Editorial:

¿Madrid olímpico?

La candidatura de Madrid para organizar los Juegos Olímpicos de 2012 se impuso ayer a la de Sevilla. En la decisión del Comité Olímpico Español influyó el hecho de que la capital andaluza no había logrado convertirse en sede para 2004 ni para 2008.

Podrá lamentarse que ambas ciudades no aunaran sus esfuerzos para compartir el proyecto, lo que les habría dado un plus de fuerza internacional. Podrá recordarse que la oferta de infrastructuras deportivas de Sevilla está casi acabada y comprobada su eficacia en diversos campeonatos recientes, mientras que la de la ganadora sólo existe sobre ...

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La candidatura de Madrid para organizar los Juegos Olímpicos de 2012 se impuso ayer a la de Sevilla. En la decisión del Comité Olímpico Español influyó el hecho de que la capital andaluza no había logrado convertirse en sede para 2004 ni para 2008.

Podrá lamentarse que ambas ciudades no aunaran sus esfuerzos para compartir el proyecto, lo que les habría dado un plus de fuerza internacional. Podrá recordarse que la oferta de infrastructuras deportivas de Sevilla está casi acabada y comprobada su eficacia en diversos campeonatos recientes, mientras que la de la ganadora sólo existe sobre plano y exigirá, pues, mayor compromiso financiero. Podrá echarse en falta un entusiasmo unánime inicial en la sociedad de la ciudad ganadora y quizá de sobra una rivalidad con Barcelona, que, sin embargo, puede leerse como sana competencia. Podrán legítimamente los sevillanos dolerse de que a la tercera no fuese para ellos la vencida.

Pero la suerte está echada, se han cumplido las reglas de juego, han decidido los más directamente interesados, la familia olímpica española. Así lo ha entendido en una reacción auténticamente olímpica el alcalde de Sevilla, quien se apresuró ayer a reconocer que es Madrid la portadora de la antorcha. Contando con ese tipo de apoyos, ahora toca a los madrileños la tarea de convertir los planos en un proyecto, y la candidatura, en una ilusión. Es una excelente oportunidad para ampliar la ambición con el designio de integrar lo nuevo en la trama y usarlo a largo plazo, ese secreto que dio a Barcelona algunas de sus mejores bazas actuales. La candidatura es para Madrid, sobre todo, la ocasión para transformarse desde lo que es hoy, algo más que una gran capital moderna, en una ciudad habitable y entrañable, capaz de enamorar a los de fuera, pero sobre todo a sus habitantes, tal como la soñó Enrique Tierno en la transición democrática.

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El camino que queda hasta la decisión definitiva por el Comité Olímpico Internacional, en 2005 y en Singapur, es de espinas. Los rivales son potentes. Frente a París y Londres, puede tener la leve ventaja de no haber sido nunca sede olímpica. Pero no será así frente a la otra gran candidata, Nueva York, que exhibe en su favor la sentimentalidad derivada de los atentados del 11 de septiembre. Por eso urge que Madrid pase del dicho al hecho. Y del plan, a la movilización ciudadana.

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