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Nueve días de guerra para ocupar un país como Irak, que en condiciones normales se tardaría 48 horas en cruzar de Norte a Sur por carretera, son pocos para hacer un juicio sobre la estrategia seguida. Ayer, en Camp David, ni Bush ni Blair quisieron hacer una previsión de duración. Todo apunta a que puede no ser todo lo corta que prometieron algunos militares en un principio, con el consiguiente sufrimiento en ambos bandos y el lógico incremento de la tensión internacional. No se ha alcanzado el objetivo inicial de provocar un derrumbe de las estructuras gubernamentales con la Operación Conmoci...

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Nueve días de guerra para ocupar un país como Irak, que en condiciones normales se tardaría 48 horas en cruzar de Norte a Sur por carretera, son pocos para hacer un juicio sobre la estrategia seguida. Ayer, en Camp David, ni Bush ni Blair quisieron hacer una previsión de duración. Todo apunta a que puede no ser todo lo corta que prometieron algunos militares en un principio, con el consiguiente sufrimiento en ambos bandos y el lógico incremento de la tensión internacional. No se ha alcanzado el objetivo inicial de provocar un derrumbe de las estructuras gubernamentales con la Operación Conmoción y Pavor, a base de bombardeos de una intensidad y precisión sin precedentes, como ha reconocido el máximo jefe militar de EE UU, general Myers.

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La ofensiva de Tormenta del Desierto en 1991 exigió 43 días; la guerra de Kosovo, dos meses. La estrategia diseñada por el general Tommy Franks se ve limitada por la exigencia de reducir a un mínimo las bajas propias, las ajenas -especialmente las civiles- y la destrucción de infraestructuras iraquíes para facilitar la reconstrucción del país después de Sadam. La mayor parte de los pozos de petróleo parecen controlados por las fuerzas de EE UU y el Reino Unido.

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Pero la cuestión no es si esta coalición va a ganar, sino cómo y cuándo, y sobre todo, a qué precio. Las dificultades y la violencia en los asaltos de Um Qsar, Nasiriya o Basora son malos precedentes para lo que se anuncia como el objetivo central: la toma de Bagdad. Las tropas angloamericanas están ya a 90 kilómetros de la capital iraquí, donde intentarán evitar por todos los medios el combate urbano casa por casa.

La primera baza perdida por los coaligados ha sido la oposición turca al despliegue de una división pesada por el Norte. Ahora EE UU está enviando tropas aerotransportadas a la zona para intentar abrir el frente norte. Rumsfeld enfatiza al mismo tiempo que no habrá alto el fuego para Sadam Husein, que no tiene más alternativa que la rendición o la inmolación. La estrategia anglosajona cuenta con su apabullante superioridad tecnológica, pero ha valorado hasta ahora escasamente no sólo la capacidad, sino la voluntad de resistencia de las fuerzas iraquíes, que no se han rendido en masa. Es de temer que ante tal resistencia se redoblen los bombardeos aéreos y crezcan las víctimas civiles. En tales condiciones es dificil que los iraquíes reciban a los invasores como una fuerza de liberación. De ahí que en la marcha de la guerra se puedan leer ya las trazas de los problemas que marcarán la posguerra y la reconstrucción de Irak.

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