Editorial:

Oscar Almodóvar

El primer cineasta español que ha recibido dos oscars en su carrera es un guionista y realizador de origen humilde y rural, que jamás pisó una escuela de cine o una facultad universitaria y sobrevivió sus primeros años en la gran ciudad trabajando como auxiliar administrativo en una gran empresa; un autodidacta con muchísimo talento. Ese talento le ha permitido a Pedro Almodóvar quedarse con lo mejor de los mundos que ha conocido: el popular de su infancia en Calzada de Calatrava y el sofisticado de los ambientes de teatro vanguardista que conoció al llegar a Madrid.

Las revistas...

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El primer cineasta español que ha recibido dos oscars en su carrera es un guionista y realizador de origen humilde y rural, que jamás pisó una escuela de cine o una facultad universitaria y sobrevivió sus primeros años en la gran ciudad trabajando como auxiliar administrativo en una gran empresa; un autodidacta con muchísimo talento. Ese talento le ha permitido a Pedro Almodóvar quedarse con lo mejor de los mundos que ha conocido: el popular de su infancia en Calzada de Calatrava y el sofisticado de los ambientes de teatro vanguardista que conoció al llegar a Madrid.

Las revistas del corazón, los diálogos de sus hermanas y vecinas, los consultorios sentimentales de las revistas baratas se entremezclaban con lecturas de Dorothy Parker, Truman Capote o Virginia Wolf. De igual modo, demostraba su fascinación por las fotonovelas con el mismo placer con que redactaba las mundanales crónicas de Pathy Diphusa. Esa capacidad osmótica para reciclar sus distintos mundos le ha permitido realizar filmes en los que conviven tapices de ciervos abrevando con lámparas de Philippe Stark, batas de guatiné con trajes de Chanel o temas de La Revoltosa con ballets de Pina Baus. Un eclecticismo que su talento ordena en inimitables argumentos en los que también destacan su libertad y heterodoxia frente a la moral establecida.

Paralelamente, su actitud cívica ha sido y es tan coherente como su estética. Fruto de una infancia misérrima y de una educación escolar represiva en un colegio extremeño de curas agustinos (su próximo filme, La mala educación, será su particular ajuste de cuentas), encuentra en el Madrid de finales de los años setenta y primeros ochenta la anhelada libertad de hábitos y comportamientos, sin olvidar sus raíces. El ser un estandarte de la movida no le impidió denunciar todo lo que a su juicio suponía una injusticia, mostrando su apoyo a las huelgas generales en el periodo socialista, sus críticas a la corrupción y, ahora, su decidida actitud en contra de la guerra en general, y de las decisiones del Gobierno de Aznar, en particular.

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Esa mezcla de respeto a las raíces y a la modernidad y la prioridad otorgada a los sentimientos definen el cine de Almodóvar. La Academia de Hollywood ha vuelto a reconocer su talento, y él, a responder con un discurso de ciudadano libre.

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