Tribuna:LA NUEVA FRONTERA DE LA SOCIALDEMOCRACIA

Europa y el socialismo democrático

He recibido con ilusión, no exenta de cierta melancolía, la propuesta-llamamiento de algunos queridos amigos franceses, como Fabius, Mauroy y Rocard, para desarrollar un movimiento de carácter regional europeo e identidad socialista y democrática, capaz de enfrentar -con la fuerza de todos- los desafíos que plantea la globalización, dando una nueva dinámica al instrumento disponible: el partido de los socialistas europeos.

La ilusión surge del hecho de compartir plenamente la propuesta y de estar dispuesto a apoyarla en su desarrollo. La melancolía, de no saber expresar de manera difere...

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He recibido con ilusión, no exenta de cierta melancolía, la propuesta-llamamiento de algunos queridos amigos franceses, como Fabius, Mauroy y Rocard, para desarrollar un movimiento de carácter regional europeo e identidad socialista y democrática, capaz de enfrentar -con la fuerza de todos- los desafíos que plantea la globalización, dando una nueva dinámica al instrumento disponible: el partido de los socialistas europeos.

La ilusión surge del hecho de compartir plenamente la propuesta y de estar dispuesto a apoyarla en su desarrollo. La melancolía, de no saber expresar de manera diferente a como lo hice el 8 de noviembre de 1999, en el Congreso de París, mi punto de vista ante los desafíos que teníamos por delante. Por tanto, con el sentimiento de haber dejado pasar un tiempo precioso.

El fundamentalismo liberal ha fracasado, pero las respuestas sostenibles no afloran
Europa, unida políticamente, puede contribuir a reencauzar el desorden económico

En efecto, cuando presenté a debate la Declaración de París, lo hice, entre otras consideraciones, en los siguientes términos:

"Hace tres años, en el Congreso de Nueva York (1996), recibí el encargo de presidir la Comisión Progreso Global para debatir la renovación de las ideas en la Internacional Socialista ante los desafíos de la nueva era.

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Nos hemos acercado a realidades latinoamericanas, africanas, asiáticas, norteamericanas y europeas, en encuentros regionales y temáticos, con interlocutores de nuestra organización, pero también con intelectuales, expertos, empresarios, tecnólogos, responsables de organismos financieros internacionales, etcétera.

El resumen refleja la opinión de responsables de distintas regiones, de distintas identidades y de prioridades también diferentes. Tenemos que tener en cuenta que los desafíos que enfrentan los llamados países emergentes, o los países sumidos en la pobreza o en la marginación de la globalización, son de una envergadura y gravedad mucho mayor que la de los países con más nivel de desarrollo.

Si tuviera que ofrecerles una conclusión de la experiencia, les diría, recordando a Willy Brandt, que tenemos la mejor oportunidad de nuestra historia como Internacional.

El socialismo democrático es, hoy más que nunca, el instrumento para enfrentar los desafíos de la revolución tecnológica, de la globalización de la información, de la economía, de las finanzas, de los problemas medioambientales, de los flujos migratorios, de la plena incorporación de la mujer, de la seguridad y de la paz, todos ellos internacionales como jamás lo fueron; todos ellos generando una interdependencia creciente como nunca antes.

Desde nuestro nacimiento, en los albores de la primera revolución industrial, queríamos un movimiento que proyectase nuestros valores universalmente. Ahora la revolución tecnológica, acortando tiempo y distancia en la comunicación entre los seres humanos, permite resolver problemas de producción alimentaria, luchar contra la enfermedad y contra la erosión del ecosistema; lo que, unido a la desaparición del modelo comunista, deja en nuestras manos, bajo nuestra responsabilidad, la respuesta humanista, progresista, de este cambio de era. Nuestra razón de ser original es ahora más posible que nunca, porque los desafíos se han hecho mundiales e interdependientes, y los instrumentos pueden y deben serlo también.

Si la denostada política sirve para algo, es justamente para poner al servicio de la mejora de las condiciones de vida de los seres humanos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, el impresionante avance tecnológico que se está produciendo. Ninguna otra tarea humana la podrá sustituir, aunque debamos integrar a todos los actores que quieren trabajar con los mismos objetivos, desde la cultura, desde la economía, desde la investigación, desde las organizaciones no gubernamentales, desde el compromiso cívico con la comunidad a la que se pertenece.

Por eso, la declaración que se va someter a vuestra deliberación reivindica el papel central de la política, desde el ámbito local de mayor proximidad hasta el ámbito nacional, regional y mundial.

Después de un análisis de los retos y oportunidades que plantea la nueva era, la respuesta, más que nunca, tiene que venir de la política. Porque ya se trate de garantizar un nuevo orden internacional de paz y seguridad, que sustituya la confrontación de la fuerza por el diálogo entre culturas e identidades diferentes, aceptando los valores del otro, intercambiando experiencias, y siendo exigentes con el respeto a los derechos humanos universales; ya se trate de buscar reglas de gobernabilidad frente a las crisis financieras que se vienen sucediendo, con dramáticas consecuencias para los países afectados y con riesgos de contagio a todo el sistema financiero mundial, o de buscar nuevos equilibrios en los intercambios comerciales y en la difusión de las tecnologías; ya se trate de garantizar una dimensión social a la economía global, en cada nación y entre los diferentes territorios; ya se trate de incorporar a la mujer en todos los niveles de responsabilidad que debemos compartir paritariamente; ya se trate de mejorar las condiciones del ecosistema, de preservar la biodiversidad; ya se trate de encontrar respuestas humanitarias a los flujos migratorios; ya se trate de luchar contra el hambre, la enfermedad o la pobreza de capacidad, estamos hablando de valores para el ser humano que exigen una respuesta política.

Y dentro de la respuesta política, esta organización porta en su seno los principios para que sea humanista y solidaria; aumente la justicia y la libertad para hombres y mujeres, jóvenes o mayores.

La declaración contiene además una propuesta de método para que se continúe el trabajo, arrancando con una plataforma que desarrolle esta orientación global, a comienzos del año 2000, y con respuestas regionales coherentes con la misma, desde África, América Latina, Europa u otras regiones del mundo.

Sugiero que se trabaje en el tema de la identidad cultural y la globalización como la clave de la paz en el próximo siglo; que avancemos en el estudio de los flujos migratorios; que pongamos al día la reflexión sobre medio ambiente y nuevas tecnologías. Esto nos dará coherencia y fuerza para responder a la esperanza de tanta gente que mira hacia este viejo y nuevo movimiento del socialismo democrático que representa esta Internacional.

Gracias. El método de debate abierto ha sido muy útil, pero, en la realidad cambiante que vivimos, ese debate debe continuar.

8 de noviembre de 1999".

Después discutimos y aprobamos la Declaración de París, que sigue teniendo vigencia, aunque continúe inadvertida en nuestros afanes. No han dejado de pasar cosas -muchas y graves- desde esos días de noviembre de 1999, pero el sistema de alarmas de nuestras organizaciones sólo empezó a activarse cuando cientos de miles de jóvenes se lanzaron a denunciar los efectos perversos de un desarrollo injusto y excluyente del modelo globalizador.

Ahora han aumentado ante el fenómeno de la mundialización de la crisis económico-financiera, las nuevas amenazas para la seguridad de redes terroristas cargadas de nihilismo destructor y la respuesta de una derecha hegemónica que achica las libertades porque no sabe enfrentar los desafíos de la doble crisis, en el campo económico o en el de la seguridad.

Y la alarma que sentimos es aún mayor porque se ha abierto una senda de unilateralismo desde la Administración de EE UU, que sabemos que provocará más desorden y no reducción de las amenazas y porque sentimos que Europa está perdiendo relevancia en el nuevo escenario internacional.

El fundamentalismo neoliberal ha fracasado, pero las respuestas sostenibles no están aflorando y no pueden ser puramente defensivas. El unilateralismo de la nueva estrategia para combatir las amenazas a la seguridad también fracasará, pero no hay un orden alternativo disponible capaz de abrirse camino.

Europa -si está unida políticamente- puede recuperar relevancia y contribuir a reencauzar el desorden económico y financiero hacia una arquitectura internacional más eficiente y sostenible. Puede iniciar, asimismo, una senda de multilateralismo organizado en regiones con capacidad para incidir en las decisiones de seguridad.

El renacer de la ilusión y el fin de la melancolía por el tiempo perdido están a nuestro alcance.

Felipe González es ex presidente del Gobierno español.

Felipe González, durante el XXI Congreso de la Internacional Socialista en París, en 1999.ASSOCIATED PRESS

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