Un divorciado mata a su hija de siete años y se quita la vida en Madrid

Los hechos ocurrieron en la casa del parricida, donde la pareja vivió tras su boda

Dos disparos en la cabeza de su única hija, de 7 años, otro al gran pastor alemán de su propiedad y un cuarto contra sí mismo. Ésta fue la dramática sucesión de los hechos que llevó a cabo Felipe Chacón, de unos 40 años y divorciado desde hacía cuatro, en la noche del pasado jueves en el comedor de su casa de Arroyomolinos, una tranquila localidad de 5.500 habitantes, situada a 25 kilómetros al sureste de Madrid.

El suceso tuvo lugar en una casa adosada, pintada de color salmón, situada en la calle de Toledo, 53, de Arroyomolinos, en una zona residencial de la localidad. Es la misma cas...

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Dos disparos en la cabeza de su única hija, de 7 años, otro al gran pastor alemán de su propiedad y un cuarto contra sí mismo. Ésta fue la dramática sucesión de los hechos que llevó a cabo Felipe Chacón, de unos 40 años y divorciado desde hacía cuatro, en la noche del pasado jueves en el comedor de su casa de Arroyomolinos, una tranquila localidad de 5.500 habitantes, situada a 25 kilómetros al sureste de Madrid.

El suceso tuvo lugar en una casa adosada, pintada de color salmón, situada en la calle de Toledo, 53, de Arroyomolinos, en una zona residencial de la localidad. Es la misma casa donde Chacón y su ex esposa se fueron a vivir tras su boda, hace nueve años. También allí creció Andrea, hija única de la pareja, hasta que la ruptura del matrimonio, hace cuatro años, llevó a madre e hija a vivir a otro lugar.

"Felipe adoraba a su hija y ella estaba loca por él", comentó ayer Anabel, una vecina amiga de la hermana del parricida, que también vive en el vecindario. "A él era difícil conocerle. Trabajaba de taxista y era muy reservado y serio, pero cuando estaban juntos se les veía muy unidos", añadió Anabel. Otro vecino explicó que vio a padre e hija pasear, acompañados del perro, durante la tarde antes del trágico suceso.

Los vecinos, sin embargo, también coincidían en señalar la mella que el divorcio había dejado en el fallecido. "Se le veía triste y desmejorado. Parecía que no lo había superado todavía", añadió Anabel.

El divorcio no fue fácil, susurraba ayer el vecindario. "Sólo podía ver a la niña dos horas a la semana y con una asistente social de por medio", explicó otro vecino, que conocía a Felipe. "Esto lo estaba matando. Nadie sabe qué le pasa por la cabeza a una persona para hacer algo así, pero mucho me temo que la ha matado por no poder soportar más la situación. En un ataque de locura, habrá dicho: 'Si no la puedo tener, no la tiene nadie'", añadió este vecino.

El jueves por la tarde era el momento en que Chacón podía ver a su hija. Al anochecer, la niña debía volver con Angelines, su madre. Pero ésta vio angustiada cómo la pequeña no regresaba a casa. Llamó a la Guardia Civil y a la asistente social que llevaba su caso. "La hermana de Felipe vive aquí al lado. La asistente social la llamó y le dijo que Felipe no había devuelto a la niña", explicó Anabel. "La hermana bajó a la casa y vio las luces encendidas. Nadie la abrió cuando llamó al timbre. Se asustó porque tampoco oyó al perro", añadió. A partir de ese momento se sucedieron las llamadas entre la hermana del parricida, la madre de la niña, la asistente social, la Guardia Civil y la Policía Local de Arroyomolinos.

"La hermana esperó frente a la casa. Luego llegó la policía local y, al poco, la madre. Yo me enteré de lo ocurrido por los gritos de las dos mujeres, a las 12.20. Eran desgarradores", continuó Anabel. Angelines, la madre de la pequeña, salió del lugar del suceso a bordo de una ambulancia, incapaz de soportar lo ocurrido. En el comedor de su antigua casa, sin vida y sobre un gran charco de sangre, reposaban su hija y su ex marido.

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