PP. Porque una cosa es hacer política y otra es tener la sensación de que alguien te quería tirar por la ventana.

Si se mide la intensidad de la participación de Aznar en las elecciones se diría que siente culpa
En los tres asuntos, el sesgo personal del jefe del Gobierno ha sido decisivo

Sucede que los tres puntos capitales en los que la conducta se ha puesto a prueba a lo largo del último año provocaron una gran reacción ciudadana de signo antigubernamental. Primero fue la huelga general del 20 de junio de 2003 contra el decretazo, que pretendía recortar los beneficios del desempleo. Segundo, la gestión del hundimiento del Prestige.Tercero, el apoyo a la Administración Bush y el patrocinio de la invasión de Irak.

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Se da la circunstancia de que en los tres asuntos, el sesgo personal de José María Aznar ha tenido un papel decisivo. El decretazo fue una bravuconada con dos destinatarios: la Unión Europea y los sindicatos. La Unión Europea, porque en aquellas circunstancias se celebraba en España la Cumbre de Barcelona, primero, y el Consejo Europeo de Sevilla, más tarde.

Aznar tenía necesidad de presidir ambos encuentros con un mensaje: España es el único país que es capaz de seguir haciendo reformas laborales. Y los sindicatos, porque se negaron a firmar lo que el Gobierno exigía.

No es seguro que otro presidente del Partido Popular en lugar de Aznar hubiera echado el órdago, lo que llevó a los sindicatos a paralizar el país. Pero Aznar tragó quina y borró con el codo lo que había firmado con la mano. En este sentido, fue pragmático.

En la crisis del Prestige, la negativa cerrada, casi se podría decir fóbica, de Aznar a viajar a Galicia marcó simbólicamente la gestión gubernamental. El argumento de que no quería viajar sólo para hacerse la foto no era de recibo. No es necesario acudir en ayuda de la gente sólo cuando se tienen, como dijo Aznar, las manos llenas.

Y, finalmente, la guerra. Si bien Aznar consultó una y otra vez con los dirigentes del Partido Popular -no sería justo adjudicarle en exclusiva la posición de apoyo a George W. Bush-, lo cierto es que descartó todas las voces más moderadas de aquellos ministros más vinculados, por así decir, a la calle y al partido.

Precisamente. Si se mide la intensidad de la participación de Aznar en las elecciones municipales y autonómicas del 25 de mayo se diría que el presidente del Gobierno siente culpa por lo que ha pasado. De ahí su esfuerzo por sacar al partido del atolladero al que muchos de sus actos -aún cuando no fueran unilaterales o completamente personalistas- le ha llevado.

Por eso mismo, la maquinaria del Gobierno ha comenzado a funcionar sin pausa. La división del trabajo es ésta: el gabinete aprueba medidas sin parar, intentando ganarse a los colectivos más diversos; los dirigentes del partido debe escoger aquellos temas idóneos para sumergir las tres cruces del PP.

En el libro sobre las campañas electorales que presentó Rajoy se incluye un decálogo suyo en el que recomienda a todos los candidatos elegir el campo de juego, de qué quieren hablar y de qué prefieren no hablar.

- Hay dos partidos que quieren hablar de dos temas concretos. No quiere decir que acierten y creo que les va a salir el tiro por la culata.

Claro, el PSOE e Izquierda Unida. Y, claro, el Prestige y la guerra de Irak. Pero Rajoy también tiene otro punto interesante en su decálogo: si el candidato no se siente fuerte, recomienda, debe hacer una crítica dura a la oposición. Verde y con asas.

Mientras, uno de los rivales de Rajoy en la carrera de sucesión de Aznar intenta obtener dividendos personales de la actual debilidad económica alemana y europea. El jueves pasado, al acudir a un acto en Mérida, el vicepresidente segundo Rodrigo Rato señaló:

- Ni yo, ni ningún miembro del Gobierno español debemos dar lecciones.

Pero no pudo reprimirse.

- El ejemplo de España, de una política de desaparición del déficit y de aumento de la libertad y competencia es la mejor garantía para el crecimiento económico. Me consta que las autoridades económicas alemanas están planteando en su país cuestiones de gran importancia en esa dirección.

¡Modestia aparte!

El vicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato (en el centro), durante un acto electoral en Madrid.SANTI BURGOS

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