Columna

El año de Matías

Que en su cuarta temporada Gran Hermano siga teniendo audiencia y propicie géneros adosados (tertulias en A tu lado, Crónicas marcianas y, durante unas semanas, Día a día y el especial El debate) confirma el tirón de la fórmula. Si GH 3 oficializó la ordinariez con un reparto conflictivo y un presentador que cometió el error de no disimular hasta qué punto le importaba un bledo todo, GH 4, que ganó el campechano, sobón y ligeramente estrábico Pedro (46,53 % de los votos), ha recuperado sus señas de identidad. La primera: Mercedes Milá, alimentando con ...

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Que en su cuarta temporada Gran Hermano siga teniendo audiencia y propicie géneros adosados (tertulias en A tu lado, Crónicas marcianas y, durante unas semanas, Día a día y el especial El debate) confirma el tirón de la fórmula. Si GH 3 oficializó la ordinariez con un reparto conflictivo y un presentador que cometió el error de no disimular hasta qué punto le importaba un bledo todo, GH 4, que ganó el campechano, sobón y ligeramente estrábico Pedro (46,53 % de los votos), ha recuperado sus señas de identidad. La primera: Mercedes Milá, alimentando con su demagógico y funcional histrionismo tanto la simpatía de sus fans como el rencor de sus detractores, agradecidos de que su entusiasmo incluya las metidas de pata y la clavada de bolígrafo en la mejilla como recurso sadocatódico. La segunda: un buen casting. Así como GH 3 consagró la bronca y premió al mal menor Javito, GH 4 culminó con un desenlace ideal: muchos merecían ganar. Pedro, que entronca con la tradición agropecuaria (casi lloró al despedirse de sus ovejas), dignificada por Fran de GH 2 y adulterada por Jacinto de GH 3. Desirée (37,67%), que, gracias al hamletiano amor de Nacho y a la solidaridad con Galicia, estuvo a punto de ganar en plan Sabrina de GH 2. Rafa (15,80%), perfecto en su papel de Pájaro Espino, enriqueciendo un guión sin chicha espiritual con su perfil místico, corroído por tentaciones varias, a punto de cometer algún pecado y generando encendidos debates sobre su sexualidad que, al final, quizá le perjudicaron.

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Y, como guinda, la perla. Iván, de GH 1, lo calificó de "el mejor concursante de todos los GH". La melancólica Rocío le definió como "hombre", así, a palo seco. Y, desde que salió en pantalla, mi mujer está como poseída, aprendiendo a bailar el tango acuático. Hablo de Matías, of course. O de Tone, que así le llaman los que han compartido con él jacuzzi y lengüetazos. La aportación del argentino ha sido decisiva para lavarle la cara al concurso y ha elevado la promiscuidad a categoría de modelo familiar sin que el Opus haya dicho ni mu. En el lado de los villanos destaca la cizañera Sonia, que ha encontrado en Kiko, de GH 3, el socio ideal para explotar la media verdad. Ésta ha sido la peor parte de GH: su capacidad para contaminar una programación que ha duplicado la dosis habitual emitiendo dos tandas de concurso en un solo año. Y lo curioso es que, lejos de saturar al personal, ahí está, en perfecta forma, viendo pasar el tiempo.

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