Crítica:POESÍA

Antes de tiempo

Tiempo de silencio es una de las novelas que más ha dado que hablar desde la guerra civil. Su evidente calidad literaria es consecuencia de una imaginación y una capacidad intelectual poco comunes. Una novela de ruptura como aquélla, publicada en 1961, es el resultado de la conjunción de vida y de literatura. En su génesis literaria, incluso también en la personal, tuvieron mucho que ver los inicios poéticos de Luis Martín-Santos de Ribera (Larache, 1924-Vitoria, 1964), nombre completo con el que firmó su único libro en verso publicado, Grana gris (Afrodisio Aguado, Madrid, 1945)...

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Tiempo de silencio es una de las novelas que más ha dado que hablar desde la guerra civil. Su evidente calidad literaria es consecuencia de una imaginación y una capacidad intelectual poco comunes. Una novela de ruptura como aquélla, publicada en 1961, es el resultado de la conjunción de vida y de literatura. En su génesis literaria, incluso también en la personal, tuvieron mucho que ver los inicios poéticos de Luis Martín-Santos de Ribera (Larache, 1924-Vitoria, 1964), nombre completo con el que firmó su único libro en verso publicado, Grana gris (Afrodisio Aguado, Madrid, 1945). Poco sabemos de su formación literaria, pues no hay estudios sobre la poesía de Martín-Santos. Por eso es inestimable la precisa introducción que José Francisco Ruiz Casanova nos ofrece.

GRANA GRIS

Luis Martín-Santos Edición preparada por José Francisco Ruiz Casanova Biblioteca Nueva. Madrid, 2002 180 páginas. 14,42 euros

Grana gris, junto con Dilthey,

Jasper y la comprensión del enfermo mental (1955), son dos libros capitales (según Juan Benet y a pesar de su poca estima por la labor poética del novelista) para conocer a fondo el desarrollo de la personalidad de Martín-Santos. Como premio a sus brillantes resultados académicos, el padre del novelista manda publicar la colección de poemas representados en Grana gris, seleccionados de un poemario más extenso, y quizá surgidos de unas experiencias más sucesivas y articuladas. No satisfecho con el resultado, Martín-Santos intenta recopilar y hacer desaparecer la mayoría de los ejemplares. Alrededor de 1948 trabaja en un poema titulado Las voces, de nuevo según noticias de Benet, que lo califica de "interminable y farragoso poema épico (...), saturado de reminiscencias helénicas". Este inédito intento poético tiene mucho que ver con Grana gris, un libro a pesar de todo increíble, una colección de poemas que "es todo el impulso de mi juventud". Poblado de esquifes, princesas y linfas, de "flébiles sombras" y cielos azules, su lírica es tan añorante y sugeridora como románticamente existencialista.

Su fondo expresivo preludia sus intereses novelísticos (temas como la soledad y la angustia, el amor y la muerte), en una expresividad supeditada a lo formal, que opera casi como una vía de sublimación, una especie de perplejidad que se libera en las palabras. Pero Martín-Santos está muy por encima de su personaje poético ("Yo narro mil fantásticas visiones, / pensamientos que anudan alocados, / raciocinios del cerebro desbandados, / de la pura verdad mis emociones..."), algo que se nota en esos poemas (Dolor, Acre, Los pasos) en que desciende a lo real, potenciando lo humano frente al mundo nocturno y mítico que envuelve gran parte de sus versos: "a la furia omnipresente de la nada / opongo mi coraza de poesía". Casi sin complementos, como nacer, vivir o morir, lo mejor de estos poemas, como bien resalta Ruiz Casanova, sea su actitud, su invocada "esencia intransitiva". Aquí está su personal esencia antes del tiempo.

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