Reportaje:

El hombre de la mirada roja

Unas excavaciones desvelan en Ares un enterramiento múltiple junto a una de las grandes muestras de arte rupestre levantino

Fue un hombre y murió en una edad cercana a los 30. Medía 1,76 metros. Una enfermedad congénita le dejó marcada la pelvis y la malformación, probablemente, le provocó un cojera que, a buen seguro, dificultó su movilidad en las tierras del Maestrat castellonense. Quienes han trabajado sobre él y con él durante una larga temporada le han dado el nombre de Mungo. La investigadora y profesora de la Universidad Jaume I de Castellón, Carmen Olaria, le ha puesto cara, o, al menos, cuerpo, a uno de los hombres que pudo participar en la creación de las pinturas que forman parte del arte rupestre medite...

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Fue un hombre y murió en una edad cercana a los 30. Medía 1,76 metros. Una enfermedad congénita le dejó marcada la pelvis y la malformación, probablemente, le provocó un cojera que, a buen seguro, dificultó su movilidad en las tierras del Maestrat castellonense. Quienes han trabajado sobre él y con él durante una larga temporada le han dado el nombre de Mungo. La investigadora y profesora de la Universidad Jaume I de Castellón, Carmen Olaria, le ha puesto cara, o, al menos, cuerpo, a uno de los hombres que pudo participar en la creación de las pinturas que forman parte del arte rupestre mediterráneo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999. Además de un cadáver completo, las excavaciones en el Cingle del Mas Nou, en el término castellonense de Ares, han dejado al descubierto otros restos humanos pertenecientes a otras seis personas, en lo que constituye uno de los escasos hallazgos de este tipo, un enterramiento múltiple, no sólo en España, sino en toda Europa.

Con sólo 30.000 euros (apenas 5 millones de pesetas), la catedrática de Prehistoria y su equipo podrían llegar a saber las características de sexo, edad y morfología exacta de los restos, las enfermedades que sufrió Mungo, el cromosoma "Y" y el llamado ADN mitocondrial, a través del que se puede saber el grupo genético al que perteneció y sus relaciones de parentesco con el resto del grupo. Además, el estudio odontológico permitirá conocer sus hábitos alimentarios.

Mungo tiene otra característica de la que sólo alguien dedicado a su trabajo con pasión, como es el caso de Olaria, puede extraer una descripción que arroja magia. "Es el hombre de la mirada roja", decía ayer la catedrática, alegando un arranque poético. Y es que el cráneo presenta la cavidad ocular derecha ocupada por una bola de arcilla roja, sobre la que se exhiben unas incisiones que simulan la retina humana. La bola está hecha con "almagre", óxido de hierro, un elemento muy utilizado en la pintura. Un material rojo, el mismo color de la mayoría de las pinturas rupestres.

El carbono 14 ha permitido datar el cadáver hace 7.000 años, es decir, un edad contemporánea a, al menos, algunos de los dibujos que se encuentran en las cercanías del enterramiento. El hábitat más cercano al Cingle del Mas Nou es la Cova Fosca, un lugar que estuvo ocupado estacionalmente por reducidos grupos de gentes cazadoras-recolectoras, que hallaron en los conejos, cabras salvajes, ciervos, corzos, bóvidos y caballos sus principales presas. El enterramiento está muy próximo a los conjuntos de arte rupestre levantino de Racó Molero, Gasulla y Remigia, donde aparecen, por ejemplo, ciervos. Quizá los mismos que después fueron descornados para acompañar a Mungo en su tránsito a la vida eterna. Además de las astas quemadas y cortadas de estos animales se han encontrado también restos de cabras, con lo que no se descarta que correspondan a restos de un ritual.

La investigación realizada hasta el momento en el marco del convenio entre la Dirección General de Patrimonio de la Generalitat y la Universidad Jaume I, ha permitido descubrir otros restos que descansaban sobre las extremidades inferiores. Pertenecen a otras seis personas, adultos y niños, sobre los que se han de realizar nuevos análisis.

El Cingle del Mas Nou es hoy un bosque de encinas, aunque hace unos años estuvo ocupado por robles. Hace 17 años, por casualidad y por el reiterado paso de un macho que acompañaba a su dueño en la búsqueda de agua, Carmen Olaria encontró restos de sílex que, finalmente, la condujeron hasta el "hombre de la mirada roja".

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