OPINIÓN DEL LECTOR

Parque de Perdigones

Hace pocos días asistimos a través de los medios al regocijante espectáculo de inauguración -con representantes del PSOE y PA, en el gobierno del Ayuntamiento, pugnando por salir en la foto a codazos con el adversario-socio de gobierno- del nuevo parque de Los Perdigones. Los afortunados vecinos propietarios de pisos con vistas pueden por fin disfrutar de un espacio verde cercando sus casas. Los antiguos moradores de lo que ahora es parque no han tenido tanta suerte. Buena parte de ellos han ido a engrosar el gueto de las Tres Mil, con la selvática zona verde que todo el mundo sabe rodea a est...

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Hace pocos días asistimos a través de los medios al regocijante espectáculo de inauguración -con representantes del PSOE y PA, en el gobierno del Ayuntamiento, pugnando por salir en la foto a codazos con el adversario-socio de gobierno- del nuevo parque de Los Perdigones. Los afortunados vecinos propietarios de pisos con vistas pueden por fin disfrutar de un espacio verde cercando sus casas. Los antiguos moradores de lo que ahora es parque no han tenido tanta suerte. Buena parte de ellos han ido a engrosar el gueto de las Tres Mil, con la selvática zona verde que todo el mundo sabe rodea a este idílico barrio.

Y, sin embargo, el disfrute del parque por los vecinos y el realojo de chabolistas integrados en la Macarena eran perfectamente compatibles.

Existía terreno público, algunas asociaciones lo descubrimos en la también selvática, y no tan verde, maraña de la Administración; había dinero público -Plan Integral de Erradicación del Chabolismo firmado en 1997 por la Junta con varias consejerías comprometidas en su cumplimiento- y había, a falta de mayor interés de las administraciones, 12 proyectos creados por 11 estudios de arquitectos que avalaban con planos la viabilidad de una hermosa idea: que los chabolistas de Perdigones pudieran vivir de una forma digna en el enclave en el que sobrevivieron con su solo esfuerzo durante 18 años, sin que fuera necesario restarle espacio a la zona verde.

La mezquindad y la estrechez de miras impidieron que germinara un proyecto solidario, justo, necesario y posible. El Ayuntamiento, contraviniendo acuerdos anteriores aprobados en pleno, presionó a PRASA, empresa constructora que había depositado una fianza para garantizar la urbanización necesaria en la zona, para que hiciera el trabajo sucio por ellos y pagara en secreto, de tapadillo y con intermediarios, seis millones por familia para que se fueran con sus trastos, sus rarezas y sus músicas a otra parte. La empresa cumplió, los chabolistas se fueron, su espacio es hoy un parque. Pero éste no es el final feliz de la historia.

¿Qué se hizo del solar de propiedad pública que en buena justicia les correspondía? ¿Por qué Fátima prefiere volver a montar una chabola al lado del río a que sus hijos se enreden en la droga que ahora tienen tan a mano? ¿Por qué el Ayuntamiento no cumplió con el compromiso de apoyar a estas familias en su nuevo destino para que no perdieran el grado de integración que habían conseguido? ¿Quién del PSOE correrá a hacerse la foto con estos recientes inquilinos de las Tres Mil, antiguos macarenos?

Fátima, Jorge, Sansón, Rufino... el parque de Perdigones estará en nuestro recuerdo unido al sabor y el calor de un café, de unas candelas y de unas presencias: las vuestras.

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