Tribuna:

Alemania se acerca a Japón

Recientemente, en estas mismas páginas se afirmaba que Alemania no es Japón. Es obvio que hay profundas diferencias entre las economías alemana y japonesa, pero ello no impide afirmar que Alemania está padeciendo algunos problemas económicos que nos hacen recordar la crisis que aqueja a Japón desde principios de los noventa. Recordemos algunos de estos problemas:

- Crecimiento económico muy reducido durante más de 10 años y claramente por debajo de su crecimiento potencial.

- Crecimiento muy escaso de los precios, para acabar imponiéndose un proceso deflacionista en los tres úl...

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Recientemente, en estas mismas páginas se afirmaba que Alemania no es Japón. Es obvio que hay profundas diferencias entre las economías alemana y japonesa, pero ello no impide afirmar que Alemania está padeciendo algunos problemas económicos que nos hacen recordar la crisis que aqueja a Japón desde principios de los noventa. Recordemos algunos de estos problemas:

- Crecimiento económico muy reducido durante más de 10 años y claramente por debajo de su crecimiento potencial.

- Crecimiento muy escaso de los precios, para acabar imponiéndose un proceso deflacionista en los tres últimos años.

- Caída espectacular del precio de activos tales como las acciones y los inmuebles, lo que ha provocado, entre otros problemas, un crecimiento extraordinario de la morosidad en la banca japonesa, que juega un papel estratégico en la financiación de las empresas japonesas.

Si consideramos los precios industriales o de comercio al por mayor, no es exagerado decir que Alemania está al borde de la deflación

- Escasa eficacia de la política monetaria como estabilizadora de la demanda. A pesar de unos tipos nominales a corto plazo casi iguales a cero y de un fuerte crecimiento de la base monetaria durante casi 9 años, el mecanismo de transmisión monetaria ha dejado de funcionar adecuadamente y la recuperación sostenida está por llegar.

- La política fiscal expansiva ha impedido una recesión mayor, pero la expansión descontrolada de la deuda bruta en circulación (un 140% en 2002) limita extraordinariamente, en estos momentos, la actuación anticíclica de la política fiscal.

Veamos el comportamiento de la economía alemana en los cinco apartados anteriores.

En primer lugar, el crecimiento medio del PIB alemán desde 1992 ha sido del 1,4 %. Si comparamos el dato anterior con el correspondiente a Japón en el mismo periodo, un 0,9 %, podemos observar que el crecimiento alemán no es significativamente superior al japonés. Si nos fijamos en el presente ejercicio, la economía alemana crecerá alrededor del 0,4% , por un 1%, aproximadamente, de crecimiento en Japón. La evolución reciente del índice IFO de confianza empresarial y de la producción industrial en Alemania no hacen más que empeorar las perspectivas a corto plazo de la economía alemana. En la actualidad, Japón y Alemania ocupan, dentro de los países de la OCDE, el primer y segundo puestos, respectivamente, por el valor del output gap (es decir, de nivel de crecimiento del PIB por debajo del potencial), lo que genera, como es sabido, fuertes presiones deflacionistas.

Con respecto a los precios, ya hemos señalado que el IPC ha pasado de crecer en Japón, como media, un 1,2 % entre 1991 y 1998 a decrecer un 0,8% en el periodo 1999-2002. Las presiones deflacionistas alemanas no se han plasmado, todavía, en un crecimiento negativo del IPC, pero ya se ha situado en los últimos meses en torno al 0,4% (en tasa anual). Pero si consideramos otros índices de precios (por ejemplo, de productos industriales y de comercio al por mayor), éstos ya han entrado en territorio negativo. No es exagerado decir que Alemania está al borde de la deflación.

Si consideramos los precios de los activos, cabe señalar que, por un lado, la Bolsa alemana ha seguido en los últimos años el comportamiento negativo de las bolsas occidentales. En concreto, el índice DAX ha acumulado, desde su máximo en 1999 hasta su mínimo del presente año, una pérdida de casi un 70% (el ajuste en Japón, desde su máximo histórico en 1989 a su mínimo este año, ha sido prácticamente del 80%). Los precios del mercado inmobiliario alemán han registrado un descenso, en términos reales, en los últimos siete años. Una consecuencia de los ajustes en los precios de los activos, así como del escaso crecimiento económico alemán, es el incremento de la morosidad bancaria y de las pérdidas no realizadas en las carteras de los bancos (aunque sin llegar a los muy abultados niveles de Japón). Según The Economist (9-11-02), la necesidad de recuperar ciertos niveles de rentabilidad y el incremento de la competencia en el sector bancario alemán están rompiendo las tradicionales relaciones crediticias entre banca y empresas, lo que está reduciendo la oferta de crédito para muchas empresas alemanas, justo lo que viene ocurriendo en Japón desde 1998.

La política monetaria tampoco está colaborando en la lucha contra la recesión alemana, aunque por motivos distintos a los registrados en Japón. El Banco Central Europeo tiene un objetivo de inflación para el área euro. Según un reciente estudio de UBS Warburg, la regla de Taylor recomendaría un tipo de interés del 2,4% para Alemania y un 6,4 % para Irlanda (en el extremo opuesto), cuando el tipo fijado por el Banco Central Europeo es del 3,5%.

El citado corsé monetario podría ser aligerado con una política fiscal más expansiva, pero el déficit público alemán, que puede oscilar entre el 3,2% y el 3,8% este año, ya está haciendo que Alemania incumpla el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Aunque no haya llegado Alemania a los niveles japoneses de deuda bruta en circulación y déficit público, las restricciones legales impiden un mayor estímulo fiscal a la economía alemana.

Martín Wolf exponía recientemente en el Financial Times (22-10-02) el factor explicativo básico de los problemas económicos de Alemania: su escasa competitividad tras la unificación. La nueva Alemania hubiera necesitado una significativa depreciación real de la paridad marco-euro. Con la moneda única, esta depreciación sólo se puede alcanzar a través de una inflación menor que en el resto de Europa. La política monetaria única supone para Alemania unos tipos de interés reales altos. Japón no tiene la restricción cambiaria que tiene Alemania, pero una fuerte depreciación del yen no sería admisible para EE UU , China y otros países.

La evidencia empírica nos dice inequívocamente que Alemania se está acercando a Japón, aunque las causas de sus enfermedades sean, en parte, distintas. Alemania es hoy el enfermo de Europa, al igual que Japón lo es en Asia. Sólo hace 15 años los dos países parecían destinados a asumir el liderazgo de la economía mundial. Ahora, ambos la están debilitando.

Antonio Carrascosa y Fernando Benito son consejero económico y comercial y economista, respectivamente, de la Embajada de España en Tokio.

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