Crónica:BALONCESTO | NBA

Los 18 minutos más amargos de Jordan

Despedido como ejecutivo de los Wizards, el gran mito sufre ahora fuertes críticas contra los métodos que usó en la cancha y fuera de ella

Dieciocho minutos bastaron para amargar aún más la traumática despedida de Michael Jordan del baloncesto activo. El anciano propietario del Washington Wizards, Abe Pollin, le citó el miércoles. Iban a negociar en teoría su futuro como máximo ejecutivo. Dieciocho minutos después, Jordan salía malencarado, sin destino ni empleo. Y con su marcha han brotado filtraciones que cuestionan sus métodos como jugador y directivo.

Jordan ha gastado tres años y medio en Washington intentando poner en el mapa de la NBA a una franquicia menor, desquiciada y acostumbrada al ninguneo por las derrotas, y...

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Dieciocho minutos bastaron para amargar aún más la traumática despedida de Michael Jordan del baloncesto activo. El anciano propietario del Washington Wizards, Abe Pollin, le citó el miércoles. Iban a negociar en teoría su futuro como máximo ejecutivo. Dieciocho minutos después, Jordan salía malencarado, sin destino ni empleo. Y con su marcha han brotado filtraciones que cuestionan sus métodos como jugador y directivo.

Jordan ha gastado tres años y medio en Washington intentando poner en el mapa de la NBA a una franquicia menor, desquiciada y acostumbrada al ninguneo por las derrotas, ya que ganó su único campeonato en 1978. Su aura llegó primero a los despachos, pero hace dos temporadas se decidió a bajar a la pista para tratar de contagiar a sus pupilos el virus de los vencedores. Le pagaron 10 millones de dólares anuales, pero le hicieron vender sus acciones y le prometieron que, tras este curso, ya con 40 años cumplidos, volvería a la presidencia de la sección para emular desde esa plataforma a su adorado Jerry West. Jordan acusó el miércoles a Pollin de "no tener palabra" y se marchó. En la sala se quedaron los abogados para acordar las indemnizaciones.

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Ahora se analizan fríamente sus comportamientos: fichajes, estadísticas y comentarios. Algunos concluyen que esta etapa de Jordan ha sido un fracaso. Y no le auguran un buen futuro como jefe y líder espiritual probablemente del equipo montado para la nueva franquicia de Charlotte por el empresario Robert Johnson, el primer afroamericano dueño de un club en una de las grandes Ligas.

Los detractores de Jordan relatan, y es verdad, que los Wizards no han logrado meterse en estos tres años en la fase final, su gran meta desde 1997, y que no han incrementado su paupérrimo ritmo de victorias. Diecinueve partidos ganados y 63 perdidos cuando fue el responsable de la sección y 37 a 45 enfundado en su mítica camiseta número 23. Pero también son números, y más cuantiosos, los 40 millones de dólares que Jordan ha hecho ingresar al club con el pabellón vendido al completo en cada uno de los 82 encuentros y con asistencias medias de más de 20.000 espectadores.

La conmoción Jordan, un componente mezclado de la nostálgica emoción de verle jugar por última vez y de los ingentes recursos que genera, ha contagiado a los polideportivos, las cadenas de televisión y las innumerables firmas comerciales que se disputan patrocinarle. Y, cómo no, hasta a los restaurantes, como el español El Jaleo, que recaudaba en las buenas 1.000 dólares en tapas y sangría.

En cualquier caso, muchos en el club, desde el ámbito directivo hasta el deportivo, han empezado a contar ya algunas miserias que ensombrecen a Jordan. Por ejemplo, no mantenía ni cuidaba las relaciones con Pollin ni con sus adláteres. Caracteres enfrentados. Él había sido fichado por uno de los accionistas nuevos y todavía minoritarios, Ted Leonsis, copropietario de la tecnológica AOL, y se sentía más atado a su prevista proyección como futuro mandamás. Otros se quejan de que funcionaba por libre respecto al importante departamento de comunicación porque tenía sus propios compromisos y prioridades, sobre todo con Gattorade y Nike. Pero lo más grave resulta seguramente el mal engranaje cada vez más evidente y creciente en el parqué con muchos de sus teóricos compañeros.

Únicamente el alero Jerry Stackhouse, contratado por Jordan para escoltarle en la función de anotar la mayoría de los puntos, se ha atrevido a esbozar en público que algunos asuntos no funcionaban y que sus broncas y lamentos públicos no eran la mejor terapia. Ha sido él quien ha comunicado también que la mayor parte del vestuario está esperanzado con el desafío de la marcha de Jordan. Y es ahora, en este agrio contexto, cuando empiezan a florecer comentarios aún anónimos sobre las presiones de Jordan al entrenador que fichó para cambiar al base Larry Hughes por el más domesticable Tyonn Lue. Aunque la gran frustración y su peor fallo fue sin duda la elección, en el verano de 2001, del alero escolar Kwame Brown como número uno en los drafts: no ha cuajado.

Michael Jordan, la noche de su adiós definitivo.REUTERS

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