LA CRÓNICA

Anemia política y golpes electorales

Qué tiempos aquellos, no tan lejanos, en los que el titular de la Generalitat, Eduardo Zaplana a la sazón, viajaba por esos mundos de Dios con un séquito y pompa propios de un príncipe petrolero. Por más que sus críticos le pusieran a caldo, no podían negar que el molt honorable vendía con eficacia una realidad más o menos virtual, pero desinhibida, del Pais Valenciano y que el empresariado áulico itinerante se sentía confortado por esta proyección internacional. Ahora, en cambio, hay que estar muy atento a los pequeños titulares de los periódicos para tener noticia de que nuestro máxim...

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Qué tiempos aquellos, no tan lejanos, en los que el titular de la Generalitat, Eduardo Zaplana a la sazón, viajaba por esos mundos de Dios con un séquito y pompa propios de un príncipe petrolero. Por más que sus críticos le pusieran a caldo, no podían negar que el molt honorable vendía con eficacia una realidad más o menos virtual, pero desinhibida, del Pais Valenciano y que el empresariado áulico itinerante se sentía confortado por esta proyección internacional. Ahora, en cambio, hay que estar muy atento a los pequeños titulares de los periódicos para tener noticia de que nuestro máximo mandatario, José Luis Olivas, hace bolos por algunas repúblicas americanas. Ya no le acompaña una nube de cronistas ni se sabe a ciencia cierta qué surtido ofrece. Un signo muy expresivo de la suspensión de pagos en que ha devenido la Administración autonómica, sumida en un tránsito anémico y prolongado.

Anemia política perceptible en todos los órdenes, con la salvedad acaso del frente electoral en el que, sin estrépito todavía, aunque con algún destello, los candidatos siguen afinando sus mensajes y calentando motores para la aceleración final. En este clima promisorio resulta notable la cantidad de compromisos culturales que está asumiendo el cabeza de cartel del PP, Francisco Camps, muy capaz de convertir la Comunidad Valenciana en la capital europea de la melomanía. Alguien debería atemperarle este ímpetu mediante el sencillo recordatorio de los costes y dificultades que conllevan estos fastos. Pero ya se sabe, prometer hasta convencer, que luego vendrán las rebajas, de no ser que se siga optando por colmar de facturas impagadas los cajones, tal como acontece.

Pero sin duda alguna, el golpe de efecto de la semana ha sido protagonizado por el Bloc Nacionalista, con su fichaje de Vicente Albero, ex ministro de Agricultura con Felipe González y veterano del primigenio PSPV de los años 60. Un anuncio menos chocante, quizá, que los que están pariendo últimamente los propagandistas del citado partido, pero de mayor alcance por el crédito político e intelectual que tal personalidad propicia. Si algo está necesitando este colectivo es restablecer los puentes con quienes por vocación y coherencia comparten sus propuestas fundamentales, y una singularmente: constituir una fuerza autónoma sin obediencias debidas y de centro izquierda para negociar con el poder central los asuntos específicos de este país. En este aspecto, el mentado ex ministro siempre ha tenido las ideas muy claras y bien aceitadas de pragmatismo.

Otro apartado del glosario semanal es el que se nos antoja, aunque con reservas, la liquidación del chapapote mediático de Aguas de Valencia. La trapisonda no da ya mucho de sí, por más que todavía circulen entre los cenáculos de aquí y de acullá, relatos o cuitas delatadoras del descuido y hasta basteza con que se ha gestado y gestionado el enredo. No es propio del estilo del ex presidente y hoy ministro de Trabajo, tan cauto y atento a las apariencias. Inconvenientes de sentirse sobrado o limpio de conciencia. Lo previsible, o eso pronostican los enterados, es que los ejecutivos de la compañía que prendieron este fuego acaben negociando su despido ineludible y dejen de echar leña, si es que les queda avío. Ya han tenido ocasión de constatar que ni tenían todos los triunfos en la mano, ni apuntaron contra una presa -decimos de Zaplana- fácilmente abatible.

Por último, si sirve para confortar provisionalmente a los colegas de la televisión autonómica, el ente seguirá tal cual hasta después de las elecciones. En las altas instancias nadie quiere oír hablar de la prometida privatización. Y menos cada día, en la medida que entre los populares aumenta el síndrome de acoso por parte de los medios de comunicación. Resulta paradójico el victimismo que exhiben, como si después de siete años de gobierno no se hubiesen habituado a la crítica más o menos ecuánime o feroz, pero crítica al fin. ¿Acaso no tienen sus propios portavoces? Son insaciables. En tales circunstancias, RTVV permanecerá por tiempo indefinido políticamente castrada y dócil al Gobierno, pero acechada, además, por la amenaza que no cesa. ¡Valiente futuro para los profesionales de la casa!

GRAVÍSIMO ERROR

¿A qué santo o consejero se encomienda el socialista Joan Ignasi Pla para hacer ciertas declaraciones? En su haber hay algunas sonadas, pero la última es antológica. A pesar de que no distingue un balón de fútbol de una sandía, se ha descolgado prometiendo ricas subvenciones al Valencia CF. Y claro, protesta airada de los demás clubes. Y rectificación. Habrá, pues, para todos. ¿Sí? ¿Y a costa de qué partidas presupuestarias? En menudo charco se ha metido sin necesidad. O por ignorar que el deporte rey es un despilfarro multimillonario en el que sólo por insensatez o demagogia se pueden sacrificar recursos públicos. El chico mejora, y es amable, pero está verde, muy verde.

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