Columna

El efecto Pimentel

No todos los efectos colaterales de esta segunda guerra del Golfo tienen que ser letales. Hay algunos beneficiosos: la ciudadanía parece haberse despertado y recuperado el sentido crítico, y aquí, en Andalucía, Manuel Pimentel se ha despedido del PP, un partido que no tiene espacio para nadie que no comulgue al cien por cien con el sectarismo de Aznar.

La marcha de Pimentel del PP coincide con las de otros militantes que tampoco comprenden el ardor guerrero de José María Aznar. Pero las semejanzas se acaban ahí. Para unos -como el propio Pimentel-, la guerra ha sido la gota que colma su...

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No todos los efectos colaterales de esta segunda guerra del Golfo tienen que ser letales. Hay algunos beneficiosos: la ciudadanía parece haberse despertado y recuperado el sentido crítico, y aquí, en Andalucía, Manuel Pimentel se ha despedido del PP, un partido que no tiene espacio para nadie que no comulgue al cien por cien con el sectarismo de Aznar.

La marcha de Pimentel del PP coincide con las de otros militantes que tampoco comprenden el ardor guerrero de José María Aznar. Pero las semejanzas se acaban ahí. Para unos -como el propio Pimentel-, la guerra ha sido la gota que colma su paciencia. Para otros, la oportunidad de separarse de un partido en el que se sienten preteridos.

Según los máximos dirigentes del PP andaluz, la marcha de Pimentel ha sido una más. "Unos van y otros vienen", ha dicho Teófila Martínez. Desde que dimitió como ministro de Trabajo, el PP viene haciendo grandes esfuerzos por ningunearlo. Para ello se han usado instrumentos estalinistas, como el de tratar de borrarlo de la Historia: su dimisión fue convertida en cese por el BOE y, con mezquindad pueril, José María Aznar suele piropear a sus tres ministros de Trabajo -Arenas, Aparicio y Zaplana-, eliminando de su memoria a Pimentel.

Es evidente que en el PP Pimentel no era "uno más": era una de las pocas -si no la única- cabecera de cartel con posibilidades de ganar unas elecciones autonómicas en Andalucía. Ya antes de que a Aznar le sobreviniera un ataque de ardor guerrero, las encuestas señalaban importantes pérdidas de voto para el PP. Era lógico: las políticas que el Gobierno central venía aplicando en Andalucía en nada beneficiaban al PP andaluz. La guerra de Irak ha servido -aquí y en el resto de España- para aumentar aún más la sangría de votos registrada en las encuestas.

Como sigan las cosas así -y, posiblemente, seguirán-, al PP-A no le quedará otro remedio que pasar por un proceso de refundación si algún día quiere gobernar Andalucía. Pero este proceso de refundación resulta improbable: los que hoy dirigen la derecha andaluza defenderán sus posiciones con uñas y dientes. No tienen nada mejor que hacer.

Cabe, en cambio, la posibilidad de crear un nuevo espacio político de centro que no tenga por qué asumir los errores históricos de la derecha andaluza y con el que podrían identificarse una parte de los sectores más dinámicos de nuestra sociedad que no encuentran lo que buscan ni en el PP ni en el PSOE. Un espacio de centro que el PP parece haber dejado libre en su viraje a la derecha extrema.

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Pimentel -que es uno de los pocos políticos que ha hecho varias veces el saludable viaje de ida y vuelta de la política a la vida profesional- es, sin duda, el mejor candidato para encabezar la opción política que llene ese hueco y el ejemplar más relevante de esa rareza que es el centro derecha civilizado andaluz. En su artículo de despedida del PP, se mostraba dispuesto a comprometerse con un nuevo "partido de centro que se esforzara en superar la crispación y división en la que está cayendo nuestra sociedad". A pesar de lo que ha tenido que soportar durante su paso por la política, aún le quedan ganas de volver. A eso se le llama vocación.

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