Un juez ordena el alta a un hospitalizado ya sano que manoseaba a las enfermeras

La policía acudió al hospital por orden judicial para que el enfermo, ya curado, se marchase

Un paciente ha traído de cabeza durante casi dos meses a la enfermeras, médicos y a la dirección del hospital Clínico de San Carlos. La estancia de H. R. M., inmigrante marroquí de 38 años, en el centro ha sido un calvario; especialmente para las enfermeras, a las que, según ellas, les "insultaba, amenazaba de muerte" e incluso las tocaba "lascivamente". Con el aval del hospital, 50 de ellas han puesto los hechos en conocimieno de los jueces.

Ni las enfermeras ni el director del hospital sabían qué hacer con él: fumaba droga en la habitación ("al abrir la puerta, el humo te dejaba medio...

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Un paciente ha traído de cabeza durante casi dos meses a la enfermeras, médicos y a la dirección del hospital Clínico de San Carlos. La estancia de H. R. M., inmigrante marroquí de 38 años, en el centro ha sido un calvario; especialmente para las enfermeras, a las que, según ellas, les "insultaba, amenazaba de muerte" e incluso las tocaba "lascivamente". Con el aval del hospital, 50 de ellas han puesto los hechos en conocimieno de los jueces.

Ni las enfermeras ni el director del hospital sabían qué hacer con él: fumaba droga en la habitación ("al abrir la puerta, el humo te dejaba medio colocada", cuenta una), él decidía qué sanitarios podían entrar en su habitación y la hora en que le venía bien que le medicasen o le arreglasen la cama. "Las normas las ponía él, y si le ponías pegas, te insultaba y te decía: 'chica, te estás metiendo en problemas", cuenta una enfemera.

La curación de su patología, que era grave en su fase inicial, se ha prolongado mucho más tiempo de lo normal -"ocho o diez días", según un portavoz del hospital- por los obstáculos que el mismo enfermo ponía al tratamiento. El paciente ha dado problemas hasta para recibir al alta. Tras casi dos meses hospitalizado, los médicos le comunicaron el 28 de enero que ya estaba bien y que podía irse a casa. Su respuesta fue que él no se iba. "Como se negaba a dejar la habitación", comenta el portavoz del Clínico, "se elevó el asunto al director y éste, tras consultar con los servicios jurídicos, comunicó la situación al juez". "A la vista de los informes médicos favorables, el juez ha tenido que ordenar por escrito al paciente que abandone el hospital", añade el citado portavoz. Al ver que los médicos llegaban a su habitación con la policía, H. R. M. recogió sus cosas, enfadado, y se marchó.

Tan surrealista actitud llevó a los médicos del Clínico a pensar que el paciente sufriese algún tipo de trastorno mental. "El psiquiatra nos comentó que padecía un trastorno de la personalidad, pero que sabía perfectamente lo que hacía", narra una fuente de Clínico.

Para las enfermeras y sanitarios de este hospital la pesadilla terminó la semana pasada, cuando el paciente se marchó renegando, escoltado por la policía y con el alta médica bajo el brazo. Pero ha dejado en el Clínico un halo de incredulidad que las sanitarias tardarán en olvidar. El paciente era conocido de una vez anterior en la que también precisó hospitalización por una dolencia pulmonar. "Entonces también dio problemas, pero ésta vez ha sido... ¡ufff!, increíble", resopla una sanitaria. La denuncia presentada contra él por 50 enfermeras contiene pasajes que revelan impotencia. "(...) El señor H. R. M. ingresó por segunda vez en el servicio de Medicina Interna hace más de un mes [el pasado 11 de diciembre]", se relata. "Al igual que la otra vez, este enfermo ha mantenido un patrón de comportamiento insostenible. Escudándose en un trastorno de personalidad, cree tener vía libre para agredirnos verbalmente (con insultos, gritos, gestos obscenos...), físicamente (arrojándonos objetos cogiéndonos del uniforme, intentando golpearnos y, cuando nos alcanza, escupiéndonos, con tocamientos lascivos e intencionados) y emocionalmente: tenemos un pánico verdadero a entrar en su habitación, o a encontrarnos con él en el pasillo...". El paciente "ha hecho de su habitación", añaden, "su refugio para drogarse (hecho que realiza incluso delante del personal de enfermería) y para organizar nuestro tiempo a su antojo, llamándonos a la habitación para exigir todo tipo de caprichos y cosas insólitas a la voz de ya". En una ocasión, por ejemplo, "pidió patatas crudas y ajos...". "Ante esta situación", detalla una de las enfermeras, "yo sólo tenía dos opciones: volverme loca o perder mucho tiempo para conseguir lo que quería o aguantar sus gritos y amenazas". La situación "me desbordó", aclara, "y otro compañero tuvo que atenderlo en los días sucesivos".

Las dos veces en que H. R. M. ha estado en el Clínico, las quejas han llovido sobre la mesa del directo

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r. Sobre todo para pedirle "protección" frente al paciente. En varias ocasiones, las enfermeras tuvieron que acudir a los vigilantes de seguridad para que les ayudasen a practicarle las analíticas que requería su afección y que él rechazaba.

"Jamás vi algo igual"

Algunos sanitarios que han asistido a H. R. M. en el Clínico pidieron a sus jefes ser relevados de cuidarle. Una enfermera solicitó cambiar de puesto tras quejarse de que no podía más y escribió una carta al director en los siguientes términos: "Es la primera vez en mi vida que he tenido que aguantar algo así. Yo intentaba que cumpliera las normas como cualquier otro enfermo, y lo que conseguí fue que me insultara y me amenazara diciendo que me estaba buscando problemas. En todo momento", añadió, "él impuso sus normas y exigió los horarios que le venían bien para que se le administrase la medicación y para arreglarle la habitación". Otras enfermeras, hartas de insultos, escribieron la siguiente carta: "(...) Sus insultos y golpes en las paredes y el mobiliario de la habitación han tenido en vilo a pacientes y familiares de esta planta". En una ocasión hubo que trasladarle de habitación, aunque no fue fácil buscarle otro acomodo, porque él se negaba. Con mucha mano izquierda, le convencieron. Pero Hamid no tardó en "convertir la nueva habitación en un gueto donde sólo se podía entrar si él lo decidía y cuando él lo decidía". Las enfermeras contactaron con un psiquiatra. Éste les dijo que, dado el trastorno de personalidad que sufría H. R. M., lo mejor era "no llevarle la contraria".

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