La joven supuestamente violada por un cura sufre "trastornos psicológicos"

El reo se enzarza con mujeres que le increparon en la Audiencia

La joven a la que un cura de la diócesis de Alcalá de Henares supuestamente violó e hizo "innumerables tocamientos" durante casi 10 años -entre 1978 y 1988- padece aún una fuerte depresión, fruto del estrés postraumático que le originaron los abusos. Así lo declaró ayer en la Audiencia de Madrid, donde es juzgado el sacerdote, una de las psicólogas que han atendido a esta mujer, que hoy tiene 27 años.

La víctima denunció en 1997 que el sacerdote José Martín de la Peña vivió durante esos años como huésped en su casa, junto a ella, su madre y su abuela, y que la había sometido a tocamient...

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La joven a la que un cura de la diócesis de Alcalá de Henares supuestamente violó e hizo "innumerables tocamientos" durante casi 10 años -entre 1978 y 1988- padece aún una fuerte depresión, fruto del estrés postraumático que le originaron los abusos. Así lo declaró ayer en la Audiencia de Madrid, donde es juzgado el sacerdote, una de las psicólogas que han atendido a esta mujer, que hoy tiene 27 años.

La víctima denunció en 1997 que el sacerdote José Martín de la Peña vivió durante esos años como huésped en su casa, junto a ella, su madre y su abuela, y que la había sometido a tocamientos a partir de los cuatro años y violado por primera vez cuando aún no había cumplido los ocho. El fiscal, Rafael Escobar, pide para el reo una pena de 13 años de cárcel, mientras que Carmen Roney, que ejerce la acción popular, reclama 26 años.

La joven denunció los hechos cuando ya era mayor de edad. Dado el tiempo transcurrido desde las agresiones, el juez instructor aceptó como prueba, entre otras, los resultados de una hipnosis regresiva (proceso de relajación psicológica que ayuda a aflorar recuerdos nefastos ocultos en la mente). Una de las psicólogas que intervinieron en esa hipnosis indicó ayer al tribunal que el relato de la joven "cumple al cien por cien los índices de credibilidad". El cura sostiene que la víctima ya desde niña era una psicótica y que sus acusaciones son fruto "de la fantasía".

La psicóloga manifestó que las secuelas de aquellas vejaciones se han traducido "en crisis de angustia con agorafobia: tiene miedo a la vida, a volverse loca, a salir a espacios que no son seguros...". Por eso no puede", añadió, "montar en metro, en autobús o en avión".

Según la psicóloga, la versión de la víctima es "coherente", y cree imposible que Mónica [nombre ficticio de la víctima] se haya inventado los hechos, ya que el estrés postraumático que padece es producto de los abusos sexuales a los que fue sometida.

La psicóloga del Colegio Reinado Corazón de Jesús afirmó que cuando Mónica estudiaba en el centro era una joven de 18 años que se caracterizaba por sus sentimientos de culpabilidad y por la enorme ansiedad que padecía. Asimismo, destacó, como rasgos de la personalidad de la víctima, su malestar psíquico y físico, su irritabilidad y nerviosismo y sus estados depresivos.

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"Era poco conflictiva y muy dócil, no planteaba ningún problema. Era suspicaz y muy fácil de engañar", precisó la profesional, que hizo un informe sobre la denunciante en 1993. También dijo que nunca se planteó que la joven pudiera ser una fabuladora, y que pensó que podría tener un problema importante, aunque no sospechó que pudiera tratarse de abusos.

El primer especialista que trató a la menor fue Emiliano Zulaica, psicólogo y pedagogo, y perito del Tribunal Eclesiástico, donde conoció al encausado José Martín de la Peña. Zulaica admitió que la niña le confesó una vez que había sido agredida sexualmente por un "cerdo" al que tenía "ganas de matar", ante lo que él le ofreció "ayuda espiritual" y le aconsejó que olvidara el pasado y se dedicara "al estudio, a salir con los demás y a distraerse buscando amigos".

Antes del comienzo de la vista, miembros del Consejo de la Mujer de la Comunidad alzaron una pancarta frente a la Audiencia: "Para la pederastia no hay bula. Justicia para Mónica". Las mujeres recibieron al sacerdote, a su llegada a la sede judicial, con gritos de "Cura violador, a prisión", "No más violadores dentro del clero..." El sacerdote respondió: "Con este ganado qué voy a hacer", "gracias, hija", "ole, guapa", y con alusiones al aspecto de algunas de las mujeres que le increpaban.

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