Crítica:ESCAPARATE

Todos los asnos del mundo

Bien, con estas dos nuevas publicaciones, ya son 15 los títulos que forman hasta hoy, a sus 80 años recién cumplidos, la bibliografía de Cristóbal Serra, el "ermitaño de Mallorca", como le calificó Octavio Paz al descubrir su primera obra, Péndulo (1958), que prologó en su primera edición entre nosotros, y a quien hace un par de meses se le ha consagrado en Palma un homenaje y una excelente exposición que al parecer le han "condenado" a ser proclamado pronto doctor honoris causa por su Universidad, lo que ya es el colmo para un escritor tan deliberadamente marginal como él. Pues ...

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Bien, con estas dos nuevas publicaciones, ya son 15 los títulos que forman hasta hoy, a sus 80 años recién cumplidos, la bibliografía de Cristóbal Serra, el "ermitaño de Mallorca", como le calificó Octavio Paz al descubrir su primera obra, Péndulo (1958), que prologó en su primera edición entre nosotros, y a quien hace un par de meses se le ha consagrado en Palma un homenaje y una excelente exposición que al parecer le han "condenado" a ser proclamado pronto doctor honoris causa por su Universidad, lo que ya es el colmo para un escritor tan deliberadamente marginal como él. Pues 15 libros para un escritor tan clandestino y secreto no son tan pocos, lo que sucede es que, como no es lo mismo escribir que publicar, el propio Cristóbal Serra pudo declarar no hace mucho que había escrito demasiado: "Fíjese que hasta he escrito sobre asnos", dijo. Y no sólo esto, sino que hasta lo había hecho desde el principio, desde aquel capitulillo de Asnomanía incluido en su primer libro en la edición de 1974, que le dedicó tras el "diálogo inverosímil entre el Asno, la Literatura y un Historiador en una Biblioteca" -lo que ya lo indica todo-, hasta esta especie de tratado completo que hoy aparece bajo el título de El asno inverosímil, para remachar del todo la jugada. Pero eso no es todo, pues Siruela recoge en su Biblioteca de Ensayo la tercera edición (la primera fue en 1980) de la Guía para el lector del Apocalipsis que ocupa las 110 primeras páginas previas a la traducción de Cipriano de Valera al texto de El Apocalipsis o Revelación de san Juan el Teólogo, incluido en las 64 finales, curiosa colaboración entre estas tres personas tan diferentes y tan separadas en tiempo y espacio -autor, traductor y su inveterado introductor- que al final se van pareciendo entre sí.

APOCALIPSIS

Cristóbal Serra (editor)

Siruela. Madrid, 2003

184 páginas. 9,50 euros

EL ASNO INVEROSÍMIL

Cristóbal Serra

Bitzoc. Palma de Mallorca, 2002

166 páginas. 15 euros

Empiezo por esta nueva edición de su Apocalipsis -creo que es la tercera- compuesto sobre todo por los comentarios de Cristóbal Serra al texto canónico, al que sin duda le llevó el que le dedicó su buen amigo exiliado Juan Larrea, en su La espada de la paloma (1956). Pues Serra y Larrea -el gran poeta exiliado y el menos conocido del grupo del 27- fueron amigos lejanos y establecieron una curiosa correspondencia entre sí, pues el primero preparó una gran antología de textos del segundo, Ángulos de visión (Tusquets, 1979). La visión de Larrea influyó bastante en la que el propio Serra nos da del Apocalipsis -junto a otras muchas lecturas históricas, desde la patrística a Milosz, Bloy o Claudel-, al que considera un texto "antirromano", antipagano y antidogmático, con un final cristiano y antiglobalizador. Una "guía de lectura" nada erudita, enriquecedora y poética, que multiplica las visiones de este texto sagrado, tan marginal como central y enigmático.

La obra de Cristóbal Serra, sin embargo, es tan curiosa y central como variada y marginal a la vez: es un vanguardista cristiano, un "micrólogo" que hace "de la brevedad bandera", autor de fragmentos, textos breves y aforismos, dueño de un caudal universal de lecturas, de una escritura que niega toda retórica, "profesionalización" o "formalización" posibles, pues preconiza una literatura "salteada", y así se utilizó esta expresión como lema del reciente congreso mallorquín que se le dedicó hace más de un mes. Y justo esos mismos días (del 3 al 7 de marzo pasado) se publicaba también este nuevo libro, El asno inverosímil, que añadía un excurso nuevo a la tan dispersa como unitaria panoplia de sus preocupaciones y obsesiones, que vienen a ser las mismas. Ya está lejos la invención de aquel "payaso metafísico" que llamó Péndulo o lo de sus dos viajes a Cotiledonia, inspirados en los de Swift y Michaux (entre El señor Plume y su Gran Garabaña), pues conforme pasa el tiempo ha sido su cristianismo marginal, su espiritualismo heterodoxo lo que se ha impuesto en él, a partir de sus lecturas insaciables de la Biblia y su amor por los poetas y filósofos más recónditos y curiosos de la cultura universal.

Su sorprendente e irresistible amor al Asno le viene por su curioso sentido de la justicia, ya que se trata con él de la reivindicación de todo un símbolo universal. El Asno es uno de nuestros animales primordiales, uno de los primeros que aparecen en la mitología, en todas las religiones y culturas, desde la Biblia y el antiguo Egipto hasta los grandes poemas, desde William Blake y Victor Hugo hasta Francis Jammes. Es un animal de transporte, estéril pero siempre en celo, que lo simboliza todo a la vez, y que ha sido maltratado por doquier y en todas partes, desde las que lo rescata Cristóbal Serra trazando una especie de informal tratado de las religiones y las mitologías como quien se da un paseo por la cultura universal. Así nos enteramos al final que, partiendo de Anubis y Osiris, ha llegado hasta nuestros días para fundar una verdadera Hermandad Asnológica, con sede en su Mallorca natal y personal para celebrar de manera "silenciosa y callada" al calumniado animal a cuyos humildes lomos entró Cristo triunfante en Jerusalén, ahí es nada. ¿No dan ganas de apuntarse?

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