Tribuna:PATÉ DE CAMPAÑA | ELECCIONES 25M | La opinión

Entre paréntesis

Hoy estamos de verbena. Los chulos de un metro veinte de estatura pisan a las chulaponas de un metro quince y ellas, con el moño deshecho y un improvisado maquillaje de churretes de chocolate, les devuelven los pisotones. Hay organillo, claveles, barquillos y madres de la APA con mantón de Manila. Celebramos San Isidro en un colegio público del distrito de Chamberí. Estamos en campaña electoral, pero la fiesta no es más lucida que otros años. En las conversaciones, sin embargo, hay mucho más fervor.

El edificio es grande, antiguo y bonito, aunque sólo sea porque su aspecto delata sus or...

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Hoy estamos de verbena. Los chulos de un metro veinte de estatura pisan a las chulaponas de un metro quince y ellas, con el moño deshecho y un improvisado maquillaje de churretes de chocolate, les devuelven los pisotones. Hay organillo, claveles, barquillos y madres de la APA con mantón de Manila. Celebramos San Isidro en un colegio público del distrito de Chamberí. Estamos en campaña electoral, pero la fiesta no es más lucida que otros años. En las conversaciones, sin embargo, hay mucho más fervor.

El edificio es grande, antiguo y bonito, aunque sólo sea porque su aspecto delata sus orígenes republicanos, en un barrio estrechamente ligado al nacimiento de la burguesía liberal y progresista que impulsó la creación de la Institución Libre de Enseñanza -que sigue teniendo su sede en Martínez Campos-, o el Instituto Escuela de la calle de Miguel Ángel. El edificio es grande, antiguo y bonito, pero está abandonado, eso sí, como todos los colegios públicos de esta ciudad, donde buena parte del presupuesto de la educación pública se destina a subvencionar la enseñanza privada, "logro social" que la candidata del partido que gobierna en la Comunidad define en su programa como "la garantía de una educación infantil gratuita para todos". Esta promesa, una vez descodificada, lo único que garantiza es que quienes opten por una educación como Dios manda -es decir, privada y religiosa-, podrán educar gratis a sus hijos sin "exponerles" a convivir con otros niños presuntamente conflictivos, hijos de familias inmigrantes o marginales. Esa convivencia no ha impedido que en algunos pueblos de esta comunidad, como Rivas, la inversión municipal haya logrado levantar algunos colegios públicos que, si estuvieran en cualquier otro punto de España, no sólo parecerían privados, sino hasta del Opus Dei, de lo nuevos, y relucientes, y ajardinados, y bien dotados que están. Los padres que, en el centro de Madrid, pagamos impuestos y opinamos que una educación pública, laica, gratuita, igualitaria y de calidad es el nombre de pila de la civilización, sabemos que el principal riesgo al que están expuestos nuestros hijos son los presupuestos del PP. Y mientras cultivamos con ahínco la utopía, suplimos como podemos la desidia de los poderes públicos. Los que saben dibujar hacen murales, los cocineros, tartas, los músicos, conciertos. El Día del Libro, a mí me tocó interpretar a Don Quijote montado en Clavileño, y los niños me brearon a pelotazos de papel cuando Rafa Reig, que hacía de narrador, me preguntó si no notaba que estaba empezando a granizar...

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Además hablamos de política. Todo el tiempo. Al llevar a los niños, al recogerlos, en la puerta y en las fiestas de cumpleaños. Mientras duró la guerra de Irak, en el patio había más chapas que en un camión de cervezas. Cuando Trinidad Jiménez prometió que eliminaría los conciertos en Educación Infantil para mejorar la calidad de la oferta pública, nosotros se lo agradecimos antes que nadie. Ahora, en la medida en la que la campaña electoral se endurece y se desvía de los contenidos puramente municipales para adoptar el carácter de un plebiscito aznarista, nosotros, con la música de fondo del organillo y los llantos de las chulapas que se han torcido un pie con tanto chotis, vemos abrirse también el foco de nuestros intereses.

-¿Te has enterado de lo del hecho religioso? -me pregunta una madre enmantonada que reparte barquillos-. Pues vete a hablar con Rocío que ha traído unos papeles.

Lo que ha traído Rocío, profesora de Infantil en otro centro y madre en éste, es un borrador del Real Decreto que establece algo que se llama "la formación básica en el hecho religioso" entre los contenidos básicos de la Educación Infantil y Primaria.

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-¿Y esto qué significa?

-Pues significa que, si lo aprueban, y lo van a aprobar porque para eso tienen mayoría absoluta en el Parlamento, el año que viene vas a poder elegir entre Religión o Hecho Religioso. Por narices.

Hay que votar, dice otra madre que pasa a mi lado con dos abuelas y un papel idéntico al que yo tengo en la mano, hay que votar, repite, hay que ir a votar, porque hay que acabar con esto como sea...

-Los hay optimistas -comenta el padre de un compañero de mi hija, al escucharla.

-¿Y tú qué vas a elegir? -le pregunto.

-¿Entre Religión y Hecho Religioso? -asiento con la cabeza-. Pues mira, te lo voy a decir, ¡yo voy a elegir una (...)!

Entre paréntesis, una palabra de cinco letras. Ya sé que no es publicable. Pero tampoco es más irrespetuosa con el hecho religioso que los programas del PP con quienes pensamos que una educación pública, laica, gratuita, igualitaria y de calidad es el nombre de pila de la civilización.

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