Columna

Cuestión de gustos

Al candidato socialista a la alcaldía de Alicante, Blas Bernal, no le gusta la restauración que se está haciendo en el castillo de Santa Bárbara. Como quien avisa no es traidor, ya ha advertido que, en cuanto gane las elecciones, tirará abajo la obra, y sea lo que Dios quiera. La imagen de un candidato enérgico, a ser posible en mangas de camisa, y anunciando derribos, siempre resulta llamativa y está destinada a cosechar un gran éxito entre la población. Veremos en qué acaba la cosa.

A uno, sin embargo, que prefiere la persuasión a la energía, le hubiera gustado que Bernal expusiera su...

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Al candidato socialista a la alcaldía de Alicante, Blas Bernal, no le gusta la restauración que se está haciendo en el castillo de Santa Bárbara. Como quien avisa no es traidor, ya ha advertido que, en cuanto gane las elecciones, tirará abajo la obra, y sea lo que Dios quiera. La imagen de un candidato enérgico, a ser posible en mangas de camisa, y anunciando derribos, siempre resulta llamativa y está destinada a cosechar un gran éxito entre la población. Veremos en qué acaba la cosa.

A uno, sin embargo, que prefiere la persuasión a la energía, le hubiera gustado que Bernal expusiera sus razones en contra de la obra. Algún argumento ha de tener el candidato, más allá del gusto propio. Porque si Bernal considera que su gusto puede ser, sin mayor fundamento, la medida de sus decisiones, apañados estamos. Alicante ha tenido alcaldes con un innegable gusto propio que han destrozado la ciudad. Todos actuaron convencidos de lo procedente de sus decisiones y cargados de excelentes intenciones, pero es difícil que algún día pueda recuperarse la ciudad.

Es posible que Blas Bernal sea un político -cosa que todavía está por demostrar- pero eso no le autoriza a hablar frívolamente de lo que no sabe. Ni siquiera en campaña electoral. Y es evidente que Bernal no es un experto en arquitectura ni, desde luego, en restauración. De aplicar sus ideas al teatro romano de Sagunto, por ejemplo, deberíamos destruir mañana mismo el trabajo de Grassi y Portaceli. ¿Es eso lo que pretende Blas Bernal? No sería justo pedirle a un candidato que entendiera de todos los asuntos que afectan a la ciudad, pero sí debemos exigirle, cuanto menos, capacidad para rodearse de un equipo que le pueda asesorar.

Hasta el momento, la campaña electoral de Blas Bernal no ha consistido en mucho más que en viajar de una punta a otra de Alicante, repartiendo promesas y visitando los mercados. Que los diarios denuncian el menudeo de robos en un barrio, allá acude el candidato para anunciar que pondrá más policía. Que en aquel otro lugar se quejan de unas zanjas, Bernal afirma que se acabarán en cuanto pise la alcaldía. Que a los vecinos de Santa Cruz no les agrada la restauración del castillo, Blas Bernal asegura que la derribará. Y entre unas cosas y otras, vamos pasando la campaña con una cierta amenidad.

A mi no me parece mal que un candidato recorra la ciudad repartiendo promesas. Forma parte de la actividad electoral. Pero reducir la campaña a una sucesión de ofertas generosas y esmorzarets puede acabar confundiendo al elector. En un momento u otro, Blas Bernal tendrá que dirigirse a los alicantinos y exponer sus ideas sobre la ciudad. Porque algunas tendrá el candidato, aunque hasta ahora no haya dicho una palabra sobre ellas. A mí, desde luego, me agradaría conocer su opinión sobre el Plan General de Alicante, saber cómo piensa encauzar el desenfreno de los constructores, o qué medidas ha preparado su equipo para recuperar los barrios y devolver la actividad al centro de la población. En suma, me gustaría saber si Blas Bernal tiene un plan de gobierno para Alicante y en qué consiste éste.

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