Tribuna:AMENAZA DE GUERRA

Guerra y género negro

Lo primero que hacía un grupo de matones de los años treinta cuando llegaba a un barrio cualquiera de Chicago era asaltar un banco y volar con dinamita dos o tres tiendas. Todos podemos reconstruir en nuestra memoria el fotograma del chico de los periódicos con visera y bombachos voceando por las calles la primera plana del Daily News.

La siguiente escena ya se desarrollaba en el interior de un establecimiento. Mientras un honrado comerciante hojeaba la prensa con expresión acongojada, la puerta se abría repentinamente y daba paso a dos individuos de catadura siniestra...

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Lo primero que hacía un grupo de matones de los años treinta cuando llegaba a un barrio cualquiera de Chicago era asaltar un banco y volar con dinamita dos o tres tiendas. Todos podemos reconstruir en nuestra memoria el fotograma del chico de los periódicos con visera y bombachos voceando por las calles la primera plana del Daily News.

La siguiente escena ya se desarrollaba en el interior de un establecimiento. Mientras un honrado comerciante hojeaba la prensa con expresión acongojada, la puerta se abría repentinamente y daba paso a dos individuos de catadura siniestra...

-Leyendo el periódico, ¿eh? -le dice el más alto al tendero-, ¿Y qué? Muchos crímenes ¿verdad? Realmente, esto se está poniendo muy feo.

"Asimilar a Sadam Husein con Bin Laden es una de las maniobras más efectistas de la historia de la propaganda"
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-Sí -añade el otro gánster-, ayer le desvalijaron la tienda al pescadero de enfrente, y mañana, a lo mejor, pues le destrozan el comercio a este señor.

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-Hombre, eso no -respondía el alto-, este señor parece razonable y no se va a exponer a que lo arruinen.

-O a algo peor incluso -insinuaba el segundo-.

-Después de todo una buena protección no es tan difícil de conseguir. Nosotros mismos podríamos arreglarle el asunto.

En algunos casos los gánsters acababan sacando la pistola, en otros no era necesario. La mayoría de los ciudadanos comprendía rápidamente la eficacia de la protección. A fin de cuentas ¿Quién puede protegerlo a uno contra los ataques de una persona determinada, mejor que esa misma persona determinada? Esta premisa que parece tan primitiva terminaría por hacer carrera en la política americana.

Cuando los pistoleros ya contaban con un número considerable de protegidos en cualquier ramo del comercio, entonces montaban una industria para proveerlos. Así nacieron las grandes Corporaciones. Los políticos enseguida entendieron los beneficios del método, sólo tuvieron que convertir mentalmente las toneladas de existencias en millones de votos y hasta hoy.

Pero en algún momento se dieron cuenta del peligro de que algunos proveedores se hicieran demasiado fuertes, especialmente con mercancías tan sensibles como el petróleo, cuyas reservas bombean el corazón negro de todo el sistema. Así que acto seguido vinieron las concesiones a las fábricas de armamento de las que saldría una generación de armas letales para uso propio y de los estados aliados, que fue la pauta habitual durante la guerra fría -el propio Rumsfeld en persona fue el encargado de armar a Sadam Husein en el conflicto entre Irán e Irak-. Y más tarde se aumentó la partida con otro arsenal todavía más potente de ojivas nucleares para el supuesto de que los países aliados dejaran de serlo algún día. Con este despliegue, el presupuesto de Defensa de EEUU ha subido hasta la astronómica cota de 360.000 millones de dólares.

Pero todo esto podría parecer de un mercantilismo demasiado crudo y América, como todo el mundo sabe, es una nación de una religiosidad profunda y mesiánica. Faltaba un golpe de efecto para ganar las conciencias. Y ahí es cuando entra en acción el aparato de propaganda de la administración Bush con su teoría del Eje del Mal, que se centra en torno a dos ideas básicas: a) La amenaza terrorista. La asimilación de Sadam Husein con Bin Laden es una de las maniobras más efectistas de la historia de la propaganda política, aunque tiene el ligero incoveniente de que hasta el momento ni los servicios secretos, ni la CIA, ni los inspectores de la ONU, ni nadie han podido encontrar una sola prueba en este sentido a pesar de haberlas buscado con denuedo. Y claro, justificar una invasión en base a una sospecha no probada es algo que rechazan algunas mentes pensantes. Y b) Se trata de llevar la libertad al pueblo iraquí oprimido y sojuzgado por un tirano. Extremo éste sí perfectamente cierto y demostrable como es demostrable el bombardeo al que fueron sometido los kurdos, por ejemplo, con armas químicas y con la total bendición de Washington, hay que recordarlo. Pero el pueblo americano es olvidadizo con estas menudencias y el resultado de la campaña publicitaria del estado ha sido todo un éxito: el 88% de los americanos desea la guerra contra Irak. Con el Dios de los ejércitos de su lado, a EEUU ya sólo le queda desplegar sobre el cielo sus protectoras alas de hierro.

Pero volvamos ahora al ilustrativo diálogo que tenía lugar en el interior del establecimiento del que les hablaba al principio.

-Sí, tienen ustedes razón, realmente esto se está poniendo muy feo -admite el honesto ciudadano-, ¿Y a qué precio puede salirme esa protección?

-Eso depende -le contesta uno de los gánsters con una resplandeciente sonrisa de ratonera-, según la unidad que usted prefiera. Puedo darle el coste en dólares, en euros en especies, en vidas humanas, con IVA, sin IVA, al contado, a plazos... Vamos, que usted decide. Para eso estamos en un país libre.

Susana Fortes es escritora.

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