Columna

El botellazo

Aunque con algunos años de demora, el PP ha reaccionado enérgicamente y, por fin, le ha enmendado la plana a la feroz propaganda socialista: en lugar de azuzar un dóberman con los belfos espumajosos; ha colocado a Ana Botella en la palestra para que adquiera el compromiso "de hacer de Madrid la mejor ciudad del mundo". Eso sí que es una campaña terrorífica, una amenaza de verbo ad vérbum, no sólo para los vecinos del Madroño, sino para los del Cap y casal y los de esa invisible por cegadora, sin duda. Ciudad de la Luz. Si ganan las municipales, a los valencianos nos empadronarán en una partida...

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Aunque con algunos años de demora, el PP ha reaccionado enérgicamente y, por fin, le ha enmendado la plana a la feroz propaganda socialista: en lugar de azuzar un dóberman con los belfos espumajosos; ha colocado a Ana Botella en la palestra para que adquiera el compromiso "de hacer de Madrid la mejor ciudad del mundo". Eso sí que es una campaña terrorífica, una amenaza de verbo ad vérbum, no sólo para los vecinos del Madroño, sino para los del Cap y casal y los de esa invisible por cegadora, sin duda. Ciudad de la Luz. Si ganan las municipales, a los valencianos nos empadronarán en una partida rural de La Moncloa, bajo la boina del pedáneo Francisco Camps . Y no porque nos haya vendido Zaplana, que apenas si le queda ya nada por vender, sino porque Ana Botella habrá conquistado con su glamour de estraza, la unidad de los barrios y las pedanías de la España, de los "siete samurais".

Ahora, el miedo no viene de Almansa, que es un miedo histórico y asonantado, sino de La Moncloa, que es un miedo autoritario y centralista. Sin embargo, El miedo que se gasta Font de Mora es un miedo de ropavejería, de comparsa, de paleto irredento. La erratas de la memoria lo hacen embestir al patriotismo constitucional de su jefe, por atentar contra el artículo 6º y algunos más de la Ley fundamental. Su discurso resulta materia de estudio para parasicólogos, sociólogos e historiadores: agitar el fantasma del comunismo, a estas alturas, es una forma de descalificarse más, si aún es posible. Y no parece que impresione demasiado, pero sí exhibe ante su propia clientela una miseria vergonzante: recurso de títeres. A menos que tan pedestres argumentos se inscriban en la estrategia de ocultaciones y escamoteos que ha articulado el PP, para conjurar sus fracasos y sus engaños. Y no solo del Prestige, de su desidia e impotencia, sino de la situación económica y social a la que ha arrastrado, con su petulancia y su saqueo, a todo un país. Que se produzca o no un pacto pre o post electoral entre el PSPV y EU, u otras fuerzas, es algo políticamente admisible. El PP conoce muy bien esas mañas. Así es que menos sermones, y que nos de cuentas de tantas irregularidades, si no ilegalidades, que está cometiendo tan ostensiblemente, y que conculcan los principios democráticos: la falta o manipulación de una información veraz, la mengua de las libertades, el incumplimiento de sus responsabilidades, el encarecimiento de la vida, el endeudamiento de todos los valencianos, el ominoso abandono de la enseñanza pública, la falta de medios en la asistencia médica, que costeamos de nuestros dineros. Tratar de esconder todo eso es descabellado. Si no afrontan su incapacidad, lo van a pagar tarde o temprano. Esperemos que temprano. La derecha incivil ha regresado, por sus fueros, ha renunciado a aquel juego malabar del centro, y se ha enrocado, en las agresivas, soberbias y revanchistas actitudes de costumbre Por la radio, alguien las calificó de parafascistas. Y fue muy generoso, muy benévolo. Ni aun el botellazo puede ya salvarla. Entre otras cosas, porque Ana Botella, entró en el chiste antes que en la política, y en el chiste habita. Entre otras cosas, porque el botellazo puede recibirlo el PP en su propia crisma. Que no hace falta demasiado tino.

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