Columna

Melancolía

Yo era feliz, era político, todavía lo soy es cierto, y mi trabajo consistía (aún consiste) en hacer el bien a la gente, en hacer cosas, en hacer país, en hacer carreteras, en levantar polideportivos, en pedir trenes, en escuchar a los ancianos, en saludar a los niños, en adecentar los jardines, en promover escuelas, en organizar eventos, cualquier evento, porque todo evento por definición es bueno.

Yo era político de los que apetece, quiero decir de los que no están en la oposición, de los que aprueban presupuestos, de los que ejecutan obras, servicios, inversiones, gastos corrientes, ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Yo era feliz, era político, todavía lo soy es cierto, y mi trabajo consistía (aún consiste) en hacer el bien a la gente, en hacer cosas, en hacer país, en hacer carreteras, en levantar polideportivos, en pedir trenes, en escuchar a los ancianos, en saludar a los niños, en adecentar los jardines, en promover escuelas, en organizar eventos, cualquier evento, porque todo evento por definición es bueno.

Yo era político de los que apetece, quiero decir de los que no están en la oposición, de los que aprueban presupuestos, de los que ejecutan obras, servicios, inversiones, gastos corrientes, gastos poco corrientes, fondos de reptiles, gastos generales, gastos de representación y después de tantos logros y milagros, de tantos favores a la aldea, al pueblo, a la comarca, a la provincia, a la comunidad y a España entera, después de todas estas labores sociales, solidarias, ejemplares, e incluso originales y pido perdón por la licencia, después de tanto esfuerzo, digo, me encantaba (todavía me encanta) irme con los compañeros a cenar por ahí, a hablar de listas y candidatos, de ideas y novedades, de ambiciones y sueños, de costes y fugas, y luego, tras unas pocas horas de sueño, otra vez a hacer cosas, a hacer país, a hacer comunidad, y toda la jornada así, y comer con los compañeros, que siempre estamos juntos, y a la noche una nueva reunión y meterme a fondo en los debates y en las ponencias; disfrutar como un loco con la vida interna del partido.

Yo vivía en el gozo de los viajes, muchos, de los amigos que surgen, de las posibilidades (tú ya me entiendes), de las relaciones, de las audiencias, de los compromisos, de los baños de popularidad dentro de un orden, del respeto que se nota en la gente hacia uno, hacia su familia incluso. Yo vivía en la plenitud de mi vocación auténtica, lejísimos de mi antiguo empleo asalariado, de mi pequeño negocio, de mi cónyuge, y héte aquí, qué horrenda desgracia, que Aznar, nuestro jefe, se ha vuelto loco, o demasiado cuerdo en su cordura rara, y nos arrastra a todos con su guerra rumbo al olvido y al pasado, a la desesperación y a la nada.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En