Columna

Dígaselo con flores

O tampoco. Porque además de que nada de lo que se dice significa lo que parece, resulta que nos vamos a quedar sin flores. ¿O no saben que hay unas bombas llamadas corta margaritas que nos van a dejar sin mayo? Porque esta primavera no hay otra certidumbre que ésa, la de las bombas. Puede que al principio fuera el Verbo, pero desde Bush el verbo se ha hecho metralla para habitar entre nosotros. Los perros de la guerra no han dejado de ladrar términos como Eje del Mal, Nueva Cruzada y Guerra Preventiva, que era como no llamar al pan, pan, y al vino, vino. Lo cierto es que ya venían burlá...

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O tampoco. Porque además de que nada de lo que se dice significa lo que parece, resulta que nos vamos a quedar sin flores. ¿O no saben que hay unas bombas llamadas corta margaritas que nos van a dejar sin mayo? Porque esta primavera no hay otra certidumbre que ésa, la de las bombas. Puede que al principio fuera el Verbo, pero desde Bush el verbo se ha hecho metralla para habitar entre nosotros. Los perros de la guerra no han dejado de ladrar términos como Eje del Mal, Nueva Cruzada y Guerra Preventiva, que era como no llamar al pan, pan, y al vino, vino. Lo cierto es que ya venían burlándose de los nombres desde que acuñaron el término "daños colaterales" para no hablar de víctimas civiles.

Cómo estará la cosa que los lexicógrafos del Pentágono aseguran que no van a torturar al dirigente de Al Qaeda recién capturado, aunque le priven de horas de sueño, de luz natural, agua, alimentos y asistencia médica. Por lo visto, sólo habría tortura si lo pasaran por la máquina de hacer txistorra. Y es que el patriotismo confunde mucho. Los propios congresistas norteamericanos han decidido que a las patatas fritas no se les llame "patatas francesas" sino "patatas de la libertad" sólo con idea de afear a Francia su oposición a la guerra. A este paso acabarán llamándole al champán agua de Bilbao y al fuagrás Hígado Enfermo de Pato, sólo para boicotearlos. La situación es tan disparatada que en esta guerra lo único inteligente van a ser las bombas, porque ya han advertido -no las bombas, que todavía no hablan ni se presentan diciendo "Hola, hasta aquí has llegado"-, sino quienes las lanzan- que en esta guerra el 80% del fuego será "inteligente", y si las bombas representan lo mayor del fuego, ¿qué inteligencia les quedará a los soldados y sus mandos?

Pero no hay que irse tan lejos para estudiar vocabulario. El abogado Iruin acuñó el término "sentencia de muerte" para referirse al cierre de Egunkaria logrando con eso no sólo banalizar la muerte sino ayudar al imaginario de quienes necesitan equilibrar con algo de muerte, aunque sea metafórica, la muerte que imponen sus mentores: ¿véis?, el españolismo también mata. Lo acaba de confirmar el antiguo apoderado de Batasuna en Álava: "ETA no respeta los Derechos Humanos pero, no se le puede acusar de que torture". Se le podría preguntar al angelical palabrólogo qué fue lo que sufrieron Iglesias u Ortega Lara y qué sufren cada día quienes se saben amenazados y hostigados. Aunque tal vez necesite relegar a un segundo plano la muerte y los Derechos Humanos para banalizarlos a fin de poner en primer plano lo peor, es decir las supuestas torturas que sufren sistemáticamente los satélites de ETA y que habrían sufrido algunos directivos de Egunkaria, por más que éstos no hayan aportado prueba alguna de que las sufrieran ni han interpuesto las correspondientes denuncias prefiriendo que circulen los prejuicios.

Tal vez sea reprochable la conducta de Acebes no iniciando una investigación sobre las supuestas torturas, pero no lo es más que la de Balza cuando no creyó necesario investigar las denuncias de los últimos etarras detenidos por la Ertzaintza, mal que le pese al ojo clínico de Atutxa. Sólo que hay una diferencia: cuando Acebes incoa una querella contra unos acusadores que se convierten así en acusados, sólo está llevando el asunto a los tribunales, es decir, a la justicia, donde los querellados podrán defender sus tesis amparados por la ley. Y ahí saldremos ganando todos, porque al fin se sabrá la verdad. Si hubo torturas, que pague quien las cometió y las amparó, pero si no las hubo, que paguen quienes mintieron y quienes amplificaron la mentira. Claro que aunque se produzca esto último siempre habrá quien no se lo crea. Acaba de ocurrir con la Ley de Partidos. Si el Constitucional no hubiera sido unánime, se habría dicho que el fallo no contó con respaldo suficiente, pero al ser unánime no ha faltado un Anasagasti que diga que tanta uniformidad resulta sospechosa. Lo avisó Humpty Dumpty, pero lo puede decir cualquier enfermo de patriotismo: "Cuando yo uso una palabra, quiere decir lo que yo quiero que diga".

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