Tribuna:

Sexo y ciencia

El congreso Mujeres y Hombres: Salud, Ciencia y Tecnología, celebrado recientemente en Barcelona, representa un punto de partida para establecer una estrategia dirigida a promocionar, desde la perspectiva de ciudad, el papel de la mujer en el mundo de la ciencia y de la tecnología. En efecto, el sexismo en el mundo de la ciencia y de la tecnología no se erradicará sólo con dejar pasar el tiempo o con aplicar determinadas políticas que se dirijan únicamente al entorno de la comunidad científica. Hace falta también un cambio radical en las representaciones sociales sobre qué significa hacer cien...

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El congreso Mujeres y Hombres: Salud, Ciencia y Tecnología, celebrado recientemente en Barcelona, representa un punto de partida para establecer una estrategia dirigida a promocionar, desde la perspectiva de ciudad, el papel de la mujer en el mundo de la ciencia y de la tecnología. En efecto, el sexismo en el mundo de la ciencia y de la tecnología no se erradicará sólo con dejar pasar el tiempo o con aplicar determinadas políticas que se dirijan únicamente al entorno de la comunidad científica. Hace falta también un cambio radical en las representaciones sociales sobre qué significa hacer ciencia.

Desde los tiempos de la alejandrina Hypatia (asesinada brutalmente por oscuras razones ideológicas, entre las que sin duda debió influir su condición de ser una mujer relevante por ser filósofa y matemática) hasta nuestros días, es evidente que se ha recorrido un largo camino; sin embargo, no puede decirse que el ritmo del cambio haya sido precisamente rápido, a juzgar por el limitado papel que aún siguen desempeñando las mujeres dentro de la comunidad científica.

La mujer permanece aún en un segundo plano en el mundo académico y de la investigación

Si en algunos entornos tradicionalmente masculinos, como el mundo de la política, se ha avanzado en la paridad de los sexos, las ciencias experimentales y las tecnologías siguen siendo terrenos dominados por los hombres. Y por nuestras universidades han pasado suficientes generaciones de estudiantes como para saber que no basta con dejar pasar el tiempo: hace décadas que las mujeres están en la Universidad como estudiantes, en algunas carreras incluso de forma mayoritaria, pero permanecen aún en el segundo plano del protagonismo académico y en la responsabilidad investigadora.

El sexismo en la comunidad científica -incluso en la construcción del propio conocimiento científico- ha sido puesto en evidencia en múltiples ocasiones, desde los estudios que emergieron a raíz del resurgimiento del movimiento feminista en los años setenta hasta los más recientes, incluyendo indicadores comparativos entre países y sistemas de I + D. Uno de los grupos que mayores repercusiones han tenido en la lucha por la promoción de la mujer en el mundo de la ciencia es el denominado Grupo de Helsinki, cuyo informe de 1999 fue decisivo para la creación de una unidad específica sobre mujeres y ciencia en la Comisión Europea. Esta unidad es uno de los pilares estratégicos en el nuevo plan de acción europeo Ciencia y Sociedad.

Diversos estudios han puesto en evidencia que en la infancia, la adolescencia y la juventud predomina una visión estereotipada de la actividad científica en favor del varón. El Programa Leonardo da Vinci (para la promoción de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres), de la Dirección General de Educación de la Comisión Europea, advierte de que la falta de acceso de las mujeres a las profesiones técnicas tiene su origen principalmente en los estereotipos que aún con demasiada frecuencia limitan las opciones de educación y de formación de las niñas. En el momento en que una mujer joven elige su formación surgen los perjuicios arraigados en el seno de la familia y la sociedad.

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Lo cierto es que determinadas carreras científicas, y en especial las tecnológicas (las ingenierías, por ejemplo), no resultan lo suficientemente atractivas para las futuras estudiantes universitarias como para lograr que éstas se matriculen en un número similar al de sus compañeros. La imagen estereotipada no siempre es fácil de reconocer y a veces toma formas sutiles. Por ejemplo, en un estudio sobre la programación educativa infantil en la televisión en Estados Unidos, se vio que aunque mujeres y hombres aparecían en proporciones similares representando, respectivamente, papeles de científicas y científicos, las mujeres que salían en la pantalla eran sistemáticamente más jóvenes y representaban un menor rango académico que sus compañeros varones.

También en nuestro entorno existen datos que exigen una seria reflexión. Por ejemplo, entre las fuentes de información expertas utilizadas por la prensa diaria para recoger opiniones o informaciones sobre cuestiones de salud y medicina, la desproporción entre hombres y mujeres es claramente evidente, según concluye una reciente investigación sobre Mujer, salud y prensa diaria llevada a cabo en el Observatorio de la Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra. Es difícil creer que en un campo como el de la sanidad, en el que la presencia femenina es mayor que en otros ámbitos de la ciencia y en el que incluso el correspondiente ministerio dependía de una mujer durante una buena parte del periodo de estudio, las fuentes de información muestren esta desproporción tan evidente. Así, entre los 40.522 nombres mencionados como fuentes de información o de opinión sobre temas de salud y medicina entre 1997 y 2001 en los cinco diarios de mayor difusión en España, 32.997 eran hombres (81,43%) y 7.203 eran mujeres (17,77%), y quedaban 322 casos sin especificar (0,80%). Estos datos no indican otra cosa que la necesidad de un esfuerzo consciente para romper la inercia y empezar a incluir en el circuito de las fuentes de información nombres nuevos: los de las numerosas mujeres especialistas o con suficiente autoridad como para informar y opinar sobre asuntos de sanidad (el estudio se publicará en breve en la revista Quark, editada por la Universidad Pompeu Fabra).

Este mismo trabajo concluye también que el lenguaje, las imágenes y los focos de atención de las noticias publicadas en los diarios analizados están contribuyendo a perpetuar estereotipos sobre los roles femenino y masculino. Por ejemplo, mientras que en las noticias y los artículos sobre infarto y enfermedades vasculares pocas veces se habla específicamente de las mujeres, éstas son una constante en artículos o noticias dedicadas a temas como la belleza o el cuidado del cuerpo. Por otra parte, cuando se alude a problemas de salud específicos de las mujeres, a menudo la noticia se centra más en el papel de éstas como madres, esposas o compañeras sexuales que en ellas mismas. En las noticias relacionadas con el sida, por ejemplo, se alude con frecuencia a la transmisión del virus a los hijos durante el embarazo o la lactancia, pero en menor medida se cubren aspectos específicos de la mujer, tales como su mayor vulnerabilidad a ser infectada. La lista de ejemplos es interminable.

El reto ahora es poner en común todas las redes de personas que están trabajando en estos ámbitos, así como compartir datos y experiencias, para garantizar una mayor efectividad de los programas de actuación que se pueden llevar a cabo desde diferentes instituciones y organizaciones. El compromiso adquirido en el congreso de Barcelona es crear un comité permanente, coordinado desde la Concejalía de Ciudad del Conocimiento, para canalizar actividades destinadas a la sensibilización social sobre esta situación injusta y luchar contra las desigualdades entre mujeres y hombres en temas de salud, ciencia y tecnología. Para ello se dará visibilidad a esta problemática en las diversas acciones de las políticas municipales de forma transversal, con propuestas concretas que puedan ser asumidas en el Plan de Acción Municipal del próximo mandato municipal, y se impulsará la inclusión de esta perspectiva en diversos debates ya programados en el Fòrum Universal de les Cultures 2004. Asimismo, se decidió que a partir del año 2005 se convocará con carácter bienal en Barcelona el congreso Mujeres y Hombres: Salud, Ciencia y Tecnología, para que actúe como catalizador permanente de la reflexión y acción sobre esta problemática.

Vladimir de Semir es concejal de Ciudad del Conocimiento de Barcelona. Firman también este artículo Isabel Yordi, coordinadora del Programa Mujer y Salud de OMS-Europa; Maria Jesús Santesmases, Unidad de Políticas Comparadas del CSIC; Gemma Revuelta, Observatorio de la Comunicación Científica (UPF); Izabella Rohlfs, Hospital Universitario de Girona Dr. Josep Trueta; Margarita Artal, Programa Dona (UPC); Flora de Pablo, Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas; Marina Subirats, concejal de Educación de Barcelona; Lourdes Muñoz, concejal de Política de la Mujer de Barcelona; Núria Carrera, quinta teniente de alcalde y presidenta del Consell de Dones de Barcelona; Mercè Boada, Observatorio de Salud y Mujer-MSD.

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