Tribuna:PATÉ DE CAMPAÑA | ELECCIONES 25M | La opinión

Una sola sonrisa

De día se llama Guillermo. De noche se llamaba Lucrecia. Aquella noche iba vestida de rojo, rojo rabioso desde los zapatos de tacón hasta la flor artificial prendida en el escote de un traje de noche rojo rojísimo. Tanto como su cólera.

- A ver... -gritó, atravesando el minúsculo escenario en cuatro zancadas nada femeninas, el micrófono apuntando al público como si fuera un arma cargada-. ¿Quién ha votado aquí al PP? ¡Que lo diga ahora mismo, que se va a enterar!

No había mucha gente en el sótano del Roma aquella noche. Nosotros, un grupo heterogéneo de amigos de diversas edades ...

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De día se llama Guillermo. De noche se llamaba Lucrecia. Aquella noche iba vestida de rojo, rojo rabioso desde los zapatos de tacón hasta la flor artificial prendida en el escote de un traje de noche rojo rojísimo. Tanto como su cólera.

- A ver... -gritó, atravesando el minúsculo escenario en cuatro zancadas nada femeninas, el micrófono apuntando al público como si fuera un arma cargada-. ¿Quién ha votado aquí al PP? ¡Que lo diga ahora mismo, que se va a enterar!

No había mucha gente en el sótano del Roma aquella noche. Nosotros, un grupo heterogéneo de amigos de diversas edades y preferencias sexuales, éramos los más numerosos, pero Lucrecia ni siquiera nos miró, tan desolados le debimos parecer.

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- ¿Quién ha sido?, ¿tú? -de taconazo en taconazo, fue interrogando con los ojos a otros clientes del local, hombres solos, taciturnos-. ¿Has sido tú, maricón? -les señalaba con el micrófono, uno por uno, y nadie respondía-. ¿Pero estáis locos, o qué? ¿Qué queréis, verme con traje y corbata, gilipollas, que nos cierren los bares, que nos echen de aquí, eso es lo que queréis?

Era el 28 de mayo de 1995, y fue una noche triste, una más, pero ahora la mayoría absoluta de Alvárez del Manzano no me parece tan memorable como aquel silencio, el silencio compacto, culpable o indiferente, contra el que se estrelló el furioso desconcierto de la pobre Lucrecia.

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El silencio formaba parte entonces del sonido de Chueca, un barrio oscuro y sucio no sólo en su aspecto exterior, sino también por dentro. La desaparición del miedo, del disimulo, de la cautela, resulta por eso mucho más admirable, más llamativo, más feliz, que la metamorfosis física de unas calles de fachadas impolutas y exquisitos escaparates ante los que ya ni siquiera hace falta chillar. No queremos caridad, queremos leyes, le gritaron los homosexuales madrileños a Ana Botella cuando visitó el local de la Cogam (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid). Ésa es la clave de la cuestión, la esencia de un grito desprovisto de la áspera desesperación de los aterrorizados gritos de Lucrecia. Ya no tenemos miedo, ahora queremos leyes.

Nadie les va a echar de aquí porque se han apoderado de un barrio entero en las condiciones más adversas que puedan imaginarse. Chueca, igual que Lavapiés, ha funcionado en los últimos años como un núcleo de resistencia activa frente al reaccionarismo feroz de un gobierno municipal que no ha podido hacer nada para remediarlo. Sus vecinos lo saben, y están tranquilos.

Quizás por eso, en apariencia, la campaña es en Chueca tan poco vistosa como en otros barrios del distrito Centro. Los retratos de José María Aznar con pelo largo, pintados con spray y una plantilla rematada con una única palabra, Lewinsky, siguen siendo más abundantes que los carteles de propaganda electoral. Los partidarios de Mendiluce son los que más han trabajado, pero no les acaba de cundir, porque algún colaborador anónimo ha corregido el nombre de su candidato con un rotulador, convirtiéndolo en Mendidulce. Por lo demás, en los bares se sigue hablando de novios y novias, de ropa, de música y de tiendas, aunque las revistas gratuitas made in Chueca, como Odisea, Go o Shanguide -que están presentes en todos los locales del barrio hasta que desaparecen, mucho antes de fin de mes- dedican buena parte de sus últimos números a comparar candidatos y programas, pidiendo el voto para la izquierda -no para el PSOE, ni para IU, sino para la izquierda a secas- con más o menos decisión. Ese énfasis es significativo porque sus páginas funcionan como puente entre el Chueca real y el Chueca virtual, donde las próximas elecciones acaparan los titulares desde hace meses.

No sé cuántos barrios de España poseen su propia página web, pero www.chueca.com funciona como una extensión natural de las terrazas de la plaza. Lo que se respiraba en sus mesas, la otra noche, es lo mismo que encabezaba la sección Elecciones 2003 en la portada del barrio informático: una encuesta revela que los homosexuales votarán mayoritariamente a la izquierda. No al PSOE, ni a IU, sino a la izquierda.

- Si gana la izquierda -dijo de hecho a mis espaldas una voz femenina cuando iba a pagar-, Madrid va a ser nuestro.

Esta nueva expresión de frentepopulismo desacomplejado no me llamó tanto la atención como el posesivo final de la frase. Por eso me volví a mirar. En la mesa donde se hablaba de política había una pareja de chicas, otra de chico y chica, y un chico solo, pero sus cinco sonrisas eran una sola.

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