Columna

Pla

Un año y seis meses después de su comparecencia como invitado en el ágape ritual del Club Jaume I recién elegido por segunda vez Secretario General del PSPV-PSOE, el pasado lunes Joan Ignasi Pla volvió para presentar su oferta como candidato a la Presidencia de la Generalitat Valenciana.

Como escribí entonces, puedo repetir ahora que "estuvo seguro, pausado, sujeto a su propio guión sin perderse ni una sola vez, y eso que hubo preguntas con pólvora [Pérez Benlloch], para suspender [entonces la de Vicent Albero, hoy candidato del BNV por Castelló a las Corts, el lunes la del obispo Sanus...

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Un año y seis meses después de su comparecencia como invitado en el ágape ritual del Club Jaume I recién elegido por segunda vez Secretario General del PSPV-PSOE, el pasado lunes Joan Ignasi Pla volvió para presentar su oferta como candidato a la Presidencia de la Generalitat Valenciana.

Como escribí entonces, puedo repetir ahora que "estuvo seguro, pausado, sujeto a su propio guión sin perderse ni una sola vez, y eso que hubo preguntas con pólvora [Pérez Benlloch], para suspender [entonces la de Vicent Albero, hoy candidato del BNV por Castelló a las Corts, el lunes la del obispo Sanus, también sobre el PHN], o llorar [la de Antonio Sotillo, compañero de partido, sobre si hay o no cadáveres en su armario], y, en fin, hasta (modestas) lecciones de politología hubo que el ponente aceptó como buen alumno, excelente encajador y prudente estratega, no en balde se trata de un auténtico corredor de fondo que sobrevivió al canibalismo de la patera con la que ha recorrido el estrecho de la transición desde la derrota hacia la normalidad" (EP, 17/10/01).

Pero esta vez hubo más: recitó todas las líneas en que se apoya su programa en la primera intervención, mientras los comensales daban cuenta de la ensalada, y yo me esforzaba en tomar nota de todo para disponer de datos para mi acostumbrada intervención en las tenidas del Club.

No pude evitar darle consejos, y no escatimé una felicitación que le debía por su decidida apuesta por el pacto que trajo la AVL, y por la valentía con que defendió el cierre del acuerdo frente a la ventisca interna de su propio partido y el juego ambiguo de sus socios universitarios, y, desde luego, me guardé una crítica nodal para algunos aspectos de su discurso que no le colocan del todo en la deseada captación del electorado de centro.

Pla, siguiendo el halo de su intervención de octubre de 2001 en el Club, se mostró seguro y convincente en su defensa de una nueva cultura de lo democrático, enfatizando sobre aquellos aspectos que pueden mejorar la calidad del modelo en el que vivimos y proyectando una apretada nómina de valores adscritos a la ética de la convicción democrática como fondo de su discurso, algo denotativo de que estamos ante un candidato de oposición a la búsqueda de la atención del centro político auténticamente democrático.

Sin embargo, cuando el candidato Pla contrastaba las políticas gubernamentales (fruto presunto, le apunté, de la ética de la responsabilidad) y sus logros con la alternativa que él representa tendía a minimizar los éxitos de aquellas y destacar los fracasos, apoyando con ello que la percepción positiva que los electores tienen de lo realizado por el PP se afiance.

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En ese sentido, y tomando sus palabras a propósito de los índices de bienestar o malestar de la sociedad valenciana, le sugerí que no se olvide de pasearse por el centro de nuestras grandes ciudades y por las calles mayores de los municipios significativos, o los lugares de esparcimiento y de ocio para comprobar in situ datos palpables de los índices de bienestar social por si la impresión que manifestó de que el PP podría estar perdiendo el centro lo es en base a que realmente se acabó la alegría de la clase media (que no creo) o más bien se trata de un sofisma cosido al programa ligado sólo a la actitud del PP en el conflicto de Irak. Las más de mil propuestas del programa quedaron en enunciados globales; lo importante fue que incluso sus detractores le vieron sólido. Y eso ya es mucho.

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