Reportaje:DOPAJE | El lado oscuro del deporte profesional

Una pastilla demasiado peligrosa

El fallecimiento de un beisbolista que tomaba efedrina para adelgazar, unido a los anteriores de futbolistas, dispara la alarma en Estados Unidos

Todavía no es una certeza científica que el lanzador de béisbol Steve Bechler muriese el pasado martes, en un campo de entrenamiento de Fort Lauderdale (Florida, Estados Unidos), por culpa de una dieta y unas cápsulas supuestamente adelgazantes a base de efedrina. Pero la conocida medicina, usada para facilitar la pérdida de peso, se ha convertido de repente, y otra vez, en el demonio que lo justifica todo. Familiares de jugadores fallecidos de distintos deportes profesionales, expertos médicos, entrenadores, propietarios de los clubes, congresistas y los más influyentes columnistas deportivos...

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Todavía no es una certeza científica que el lanzador de béisbol Steve Bechler muriese el pasado martes, en un campo de entrenamiento de Fort Lauderdale (Florida, Estados Unidos), por culpa de una dieta y unas cápsulas supuestamente adelgazantes a base de efedrina. Pero la conocida medicina, usada para facilitar la pérdida de peso, se ha convertido de repente, y otra vez, en el demonio que lo justifica todo. Familiares de jugadores fallecidos de distintos deportes profesionales, expertos médicos, entrenadores, propietarios de los clubes, congresistas y los más influyentes columnistas deportivos norteamericanos piden su inmediata ilegalización. Los jugadores de béisbol, seguramente el sindicato más poderoso del país, se oponen como se opusieron en la última negociación colectiva a una política firme de control antidopaje regular.

La Liga de béisbol está acusada de ser la más permisiva respecto a las sustancias prohibidas
Hasta ahora han fallado los intentos de sacar la droga de los 'supers' y restringirla a las farmacias
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La muerte de Bechler, de 23 años, no ha sido la primera que se achaca al abuso de la efedrina en las principales Ligas profesionales de Estados Unidos. Y es más que probable que tampoco será la última. La efedrina procede de una hierba natural asiática (Ma Huang) que empezó a ser utilizada en Estados Unidos en el decenio de los sesenta como remedio contra el asma, que se popularizó entre los jóvenes en los noventa como una alternativa al speed (especie de anfetaminas) y que, más tarde, tras su comercialización sintética y legal, se extendió como una sustancia que acelera la combustión en el metabolismo, quema grasas y elimina sobrepeso.

Como no estaba prohibida, la efedrina cosechó un rápido éxito. En muchos hogares y en no menos taquillas de deportistas profesionales enfrentados con la báscula. En Estados Unidos se venden cada año productos con efedrina por valor de 3.000 millones de euros. La patronal del sector sigue diciendo que, tomada sin aderezar con nada más, es segura y eficiente. Ya casi nadie les cree. Ni siquiera muchos jugadores que la ocultan en sus vestuarios obsesionados para estar en forma y responder a sus multimillonarios contratos.

En los niveles profesionales del deporte hace tiempo que la efedrina está bajo sospecha. La revista especializada New England Journal of Medicine publicó en 2000 un informe sobre su principal componente en el que la enlazaba con 54 muertos y más de 1.000 casos graves de enfermedades: insomnios, y arritmias, principalmente. El verano siguiente se desbocó la atención sobre este producto tras la muerte de tres jugadores profesionales del fútbol americano, Korey Srtinger, Rashidi Wheeler y Devaughan Darling, que sufrieron similares colapsos tras haber consumido ese estimulante. La Liga de fútbol (NFL) no tardó en incluirla entre sus drogas prohibidas. Algo que hacía tiempo había hecho el Comité Olímpico Internacional (COI), del que emanan las listas de sustancias prohibidas que adoptan la mayoría de federaciones internacionales, además de las competiciones escolares estadounidenses, la Liga universitaria de baloncesto y los tres cuerpos del ejército. Pero no la Liga de béisbol ni tampoco la NBA.

En el caso del béisbol, con la Liga acusada de ser la más permisiva con las drogas, el asunto se abordó este pasado verano. Sin resultados. El todopoderoso sindicato de los jugadores bloqueó cualquier medida. Sostiene que no puede ser tan mala si está en los supermercados. Y ahora se niega a extraer más conclusiones con el cuerpo de su compañero recién enterrado.

El código antidopaje del béisbol es el más permisivo de las grandes Ligas estadounidenses. No prevé análisis en busca de estimulantes como la efedrina. Sólo persigue los anabolizantes, pero con una sanción máxima de dos semanas de descanso hasta que el organismo esté limpio.

La familia de Bechler sí que persigue alguna explicación y probablemente acabará en los tribunales de compensación. El lanzador, casado y con un hijo en camino, luchaba como muchos deportistas de alto nivel con todos los medios a su alcance por mantenerse en la cumbre de su deporte. El pasado domingo, cuando se incorporó a su primer campo de entrenamiento de la pretemporada en Fort Lauderdale (Florida), estaba por encima de su límite. Pesaba 113 kilos, cinco más de su peso en plena forma. El entrenador le reprendió en unos saltos. Hacía 27 grados de temperatura y un 74% de humedad. Al día siguiente sufrió el ataque, el fatídico golpe de calor y murió. En su taquilla estaban las pastillas (Xenadrine RFA-1, las más potentes y peligrosas, ya que combinan la efedrina con la cafeína, lo que multiplica el efecto estimulante) y la autopsia confirmó que en su estómago no había comida. Una dieta demasiado severa.

La Administración, en concreto el departamento de comida y medicinas, la conocida FDA, que es el organismo encargado de autorizar los medicamentos, está a la espera de conocer el mes que viene un estudio, encargado tras la muerte de los futbolistas profesionales, sobre las repercusiones de la efedrina y sus prescripciones. Pero muchos expertos, médicos y políticos, no quieren aguardar más tragedias.

"Detén este juego y llama a esos productos lo que realmente son, drogas, sin ningún valor probado, que matan a la gente", sentenció Raymond L. Woosley, de la Universidad de Arizona. El congresista republicano del Estado de Nueva York John Sweeney avisó que pedirá al Congreso que la prohíba sin receta médica y se preguntó "cuánto tiempo y cuántos más jóvenes, no sólo atletas, tendrán que morir antes de que alguien haga algo para evitar la venta de esta porquería". Barry R. McCaffrey, director entre 1996 y 2001 de la oficina de política nacional de control de drogas en la Casa Blanca, fue más catastrofista: "La muerte terrorífica de este joven atleta muestra la corrupción en los deportes profesionales".

Joshua Perper, el propio médico de los Baltimore Orioles, el equipo del joven Bechler, ha permitido poco espacio para la duda al relacionar el suceso con las píldoras y abogar por su ilegalización. Algo que ahora ha demando con lágrimas en los ojos el propietario del club, Peter Angelos, que reveló las infructuosas presiones de esta patronal en el Congreso para prohibir ese producto.

La prensa recuerda que los intentos, fallidos hasta ahora, de sacar los productos con efedrina de los supermercados y restringir su venta a las farmacias, y con receta médica, no son cosa de ahora. Y hablan de que en 1997, ya hace seis años, cuando era gobernador de Texas, el actual presidente George W. Bush nombró un ministro de Sanidad llamado William Reyn Archer. Y que Archer, valientemente, prometió de entrada restringir la venta de suplementos con efedrina. El país aplaudió la audaz medida. Pero sólo unos meses después, algo curioso ocurrió. Archer, súbitamente, cambió de opinión. Habló con los fabricantes y negoció con ellos unas normas aún más laxas para hacer publicidad de sus productos. ¿Qué había pasado? Sencillamente, según relató la revista Time, que unos abogados amigos de Bush empezaron a trabajar con un gran fabricante de productos adelgazantes. Y que, pura coincidencia, poco después le llegó al gobernador, a través de los mismos abogados, un donativo de 40.000 euros para su campaña de reelección. La efedrina se sigue vendiendo libremente en Texas y todo Estados Unidos.

Steve Bechler (a la derecha) es acompañado al vestuario tras sufrir los primeros síntomas del golpe de calor.REUTERS

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